Capítulo 8

10.8K 1.2K 589
                                    

Hay dos cosas en la vida que definitivamente odio.

Una de esas es Nico y la otra es tener un compromiso a las cuatro de la mañana... un domingo. Repito, a las cuatro de la mañana.

¿Por qué Nico no es como las personas normales? Digo, emborracharse un sábado para dormir todo el domingo, quejarse de la resaca y de que ya casi es lunes. Eso es lo que hacen las personas normales, pero Nico no. Entiendo a Valentina... bueno, entiendo eso de que no le guste hacer las cosas que a Nico sí, pero lo otro —Samuel— todavía no termino de entenderlo. En fin, ahora estoy poniendo una alarma a las tres treinta, porque alguien dijo que a las cuatro estaría frente a mi puerta y lo conozco lo suficiente como para saber que sí va a hacerlo.

Mierda.

—Oye... —Le hablo a Samuel, todavía estamos en el restaurante y ya es tarde para una persona que tiene que levantarse a las tres. Él está terminando la llamada en la que estaba y cuando tengo su atención, le digo: —No quiero ser aguafiestas, pero tengo que irme, mañana tengo que levantarme temprano.

—¿Qué tienes qué hacer un domingo temprano? ¿Vas a la iglesia?

—No, tengo que trabajar. —Porque si él me miente, entonces yo también. —Por cierto, posiblemente no tenga señal tampoco y si no sabes de mí para el lunes, llama a la policía.

Él suelta una risita y después de darle el último sorbo a su copa llama al mesero.

—¿Tan malo está ese lugar?

—Es que todavía no lo sé... — A mí las mentiras no me salen tan bien como a él, pero eso es casi verdad, el resto no. —Tengo que tomar unas fotografías en un lugar que todavía no conozco.

—¿De verdad? ¿Pero al menos trabajarás con alguien de confianza?

—Sí. —Si él supiera...

—Bueno... anotado, si no apareces el lunes llamo a la policía. —El mesero nos interrumpe y antes que Samuel hable le pido cuentas separadas. Él ve del mesero, a mí. —Nina, yo te invité. No te preocupes, yo pago.

—No, está bien. Además, tú ya hiciste bastante con lo de la página porno. —El muchacho que nos está atendiendo mira de mí a Samuel y después dice que ya regresa con las cuentas.

—Bueno, pero eso de la página porno no lo mencionemos en voz alta. —Me rio con él y agrega: —Y no es una página porno, según Alfonso es arte con cuerpos.

—¿Y cómo conociste a Alfonso?

—Él dirigía una empresa para la que trabajaba antes. Es un buen jefe, ya lo verás.

—No lo dudo.

Una vez que el muchacho regresa y pagamos nuestra parte, soy yo la que deja más propina, pero cuando Samuel lo nota deja más dinero y se pone de pie después que yo. Camino al parking está contestando mensajes y cuando intenta guardarse la cartera, se le cae y soy yo quién la recoge, él se da cuenta, pero está más concentrado en el texto que está escribiendo que no me la pide de inmediato, solo desactiva la alarma de su vehículo y me invita a subir.

—Lo siento. —Me dice, una vez que yo ya me estoy acomodando el cinturón y él se ubica frente al volante. —Estoy contestando algo del trabajo. —Me muestra el teléfono y puedo confirmar que esta vez sí está diciendo la verdad.

—No hay problema, continúa.

Solo intercambia un par de textos más y después pone en marcha el vehículo. Cuando ya estamos a mitad del camino, se aclara la garganta y me dice:

—Oye, lo que hablamos hoy en la cena, no lo comentes con nadie, siento que me sacrificarían.

—¿Qué parte exactamente es la que no tengo que comentar?

Bendito Karma © (En Proceso)Where stories live. Discover now