Capítulo treinta y ocho | Don't look back in anger (Último)

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—¿Crees que me veo muy serio? ¿Muy formal? —miró a ambos en el espejo intentando que ella hiciera algún gesto que le indicara que entendió pero no, Eleanor simplemente abrió la boca ante su reflejo en el cristal y poco después sonrió como si en verdad supiera que pasaba. Fred la acomodó mejor en sus brazos, levantándola un poco haciendo que su cabeza topara con la suya y suspiró pensando al mismo tiempo que ella movía sus piernas de arriba a abajo—. ¿Por qué no duermes? —preguntó—. Solo dormiste veinte minutos y si comienzas a llorar por eso tu madre me va a echar la culpa—enarcó una ceja—. No te rías... Siento que sufriré bullying por parte de ambas.

Alguien golpeó la puerta de su habitación, dos veces e hizo una larga pausa; después la golpeó de nuevo.

—Entra—dijo alejándose del espejo de cuerpo completo que estaba en la pared y que pertenecía a Oliver.

—Regresé—Sue se asomó, cerciorándose de que todo estuviese en orden y después entró por completo—: ¡La cambiaste! —cerró la puerta y fue directo hacia él con una sonrisa muy grande que obviamente iba para la pequeña que cargaba.

—Sí, no soy tan inservible—rio, entregándosela y Sue simplemente negó con su cabeza evitando reír. Revisó por última vez que el pequeño vestido rojo de Eleanor estuviese bien puesto y sonrió satisfecho por ello después de haber pasado casi media hora tratando de vestirla.

—¿Y tú estás listo? —preguntó, viéndolo por completo. Era Fred con jeans, zapatos cafés y una camisa azul marino; era como ver al Fred de todos los días pero ella negó con su cabeza—. Dobla las mangas de tu camisa—le señaló—. Átate los zapatos y si quieres verte menos hipster, usa tus lentes de contacto.

—Sí, mamá—canturreó, haciendo lo que ella dijo con su camisa.

—Es como tu introducción a la sociedad—bromeó—. Me siento como madre de una quinceañera.

—¿Qué es eso?

—No lo preguntes, pero lo tuve y lo más seguro es que mi familia quiera que Eleanor la tenga—la levantó un poco tratando de mirarle a los ojos—. Lo siento querida.

—¿Te refieres a cuando ella cumpla quince años?

—Es una tradición—se encogió de hombros—. En fin, ¿tienes preparado un discurso?

—¿Tenía que hacer un discurso? —se detuvo, analizando aquello y después siguió acomodando sus mangas con algo más de tranquilidad—. No sabía.

—Eso es obvio, digo, tienes que hablar en algún momento, ¿no? Me refiero a que, tienes que dar una explicación del porqué estás haciendo esto ahora. Así como invitar a que se interesen en tus obras, tal vez los convenzas de comprar algunas... No tienes nada, ¿verdad?

—Creo que pasé por alto ese aspecto y Beth me lo dije pero no creí que fuese importante.

—Tienes tiempo.

—¿En verdad crees que a alguien le interesa gastar su dinero y tiempo en esto?

—¿Cuándo aprenderás a dejar de menospreciarte? ¿Eh? Lo que sé de ti es que no buscas demostrar nada al pintar, solo lo haces porque te nace hacerlo. No comenzarás a ver tu arte como algo útil si no entiendes  de una vez por todas que todo arte es perfectamente inútil, pero las cosas inútiles solo sirven para eso, para ser apreciadas, e importan. ¿Sabes qué más son cosas inútiles? —enarcó una ceja—. Los sentimientos, pero importan, ¿no? Sentir algo es muy importante pero no te sirven para otra cosa que no sea para saber que estás vivo. Los grandes museos y todas esas subastas donde pagan absurda cantidades de dinero por un pedazo de sentimientos de un artista son la prueba de que algo aparentemente inútil importa.

Todo lo que quiero [ACR #2]Where stories live. Discover now