Capítulo veinticinco | Take it or leave it

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—¡Hola! Soy Beth, no puedo responder ahora porque quizá esté trabajando o durmiendo, te devolveré la llamada cuando quiera hacerlo, adiós—escuchó ese mensaje por tercera vez ese día. Colgó el teléfono de pared que estaba en el cuarto de empleados y terminó de abrochar su camisa, al mismo tiempo que pasaba su tarjeta marcando su salida en el reloj checador.

—Deja que trabaje—Silver abrió su pequeño casillero del cual sacó el pequeño gafete dorado con su nombre para colocarlo en su pecho. Recién comenzaba su turno y el de Fred estaba por terminar—. ¿Por qué la urgencia?

—Oliver quiere que salga más tarde con él y una chica que conoció hace dos horas en su audición. Quiero saber si estará disponible—fue donde su casillero justo al lado del de la chica, lo abrió y sacó su abrigo de ahí.

—Ah—Silver frunció el ceño pero después sonrió—. Genial, cita doble.

—Esperemos que se case con ella y se lo lleve lejos y así poder tener mi habitación de vuelta—lo cerró fuertemente.

—Si... Ojalá—bromeó ella también con cierta tensión, pero Fred no lo notó pues parecía feliz en ese momento revisando los mensajes de su teléfono después de horas de no tenerlo con él.

—Fred—se asomó una chica bajita y con anteojos en la puerta—, te llaman afuera—avisó con cierta fatiga y se fue.

—Gracias—dijo él—. Nos vemos en la noche—se despidió de Sil, tocando su cabeza como si fuese una niña y salió de ahí.

—¿Quién...?—preguntó a la misma chica que le llamó pero se ahorró lo demás cuando vio a una chica rubia con una sonrisa de oreja a oreja esperar frente a la caja registradora.

—¡Fred! —Claire dio un brinco rápidamente y saludó con su mano como si no fuese suficiente—. Ven aquí—le indicó después.

—Jennifer, yo lo hago—dijo al llegar al mostrador, moviendo a la chica que estaba encargada de él quien le dejó el espacio libre sin ninguna cuestión—. ¿Si sabes que vivimos juntos y te veo todos los días?

—Sí, pero hoy tengo una idea—canturreó harta—. Pero saliste corriendo esta mañana que no me dejaste decirla.

—¿Vas a ordenar algo? —cambió de tema.

—Oh, por favor, Fred—hizo un puchero—. Déjanos celebrar tu cumpleaños, ya hasta te pareces a Wesley.

—Los dejo festejar mi cumpleaños, el problema es que no tengo dinero para hacer una fiesta o algo así. Además, no estoy de humor para ser... ¿feliz?

—Ok, qué te parece esto: Una fiesta para el bebé—afirmó con su cabeza como si intentara convencerlo de que fuese buena idea.

—¿Fiesta de bebé?

—Solo nos reuniremos, puede ser en el bar, a festejar tu futura paternidad. Tiene sentido, ¿no lo crees? Además, si es en el bar, todo el mundo sabrá que tiene que pagar su comida así que no esperarán que nosotros les demos algo que beber.

—¿Y cuál es la diferencia de salir a beber al bar en un día normal a este?

—Que las personas te darán obsequios, ahora escucha—acomodó mejor su mochila en su hombro y se acercó a él—: Quiero un cappuccino de avellana y tres panecillos de piña... Tu fiesta de bebé será la próxima semana—dijo eso último casi inaudible.

—¿Qué? —frunció el ceño mientras escribía la orden en uno de los vasos—. ¿Por qué no el domingo? Digo, ese día es mi cumpleaños.

—Oh.... Mmhh—rascó su nuca—. ¿Cómo te digo esto?

Todo lo que quiero [ACR #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora