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Horas más tarde después de que Amelia entregara todos los documentos que tenía pendientes, subió al bufete sin ánimo alguno porque ya había tomado una decisión muy dolorosa para ella, pero era la mejor opción que podía escoger antes de que su corazón se dañara todavía más. Había tenido todo el tiempo para pensar y siempre llegaba a la misma conclusión, jamás tendría nada con Luisita y ella tampoco la vería como alguien importante en su vida, había sido una cliente más a la que defendió y pronto se olvidaría de ella.
Cogió el ascensor y sin hacer ningún ruido entró en la oficina que estaba Nieves, trabajando como siempre, liada con un millón de papeles.

- Aquí están los documentos que traje de la Corte. - Le dijo a la secretaria un poco triste porque sabía lo que venía luego.

- Amelia me asustaste, no te esperaba. - A la secretaria del salto que pegó se le cayeron las gafas a la mesa.

- Oye ¿No te parece un día precioso para salir a tomar el sol y tomarte un mojito?
Luisita mientras escuchaba en su oficina jugando con el bolígrafo que tenía en la mano.

- ¿Estás bien? - Amelia preguntó de repente viendo la cara de felicidad de la secretaria que parecía que seguía tomando.

- Estoy mejor que eso, ayer hablé con un príncipe para salir esta noche, es el hermano de Sebastián Fernández, el prometido de Luisita.

- A ese paso todo va a quedar en familia. - Luisita seguía triste y pensativa en su oficina.

- ¿Hay más pendientes por hoy?

- Ay déjame ver. Sí, hay que llevar estos cheques, también estos documentos pero ¿Sabes qué morenita? Hoy trabajaste demasiado, esto lo puedes hacer el lunes.

- No, mejor los llevo de una vez Nieves porque a partir de hoy ya no trabajo más aquí. - Le explicó a la chica agachando la mirada.

- ¿Por qué? - Nieves se quedó perpleja.

Luisita salió de su oficina y llamó a Amelia para que fueran a la salita del café que tenían en el bufete.

- Amelia, ¿Podemos hablar un momento por favor? - La abogada la miró con nerviosismo porque no quería quedarse otra vez sola con ella después de haberle confesado sus sentimientos.

- Amelia no tienes por qué irte, no tienes que renunciar, te hace falta mucho el trabajo me lo has dicho millones de veces.

- Yo lo necesito pero...

- ¡No! Lo necesitas Amelia, esto lo podemos manejar. - Interrumpió la rubia.

- Licenciada es mejor así. - Amelia estaba aguantando las lágrimas que estaban a punto de caer.

- Amelia no te vayas por favor.                  - Luisita suplicaba con el brillo en sus ojos.

- A ver ¿Y por qué quiere que me quede? Esto cada vez es más complicado para las dos y se me hace muy difícil verla todos los días y no poder acercarme a usted.

- Porque no es justo que ese sea el motivo de tu renuncia y tengas que marcharte.

- Tampoco es justo seguir alimentando una ilusión que nunca va a llegar, me está haciendo daño y yo sé que a usted también.

- Ok a ver, ¿Qué tengo que hacer para que tú cambies de opinión?

- Aceptar lo que siente y llamar a las cosas por su nombre porque aunque usted lo niegue, sé que no le soy indiferente. - Le dijo en su cara la verdad que intentaba ocultar.

- Yo sé. - Dudaba la abogada.

- ¿Ama a Sebastián? - Luisita no contestó.

- Míreme, ¿Usted me quiere? - Se derretía Luisita ante los ojos color miel.

Lo que en ti veoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora