II. EL MONSTRUO DE DUNWALL

626 34 14
                                    

Corvo se puso los guantes para desatar el alambre de espino, arrancado varios quejidos al ladrón, quien sorbía el aire a través de los dientes cada vez que una púa se levantaba sobre la piel ensangrentada y encarnada. Desinfectó una gasa con el yodo de su botiquín y limpió los cortes meticulosamente. Garrett frunció el ceño hasta que se le marcó la vena de frente y se mordió el labio inferior para que la sensación abrasadora no le arrancara un gemido agónico. Tras vendarle los pies, y tras volver a amenazar al ladrón de que no intentara ninguna estupidez, procedió a abrir los grilletes. Corvo le permitió recomponerse, beber agua y probar su estabilidad al levantarse, la cual no fue mucha.

Acto seguido él se puso en pie frente al de mirada bicolor y le indicó que le mostrara las doloridas muñecas. Repitió la misma operación, si bien, Garrett mantuvo mejor la compostura frente al dolor. Ahora que podía verlos, examinó más de cerca y con más detenimiento los extraños brazaletes que rodeaban sus muñecas. Obviamente, sin atreverse a volver a tocarlos. Su ojo volvió a atravesar el metal y a ver los mecanismos internos. Estaban fuera de su compresión... De momento. Con algo de tiempo podría averiguar cómo abrirlos y cómo funcionaban, pero para eso necesitaba acceso a sus herramientas y dudaba mucho que Corvo fuera a permitir que se acercase a ellas.

—... Posees una tecnología muy particular-comentó, mirándole de reojo. Corvo seguía osbervándolo atentamente, con ese brillo deseoso en la mirada.

Cuando el asesino terminó el proceso de desinfección y vendaje de sus manos, recogió el botiquín y dejó al ladrón apoyado contra la pared. El reloj ya marcaba las dos de la madrugada.
Garrett buscó un mejor asiento sobre uno de los baúles desvalijados, cerrando la tapa antes de dejarse caer con suavidad. El dolor le atravesaba los tobillos al andar como si fuera una de sus flechas. Volvió a estirarse y a recolocarse los tendones de los hombros en su sitio, sin saber que, por encima de su hombro, Corvo observaba interesado sus movimientos felinos, incluso a pesar de estar herido. Sus movimientos eran sutiles, suaves, con esa clase de belleza natural y trabajada que solo podía encontrarse en los ladrones, los bailarines y las prostitutas caras.. La danza de la música, la danza de la espada, la danza del sigilo... Todo era un baile, a fin de cuentas: coordinación armónica entre el ojo y el músculo. Y Garrett la dominaba de un modo práctico, también resultaba estético. Erótico, a su manera.
Corvo se mordió el labio inferior, sintiendo un suave cosquilleo en su entrepierna. "Mis planes para ti están cambiando demasiado deprisa". Después de todo, el ladrón había sabido ganarle algo de terreno durante el interrogatorio. Había demostrado sagacidad, inteligencia y previsión. Cualidades admirables si no fuera porque en algún momento se volverían en su contra. No podía permitir que se creciera demasiado y se atreviera a jugársela en cuanto bajara la guardia. Corvo seguía estando en su territorio, así que las probabilidades de que Garrett le traicionara eran absurdamente altas, incluso con sus nuevos accesorios.

Con los brazaletes había cambiado una cadena por otra un poco más larga, nada más. Tendría que encontrar la manera de que esa atadura atrapase algo más que las manos del ladrón.

Corvo deshizo su mochila de viaje, sacando de su interior dos piezas de fruta. Melocotones de Serkonos, los dos últimos que le quedaban. Dejó uno sobre la mesa y le lanzó el otro a Garrett. El ladrón lo cogió al vuelo, a pesar del pinchazo doloroso en su muñecas. Le observó con un gesto de desconfianza mezclado con incomprensión.

—Deberías comer, será mejor para tus heridas-resumió, dándole él un bocado a su trozo de fruta, como demostrándole que no pretendía envenenarle con ella.

Bajo la atenta mirada del asesino, Garrett se llevó el melocotón a la nariz, oliéndolo, y lo observó como si le costara reconocerlo. "No veía uno de estos desde que era niño", recordó. Besó la piel peluda con los labios antes de morderlo. El dulce jugo rebasó las comisuras de sus labios y goteó por su barbilla, haciendo que tuviera que limpiarse con la mano. Una expresión de gusto se dibujó en su cara al paladear el sabor de la carne dulce.

Lo que es tuyo, es mío [CorvoXGarrett] [Dishonored/Thief]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora