1. Una cárcel para emociones.

13.5K 960 54
                                    

"Siempre me vas a querer

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

"Siempre me vas a querer. Yo presento para ti todos los pecados que nunca has tenido el coraje de cometer" — Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray.

Espalda recta.

Mirada inexpresiva.

Ni una hebra de cabello fuera de lugar.

Ni una arruga en su pulido traje blanco. 

Ni una mancha  de suciedad en sus tacones. 

Nada en ella haría que los demás cuestionasen su carencia de sentimientos, su emociones estaban profundamente aisladas en una parte de su mente que no lograba comprender del todo. Sin embargo, contra su voluntad, algunas veces salían a flote, afortunadamente, lo lograba controlar antes de sucumbir frente a los demás ángeles. 

Ángeles. 

No seres celestiales, creados bajo una mano divina. 

Seres despojados de sentimientos, retraídos en sí mismos, intelectuales, con poderes únicos. Todo aquello la identificaba con su raza, una raza de carceleros de emociones. Se dice que El creador hizo el mundo para que viviéramos en equilibrio, sin embargo, parece que la codicia es capaz de intoxicar a seres "perfectos". El poder es la corrosión del mundo.

Pero, Nina Lauper, hija de dos poderosos empresarios, aparentaba tener control completo sobre sus emociones, las cuales deberían ser completamente inexistentes. Nina titubeó por sus pensamientos y alzó la mirada. 

La fría estancia reflejaba el poder del ser en su interior. 

El ministro Ashael, un hombre que llevaba eones de existencia, un arcángel de posición privilegiada, participe activo de la Junta Empírea, conformada por los arcángeles más poderosos y mortales. Nadie lo mencionaba de esa forma, pero para adquirir un puesto así, había que degollar un par de cuellos por el camino. 

Es bien conocido que solo un ángel puede asesinar a otro, aunque los indices de asesinatos son bajos en nuestra perfecta y estructurada sociedad.

  — Nina, podría buscar al ministro Shales, es de gran importancia que hable con él — soltó Ashael de un momento a otro, sorprendiendo a Nina, sacándola de sus pensamientos, hasta el punto que tuvo que morderse la mejilla para evitar reaccionar por la sorpresa, un par de segundos más tarde sintió el intenso sabor de la sangre en su lengua.

  — Lo haré, ministro — respondió Nina y salió del despacho del hombre. Hace un par de meses tuvo, según su madre, la fortuna, o según Nina, la desdicha de obtener un trabajo con la junta, era una simple asistente pero el estar al lado del arcángel Ashael le ponía inmediatamente sobre los demás en la jerarquía angelical... hasta cierto punto, después de todo, Nina solo era una descendiente de dos ángeles que a duras penas habían ganado la distinción por sus poderosas empresas. Tanto Louise Marshall como Michael Lauper, sus padres, ganaron su posición en la jerarquía por su poder económico, nada más, Nina no había ganado ninguna distinción, lo que la hacía casi tan corriente como un humano. 

Y le hacía preguntarse por qué el ministro Ashael, representante de los ángeles ante los humanos y demonios, la escogió, entre todas las posibilidades, a ella. Una simple sucesora de dos familias poderosas, sin ningún poder en especial y con designación básica angelical.

Además, no solo era el empleo, sino la protección que le proporcionaba. 

Desde pequeña mostró patrones de conducta poco convencionales en la raza de los ángeles, así que fue monitoreada hasta los diez años, cuando le advirtieron a su madre de un posible defecto en su genética... La mujer se negó rotundamente a aceptarlo y Nina aprendió a controlar aquel patrón errático en su comportamiento, años más tarde, tras leer muchos textos y conocer más sobre su patología, encontró que el problema radicaba en las emociones... algo común entre humanos y demonios, pero...

Los ángeles no sentían. 

Nunca.

No lloraban.

Ese fue el primer indicio que la madre de Nina tuvo: el día de su cuarto cumpleaños, resbaló y consiguió una profunda herida en la pierna izquierda gracias a un trozo de cristal que había en el suelo, un grito agónico se había colado entre sus labios y las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, su madre la vio y Nina alzó los brazos clamando por su cariño y atención... Un cariño que jamás obtuvo en sus veintidós años de vida.

Sin mencionar que siempre ha sido y será vista como un error, por suerte, tanto la familia Marshall como la familia Lauper mantuvieron la confidencialidad sobre su caso defectuoso, la enviaron a la escuela común y creció como un ángel más... siendo discreta sobre su patología, claro. 

Louise Marshall se había negado a aceptar la verdad, por ende, pagó a los mejores especialistas para hallar el por qué del desastre genético que era su hija y si había algún tratamiento posible. Hasta ahora no había logrado nada. 

Nina consideraba que con el pasar de los años, su madre simplemente dejaría el tema y no le daría más importancia... pero, para una raza sin emociones lo más importante es el legado y el poder que dejan en el mundo, Nina comprendía hasta cierto punto, la determinación de su madre por lograr que su legado fuera perfecto. 

  — Ministro Shales — Nina alzó la voz cuando encontró al otro poderoso Arcángel, en el recibidor de la mansión de la junta empírea, tras haber caminado en su búsqueda por unos minutos, junto a él, un hombre que nunca había visto en su vida, no obstante,  su presencia causó que los vellos de sus brazos se erizaran y algo en su interior gritó espantado que debía alejarse de ahí inmediatamente. 

Su corazón comenzó a palpitar desenfrenadamente, angustiado por la presencia intimidante del hombre. Una gota de sudor se deslizó por su espalda baja y Nina trató de componer su semblante mientras el ministro se giraba, con una clara expresión impertérrita, aunque había un surco entre sus cejas. 

  — señorita Lauper, lo que sea que deba decirme puede esperar a menos que sea de carácter urgente — la voz plana del hombre no hizo nada por aplacar sus nervios. 

Tragó saliva discretamente antes de hablar. 

  — El ministro Ashael le necesita — soltó Nina. 

La dudo cruzó el rostro del ángel, debatiéndose entre dejar a este hombre, vestido con un traje de tres piezas, de alta calidad y costoso a simple vista; e ir a habla con el otro ministro. No pasó mucho tiempo antes de que tomara la decisión, dejando a Nina con el extraño que la ponía de los nervios. 

  — El apellido Lauper me suena — susurró el hombre. Nina distinguió el tono íntimo que utilizó, lo había escuchado entre parejas humanas, cuando deambulaba sin destino alguno por las calles de la ciudad. Lo habría catalogado como humano, de no ser por la energía salvaje que desprendía, junto con su sonrisa voraz y cautivadores ojos azules   — Es una tragedia que no conozca tu nombre. 

  — Nina — respondió sin pensárselo dos veces... Sacudió la cabeza y se mordió la lengua. ¿Cómo era posible que le dijera su nombre a un completo desconocido? Más aún, a un ser que su raza debió destruir hace millones de años... de no ser por su múltiples empresas y contribuciones al mundo. 

Un demonio. 

Un misterio.

Un cazador cuyos ojos la miraban como si hubiera encontrado a su presa.

Gracias por leer <3  

El beso del DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora