9. Recuerdos Perdidos.

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"La felicidad suprema en la vida es tener la convicción de que nos aman por lo que somos, o mejor dicho, a pesar de lo que somos" — Victor Hugo

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"La felicidad suprema en la vida es tener la convicción de que nos aman por lo que somos, o mejor dicho, a pesar de lo que somos" — Victor Hugo.

Nina recuperó la consciencia junto a una cálida y reconfortante presencia, su cuerpo estaba envuelto en una dichosa suavidad. Un extraño sentimiento en su corazón le indicaba que algo malo había pasado, pero que no debía preocuparse por eso en este instante. Ella se frotó contra la calidez, sin querer abandonarla, se sentía exquisito y adictivo. 

  —  ¿Cómo te sientes? — preguntó la calidez. 

Los ojos de Nina se abrieron desmesuradamente, contrario a lo que quería hacer, saltó de su lecho tan lejos como podía y miró a donde había estado acostada descansando. Ahí estaba Adair, el demonio que forzaba su inhibición emocional y enviaba sus correctos pensamientos por el borde hacia un abismo de vileza. 

Ella tocó el lugar exacto donde su corazón había empezado a palpitar desenfrenadamente y miró su entorno, las paredes oscuras se alzaban, intrincadas figuras a lo largo de estás formando una obra de arte, eran delicadas y aún así rezumaban fuerza. Tenían la apariencia de ser extremadamente antiguas y simbólicas, como los brazaletes que llevaba Elián.

Los recuerdos abordaron la mente de Nina, colisionando los unos contra los otros. Rememoró el instante en que Adair había alzado una daga con fiereza y la había clavado sin titubeos en la espalda del otro demonio, quién al parecer había estado a segundos de arrebatarle la vida. 

Nina había sentido que su alma abandonaba su cuerpo lentamente, siendo arrancada poco a poco, dolorosamente. Elián debía ser el causante de aquello, el odio que se reflejó en sus ojos y la forma en que cambió de un momento a otro, dejándola anonadada e incapaz de defenderse.

  — ¿Qué ocurrió? — preguntó Nina, manteniendo el tono de su voz bajo, lento y sin el menor indicio de que le había afectado.

Adair se levantó,  sus ojos todavía se reflejaban la ira y sus besables labios estaban torcidos en una mueca de disgusto.  

 — Elián es el guardián de las almas en pena, él se encarga de los recolectores y las decisiones cuando un alma ha culminado su tiempo en el mundo físico. — Adair bufó, como si recordara algo realmente ridículo— Le conocen como la parca o la muerte, aunque nunca ha tenido una guadaña y mucho menos una túnica, algunas veces me sorprende cuan lejos llega la imaginación humana.

 Aquellas palabras confirmaron lo que Nina pensaba, Elián había estado a punto de quitarle el alma y seguramente no se arrepentiría por ello. Nina no quería volver a verlo, es más, quería regresar a su insulso apartamento para seguir con su vida como un ángel más, devota a la Junta Empírea y luchando por ocultar las fallas en su inhibición emocional.

Recordó que Adair la había traído al reino de las sombras, le explicó que él era el rey. Le causó curiosidad saber qué tan grande sería su poder y si quería utilizarla para algo, como no le había causado un solo rasguño, por otro lado, la había protegido, seguramente necesitaba algo que solo ella podía ofrecerle. 

  — Quiero regresar — exigió Nina sin amilanarse, manteniendo la cabeza en alto y sosteniendo su obstinada mirada. Se plantó firme, no daría su brazo a torcer. Su paciencia de había colmado al ser trasladada de un lugar a otro y atormentada sin pensar en lo que ella pensaría al respecto.

Adair la contempló en silencio. 

Una fina energía cargó el ambiente, crepitando entre ellos.

Las sombras comenzaron a arremolinarse al rededor de Nina, causando que el rostro del ángel perdiera todo color y quedara tan pálida como el papel. El miedo inundó sus facciones, sus ojos se llenaron de incertidumbre y cuando habló, su voz temblaba.

  — No... — fue incapaz de modular otra palabra. El temor ahogó su chillido, impidiéndole implorar por su vida. ¿Eso sería todo? ¿Adair la mataría? Seguramente le había hartado al atreverse a hablarle con insolencia y ahora iba a tomar represalias. 

Un manto de oscuridad cubrió las paredes, las sombras se lanzaban de un lado para el otro, colisionando unas con las otras, emitían sonidos gorgoteantes y gritos espeluznantes. Rozaban la piel de Nina, lastimándola y llenándole las velas de una gélida sensación. El temor. Sin embargo, el ángel, que ahora dudaba de ser completamente descendiente de aquellos seres alados, se mantuvo firme, aunque sus piernas amenazaban con derrumbarse. 

Las sombras comenzaron a pegarse a sus extremidades, la visión de Nina se oscureció, el único punto que enfocaban sus ojos era el rostro de Adair, frío y parcialmente oculto por la nube opaca de oscuridad. El mundo desapareció a su alrededor y solo quedó la frialdad, llena de los espeluznantes sonidos de las sombras, como las almas en pena que rugían en el infierno. 

❝❞

Nina despertó con un jadeo atorado en su garganta, su corazón latía rápidamente como el aleteo de un colibrí que luchaba por escapar de su pecho, una capa de sudor cubría su piel y sus manos temblaban.

Luchó por recordar el sueño pero se perdió en las aguas de su mente. La cabeza le dolía, sus sienes palpitaban con fiereza.

Tenía pensamientos difusos sobre las últimas horas, el miedo todavía nadaba en sus venas y no entendía porqué la imagen de Adair aparecía una y otra vez en su mente. Nina se estremeció como si una corriente de aire helado hubiera entrado repentinamente en la habitación.

Ella miró la ventana y comprobó que estaba cerrada. 

La mirada de Nina recorrió su cuerpo, tenía algunos hematomas formándose en sus brazos y piernas,  sus extraños sueños o pesadillas no eran nada nuevo, parte de su defecto emocional, seguramente está vez se había hecho dañó a sí misma mientras forcejeaba dormida. 

Aunque eso jamás le había ocurrido. 

La imagen de un hombre afloró en su mente, su cabello carecía de color, completamente blanco y en sus muñecas, como bandas malditas, habían gruesos brazaletes con enrevesadas formas.

Nina tomó una respiración profunda.

¿Quién era él? ¿Qué había ocurrido?

Un malestar comenzó a atormentarla, el hecho de no recordar la pasada noche le generó escalofríos. Algo malo le había ocurrido.

Forzó su mente pero le fue imposible recordar.

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El beso del DemonioWhere stories live. Discover now