XVI. EL CUERVO AL GRAJO

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El ladrón despertó antes que el asesino, envuelto una vez más por el calor de su pesado brazo bajo las mantas. Empero, lo achacó a que, probablemente, había vuelto a soñar con la emperatriz y con su hija. Tras permitirse el pequeño lujo de disfrutar unos minutos de su tranquila cercanía, se deslizó como una sinuosa serpiente, colocando la almohada en lugar de su cuerpo para que Corvo no se despertara. Abandonó la cama, se vistió con el traje de cuero, cogió sus armas y se descolgó por la torre mientras el cielo todavía estaba encapotado y una cortina de agua cubría las calles y evitaba que la gente mirase hacia los tejados. Su intención era regresar antes de que el asesino despertara, aunque no sabía si lo lograría. Tal vez se ganaría otra bronca o un castigo por irse sin avisar, pero esperaba que el motivo de su paseo sirviera para aplacar la ira de Corvo.
En el camino vio a algunos funcionarios del gobierno pegando carteles en algunos muros, protestando sobre la inutilidad de su trabajo en un día como aquel. Desde detrás de una chimenea, Garrett se percató de que los coloridos trozos de papel húmedo llamaban a la audiencia adinerada a lo que parecía ser un baile de máscaras o algo similar. Picado por la curiosidad, el ladrón se deslizó por el callejón cuando los hombres se fueron y cogió prestado uno de los carteles antes de que se empapara tanto como para que se le desintegrara entre los dedos.

Lady Halging, una de las viejas más ostentosas y adineradas de Auldale (y víctima recurrente de Garrett) celebraba un baile en su mansión de verano, en pleno centro del barrio rico de La Ciudad. ¿El motivo? La celebración del Día de Cuervos, que precedía al inicio de la Estivalia. Y, al parecer, el juez Bloumount iba a ser el invitado honorario.

"¡DESENMASCARAMOS POR FIN

AL DESTRIPADOR DE DAYPORT!"

Garrett enarcó una ceja. Un curioso movimiento por parte de sus enemigos... Quizá tendría que alargar su pequeño paseo un poco más de lo que pensaba.

Regresó treinta minutos más tarde, justo cuando las nubes se retiraron un poco, dejando entrar el agradable sol a través de la cristalera del reloj. Se dejó caer tras saltar el alféizar de la ventana en silencio y se retiró la capucha húmeda de la cabeza. A la espalda llevaba un fardo abultado y a su presencia lo acompañaba un olor dulce a bollo, similar al que Corvo trajo el día anterior. Dejó su arco y su carcaj sobre la mesa, se bajó la bufanda de la cara y empezó a desabrocharse las correas de las botas. Bajó las escaleras desabrochándose la capa empapada, asomándose por debajo para ver si Corvo seguía durmiendo. No era así. Había estado buscándole por toda la torre, primero pensando que tenía ganas de jugar a algún tipo de escondite perverso, luego comprobando que se había largado a saber dónde. A comprar tinta, a delatarle, a reponer sus ganzúas, a venderle. Lo había apartado de su mente dando un manotazo literal al aire y se había entretenido arreglando unas fugas que la última lluvia había provocado en el sistema calentador. Cómo fue rápido, usó la mesa del trabajo y unos restos de cuero que encontró para trabajar en un pequeño proyecto que se le había ocurrido. Estaba en ello cuando apareció por la ventana, aunque le olió antes de verle. Un gorgoteo interno recordó al asesino que no había desayunado.

—¿¿Qué traes?? —exclamó con interés casi infantil.

—Depende—alegó el ladrón enarcando una ceja—. Si dices "Garrett, soy tu putita" te lo digo—. Esperó a ver la cara del asesino antes de reírse entre dientes y meter la mano en la bolsa de cuero, sacando la bolsa de papel humeante—. Es broma. Ten—. Se la lanzó para que la cogiera al vuelo. Le observó hurgar en la bolsa buscando los bollos como un crío ilusionado. El ladrón colgó la capa empapada de la barandilla de la escalera para que el escaso sol la secara más rápido—. También te he traído esto. No quiero que me sigas reventando la ropa—. Sacó dos bultos de su zurrón en lo que anduvo hacia Corvo. El olor a ropa nueva se mezcló con el de los bollos. El primer conjunto era parco y escaso en detalles, del mismo color grisáceo que casi todo el mundo llevaba en la Ciudad, de tela de buena calidad pero obviamente más ruda que el segundo conjunto. Éste último era más similar al traje que llevaba Corvo normalmente, al menos en corte y estilo, hecho en seda cara pero igualmente con mucha menos ostentación que la moda de las islas. Aún así, no se podía negar que era elegante—. No sabía cuál de los dos te iba a gustar, así que cogí prestados ambos. Agradéceselo a un tal Lord Phyton, gastáis la misma talla de hombros y cintura.

Lo que es tuyo, es mío [CorvoXGarrett] [Dishonored/Thief]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora