XXIV. ÚLTIMO DESEO

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Corvo tuvo que cargar con el ladrón inconsciente por toda la Ciudad, con la pierna perdiendo una cantidad de sangre que le nublaba la vista cada pocos pasos. Su primer destino instintivo fue regresar a la Torre del Reloj, a la cual se teletransportó con esfuerzo, cargando al ladrón junto con sus cosas sobre las espaldas. Allí, como si esperara, la urraca lo recibió sosteniendo el su pico una caja de cerillas que decía:

"Nos movemos al viejo sanatorio de Moria. Nos veremos allí."

—Demonios... —Masculló con frustración. Ya había sido duro llegar hasta la Torre desde Audale, ahora encima tenía que cargar con el ladrón malherido y su tobillo destrozado hasta...

Tuvo que localizar el lugar mencionado en uno de los mapas del ladrón. Mas antes de marcharse, debía de hacerse con las reliquias para que Soraya Varen no las encontrara en caso de que le diera por buscarlas allí. Fue el Corazón quien se ocupó, latiendo de forma alocada, de descubrir la ubicación del medallón y del libro dentro de la Torre, hábilmente escondidos entre los mecanismos del gigantesco reloj. A punto estuvo de perder la otra pierna entre los engranajes para recuperarlos.

Intentó despertar al ladrón, pero éste siguió inconsciente. De hecho la pérdida de sangre también estaba haciendo mella en él, dejándolo cada vez más pálido y ojeroso. A parte, la improvisada venda de su brazo y de su torso no iban a aguantar mucho más.

Tras guardar las reliquias en su macuto, cubrió a Garrett con una manta y se lo cargó a la espalda, atándolo con una cuerda contra su cuerpo para que no se moviera.

Para pasar desapercibido por las calles, Corvo robó una barcaza cuando logró llegar a los canales que comunicaban con el puerto del barrio de Dayport. Se vio incapaz de seguir cargando con todo el peso y, aparte, supo que ahora los guardias vigilaban la zona con más ahínco debido a que estaban evacuando apresuradamente a todos los nombres de Audale que ahora se apelotonaban frente a las naves queriendo dejar la Ciudad. <<Es igual que en Dunwall>>. El recuerdo de la destrucción de su hogar le provocó sentimientos encontrados.

Se cubrió la cabeza y el cuerpo con la vieja tela sucia que cubría la barca y escondió al ladrón y el macuto bajo la manta, haciéndolos pasar por bultos de ropa o enseres. No le costó pasar desapercibido, el caos ayudó a que prácticamente nadie se fijara en él mientras atravesaba las calles llenas de muerte y violencia, contemplando de reojo algunos edificios en llamas.

Rozando el límite del agotamiento, Corvo dio cabezadas durante el trayecto, provocando que la barcaza chocara con las paredes de roca. Cuando abandonó por fin los canales, la espesa niebla del mar se los tragó. Las olas comenzaron a mecerlos, lejos ya del agua semi estancada. Arrullado por el lento vaivén y lejos ya de la amenaza de los guardias de la Ciudad; para Corvo el sueño se volvió una necesidad absoluta que opacó incluso la de sobrevivir.

Fue Erin, la urraca, quien dio el aviso sin necesidad de notas ni de que nadie la mandara a buscar ayuda. Cuando regresó, se mantuvo como mascarón de proa, vigilando la barcaza que se les acercó desde la isla. Graznaba si se acercaban y revoloteaba irritada si perdían el rumbo. Mas aún así, sus chirridos no lograron despertar a Garrett o a Corvo, tendidos inconscientes sobre el suelo húmedo de su inestable embarcación.

Al llegar al manicomio, la mismísima Reina de los Mendigos los recibió en el muelle. Se agachó lo que su edad le permitió cuando los tendieron en el suelo, examinándolos con su ciega vista, pasando las manos temblorosas sobre los cuerpos de sendos hombres. Empezó por Corvo.

—Las magulladuras de la pelea no parecen problemáticas —dijo a sus acompañantes con tono tranquilizador—. Pero esa herida en la pierna no pinta bien. Los cortes parecen profundos y no ha logrado evitar perder sangre con ese torniquete improvisado.

Lo que es tuyo, es mío [CorvoXGarrett] [Dishonored/Thief]Where stories live. Discover now