XI. BLOQUEO

351 25 32
                                    


    Tyvia fue la última parada de la ruta. La sala de reuniones del Gobernador era amplia y luminosa, abundante en maderas nobles y tapices. Muy a juego con el nivel de la compañía que tenía en ese momento. Corvo suspiró, apesumbrado.
    —Supongo que es su última palabra.
    Tanto el Gobernador como su consejero y el corregidor apartaron la mirada, incómodos. La mesa la completaban los dos mejores galenos de la isla, que fingieron interés en sus papeles.
    —Lo lamento, Lord. Protector—se disculpó el consejero—. Somos conscientes de cuánto ha hecho el Imperio por nosotros, pero nos debemos a nuestros propios ciudadanos. No obstante, si descubrimos algo, informaremos a Dumwall con presteza.
    —¿Habrá bloqueo?—quiso saber Corvo, yendo al grano.
    El Gobernador se revolvió en la silla.
    —Eso es información reservada para la Emperatriz. Está todo en la misiva que va a entregarle. Por otra parte, Lord Attano, no podemos evitar preguntarnos porque Lady Kaldwin ha enviado a su guardaespaldas y no a uno de sus diplomáticos.
    —Cuestionar las decisiones del Consejo no forma parte de mi trabajo.
    Estar allí, tampoco. ¿Cómo había podido estar tan ciego?

    Corvo dio un trago al té de hierbas que le calentaba las manos, con la mirada oscura perdida en el ajetreo matutino y distante de la Ciudad. En la calle se respiraba la humedad y el olor a petricor. En el cielo nubes plomizas prometían otra inminente tormenta. Estaba sentado en el borde de la ventana por la que Garrett acostumbraba a saltar, dándole la espalda al interior.
Garrett estaba dentro, entretenido con sus tareas hogareñas. Lo cierto era que el isleño debía reconocer que el birlo era limpio y ordenado, y dedicaba bastante tiempo a mantener la Torre dentro de su estándar de comfort, el cual seguía siendo muy bajo para él, más acostumbrado a los lujos que a la vida callejera.
    Apenas sí habían hablado más de lo necesario después de la charla que tuvieron la noche anterior en el cementerio. Durante el paseo de regreso (bastante más tranquilo que la persecución que habían protagonizado), no tardaron en comprobar que el número de guardias en las calles se había multiplicado notablemente, y que la patrullas y los ojeadores se habían puesto de acuerdo para abarcar el máximo radio posible.

    Tal y como había augurado el ladrón, la Ciudad se volvió más espesa de recorrer desde el pregón del día anterior. Por doquier los carteles con la máscara de Corvo empapelaron las paredes y los rincones, superponiéndose incluso a los viejos carteles de búsqueda de Garrett. Las campanas de los pregones y las voces ya pronunciaban con miedo el nombre del Destripador de Dayport, así como el de Corvo Attano: un nuevo monstruo de pesadilla con una máscara terrorífica que los asaltaría durante las noches para desmembrarlos.
Si no fuera por el hecho de no ser el culpable, por una vez, de semejante acusación; el Monstruo de Dunwall se habría reído a carcajadas por la ironía de la situación. Empero, en vez de eso, Corvo no dejaba de darle vueltas a quién debía de estar detrás de aquel nuevo montaje. Pensar en el pasado, aquel del que había intentado huir al abandonar Dunwall, implicaba volver a abrir puertas en su corazón que llevaba meses intentando tapiar.
    Para empezar, hasta donde él sabía, no quedaba nadie vivo en Dunwall que pudiera hacerle una jugarreta así. Tan solo Doña Andrajos, los Dioses sabrían dónde se encontraría en aquel momento; pudo beneficiarse de la benevolencia del Monstruo de Dunwall. Y él tenía claro que ella no le haría una jugarreta así. La única hipótesis alternativa que se le ocurría era que Whitlock y el juez hubieran mantenido correspondencia con gente como Sokolov y Daud. Todos ellos tenían en común el haber bailado con la Primigenia de un modo u otro. Y, si Garrett estaba en lo cierto, cabía la posibilidad de que ellos también formaran parte de esa Orden de los Despertados sin que él hubiera llegado a descubrirlo. De ser así, no hubiera sido de extrañar que su nombre hubiera tomado forma de tinta en alguna carta. "Quizás pasé algún detalle por alto", se dijo. "Debería haber sido más inteligente y haber sospechado que este complot iba más allá del mar. Tal vez hubiera podido interceptar a esos Varen antes de salir de las islas". Y de haberlo conseguido, ¿los habría matado?

Lo que es tuyo, es mío [CorvoXGarrett] [Dishonored/Thief]जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें