8. Hombre de tinieblas.

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"Los recuerdos verdaderos parecían fantasmas, mientras los falsos eran tan convincentes que sustituían la realidad" — Gabriel García Márquez, Extraños peregrinos

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"Los recuerdos verdaderos parecían fantasmas, mientras los falsos eran tan convincentes que sustituían la realidad" — Gabriel García Márquez, Extraños peregrinos.

— ¡Detente! — Adair frenó en seco a la criatura, con una mano lo tomó del cuello y lo zarandeó de un lado para el otro, como si de un muñeco se tratase — recobra tu forma original — le ordenó con un tono férreo.

Nina se había quedado paralizada, blanca como el papel, su rostro había adquirido una enfermiza tonalidad grisácea. Ella se estremeció y miró a la criatura, que comenzó a retorcerse para escapar del agarre del demonio.

Su apariencia de hombre alto, feo sin lugar a dudas, con escamas y manos extrañas cambió. Se transformó, la piel deformándose y los huesos crujiendo; Nina pensó que aquello debía ser extremadamente doloroso pero la criatura no parecía importarle, como si lo hiciera mil y un veces en un día y estuviera acostumbrado.

Tras la transformación dejó algo similar a un dragón de komodo, con la misma figura y complexión, un poco más pequeño, pero cubierto de coloridas escamas que entre sí secretaban alguna sustancia babosa que le recubría el escamoso cuerpo, su lengua bífida salió a saludar y sus ojos amarillos observaban a Nina con hambre contenida.

— ¡Un bocado! — le imploró a Adair, retorciéndose cada vez con más fuerza, su larga cola ondeando de un lado para el otro. A Nina le recordó a un perro, mascotas que solían tener los humanos, velando por comida, como si ella fuera el plato principal de un festín.

Nina comenzó a alejarse, retrocediendo paso a paso. A pesar de que Adair la había ocultado con su cuerpo y había alejado a la criatura, aún parecía que se le fuera a abalanzar encima para probarla.

— Te llevaré al poso si siquiera te le acercas — amenazó Adair, su mirada fija en la de la criatura, la cual se estremeció al oír la palabra "poso". Tras lo que pareció un asentimiento del animal, o lo que fuera, Adair lo soltó y este corrió de nuevo hacia Nina, esta vez para olfatearla.

—Huele bien —apreció la criatura, comenzó a abrir sus fauces con dientes extremadamente afilados pero se detuvo, paralizándose, como si una presencia no deseada hubiera entrado en la habitación.

De la nada, alguien más entró en la habitación, caminando con lentitud y una sonrisa torciendo sus labios.

La boca de Nina se abrió.

Era un hombre, alto e igual de bien parecido que Adair, sin embargo, su cabello era aún más blanco que el de Nina, carecía por completo de color, y sus diabólicos ojos verdes poseían una profundidad abrumadora, como si solo con mirarte pudiera descifrar todos tus secretos.

— Elián — saludó Adair reticente, soltando su nombre entre dientes y luego agregó: — Deberías controlar a tu bestia.

El animal o la bestia, como la llamaba Adair, corrió hacia el hombre de cabello blanquecino y  se paseó entre sus piernas, como lo haría un gato. Aunque las palabras de Adair poseían sin duda un tono mordaz, el hombre no se inmutó y la sonrisa en sus labios no decayó, al contrario, se hizo más grande mientras recogía a la aborrecible y horrorosa criatura y la sostenía con cuidado, como si el peso de esta fuera nulo.

— Estoy seguro que Malvavisco solo quería probar a la belleza que tienes aquí — soltó el hombre, su voz era suave y baja, como una melodía para sus oídos, sin embargo, parecía un encantamiento, algo hermoso pero diseñado para hacer daño. A su alrededor se enlazaba una espesa aura de oscuridad y tinieblas, terrores y misterios; aún así, a Nina le causó completa curiosidad.

Vestía completamente de negro, en ambas muñecas llevaba brazaletes de platino ornamentados, su diseño era complejo y masculino, Nina pensó que podría tener un significado, como los símbolos celta o algo por ese estilo, pero ella desconocía todo aquello.

Mientras ella observó con atención al hombre, la criatura gimió con molestia, como si aquel apelativo le molestara en sobremanera. 

— Mi nombre es Elián — se presentó él, acercándose a Nina y tomando su mano mientras hacia una reverencia, depositaba un beso sobre el dorso de esta y le sonreía con picardía, al mismo tiempo sosteniendo a la criatura que, al igual que su dueño, aprovechó para sacar su lengua viperina y lamer la piel expuesta de Nina, dejando una sensación repugnante tras sí.

Adair se tocó las sienes como si tuviera una repentina jaqueca, tomó la parte posterior del cuello de la camisa de Elián y lo alejó de golpe, haciéndole tropezar en el proceso. Elián simplemente se rió con fuerza y parpadeó con inocencia sus increíbles ojos jade, dejó a la criatura escamosa en el suelo y enfrentó a Adair. 

Nina limpió la piel que había lamido aquella atrocidad  y acunó la mano que había besado Elián contra su pecho , nunca había estado con alguien que se comportara así, sin pensárselo dos veces, siendo espontáneo y sin reservas. Aunque el comportamiento de Adair y Elián era completamente distinto, debía admitir que ambos se expresaban libremente, contrario a la presión constante que ejercía La Junta Empírea sobre ella.

Nina quería hacer eso también.

— Mi nombre es Nina — se presentó, algo dubitativa por la expresión estoica en el rostro de Adair y conmocionada por la actitud de Elián, quien seguramente también era un demonio.

La piel de ella se erizó.

Lo consideró con cuidado. 

Y luego preguntó:  —¿Qué eres?

La disputa silenciosa entre ambos hombres se detuvo abruptamente, los ojos tenebrosos de Elián se desviaron hacia ella, oscureciéndose más con cada segundo que pasaba, haciendo que Nina se retorciera bajo el peso de su inspección. En su mirada notó que descifraba la verdad en un parpadeó, en sus labios se dibujó una sonrisa cínica y maníaca,  no se molestó en contestarle, como si ella no valiera nada y simplemente se giró de nuevo hacia Adair.

  — ¿Cómo te has atrevido a traer aquí a una de ellos? — soltó con desprecio, su voz tranquila cambió por completo. Nina sintió la muerte suspirándole en la nuca, esperando el momento preciso para llevársela, la voz de Elián se había llenado de ira, cólera, irritación y... odio. 

Adair se tensó, sus ojos se abrieron desmesuradamente, como si recordara algo de vital importancia. Se lanzó hacia Nina pero era demasiado tarde, Elián se había materializado ante ella de la nada, demasiado cerca, su aliento acariciándole el rostro. 

De nuevo, sintió una fría presión en el pecho, el aire abandonó sus pulmones y su visión comenzó a oscurecerse en los bordes. Su consciencia alejándose lentamente mientras su entorno se sumía en la oscuridad con lentitud.

Con la mirada nublosa y a punto de caer desvanecida, vio como Adair sacaba una daga de algún lugar en sus prendas y se la clavaba sin miramientos en la espalda a Elián, perforando la carne y dejando que la sangre saliera a borbotones. 

Sus brazos la agarraron cuando por fin se derrumbó, arrasada por la inconsciencia y el dolor.

Gracias por leer <3 ¿Qué te pareció el capítulo? Hasta ahora, ¿quién es tu personaje favorito? ¡Un abrazo!

El beso del DemonioWhere stories live. Discover now