(44) ╋ Kalter Dezember ╋

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LEIGH

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LEIGH

¿Cómo se ve un monstruo?

Sus pasos eran lentos sobre la madera de la escaleras mientras bajaba, el ruido llenaba el silencio del solitario sótano. Me quedé ahí sentada, con la espalda pegada a la pared. Lo primero que vi fue sus botas negras altas con cordones, casi militares, luego sus pantalones negros que se ajustaban a los músculos de sus piernas perfectamente. No llevaba cinturón, sus pantalones colgándole un poco despreocupados de la cintura. Sus brazos descansaban a sus costados, su camisa de color rojo oscuro se amoldaba muy bien a su definido pecho y brazos. Su marcada mandíbula lucia tensa al igual que sus hombros. Ese desordenado cabello rubio completaba la apariencia perfecta de chico seguro de si mismo que sabía que no necesitaba de mucho para verse bien. Ese chico que podía agarrar lo que fuera de su closet, pasarse la mano por el cabello y estar listo para deslumbrar a quien quisiera con una facilidad insultante.

El chico que por alguna razón yo podía leer sin problema, que nunca había podido engañarme con esa sonrisa falsa o con mentiras disfrazadas de cumplidos y manipulación, ¿por qué? No tenía ni idea, quizás era mi propia necesidad de actuar y fingir frente a todos que me había hecho tan fácil ver al verdadero Heist. O quizás eran los monstruos a los que había visto a lo largo de mi vida: mi padre y ese encapuchado que aún no sabía si era real.

Y aunque era arrogante de mi parte asumir que conocía a Heist, sabía lo suficiente de él para notar el cambio en su expresión, en sus ojos, en su pose. Algo pasó. Él se quedó ahí cuando terminó las escaleras, el color de sus ojos se veía más azul que gris bajo esta luz tenue. Él no dijo nada, solo se me quedó viendo, y enroscó sus manos en puños a sus lados.

Algo muy malo había pasado.

No había sonrisa burlona, no había diversión en sus ojos, no había arrogancia. Solo estaba esa cruda expresión fría y oscura que solo había visto un par de veces, todas esas ocasiones que Heist se había quitado esa estúpida mascara de mentiras y me había mostrado al chico real detrás de toda la falsedad.

El verdadero Heist, esa versión real de él que era impredecible.

Algo lo había detonado y tuvo que ser algo muy malo. Abrí mi boca para decir algo pero la cerré de nuevo porque debía escoger mis palabras con cuidado. Sin embargo, Heist caminó hacia mí, metió su mano en el bolsillo y sacó una llave para luego inclinarse y liberar mis cadenas con agilidad. Él me agarró del brazo, ayudándome a levantarme y yo me solté de un manotazo.

—Puedo sola.

De nuevo, silencio.

Él me señaló las escaleras y subí con cautela, sus pasos siguiéndome, ¿qué estaba pasando? Salimos a lo que parecía la cocina de una cabaña, paredes de madera nos rodeaban. Por las ventanas pude ver la oscuridad afuera pero eso no fue lo que me hizo dejar de respirar. De pie, a un lado de la puerta, estaba él.

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