Escribir tu destino

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Abrí los ojos y observé mi alrededor. Nada. Un blanco amarillento me rodeaba, dándome la sensación de que me hallaba en un lugar viejo y estropeado. Decidí levantarme para descubrir si mis sospechas eran ciertas. Toda la habitación estaba vacía, a excepción de una enorme puerta que cubría gran parte de la pared. Estas tenían un aspecto sucio debido a unas manchas oscuras que las salpicaban. Me acerqué a la puerta, que también parecía tan antigua como el resto de la estancia. No había otras salidas ni ninguna ventana a la que poder asomarme, así que me armé de valor y abrí la misteriosa puerta. ¿Qué me encontré? La misma habitación de la que había salido. ¿Cómo era posible? Era idéntica a la anterior, con el mismo blanco amarillento y las mismas manchas oscuras. Solo se podía percibir una diferencia: esta sala tenía dos puertas. Una de ella, en la que me encontraba, daba al primer cuarto. La segunda estaba justo enfrente, con el mismo aspecto viejo y carcomido. Me acerqué a ella, sintiendo que aquel momento ya lo había vivido. Tomé el pomo con una de mis manos y fue ahí cuando me di cuenta de otra diferencia: un cartel. Al contrario que en resto de la habitación, parecía reciente, con unas bonitas letras impresas en negro. Tras leerlo, no lo pensé dos veces y entré en la siguiente sala. Era la misma, aunque ahora las manchas marrones habían desparecido y en su lugar se encontraban líneas negras, suaves y preciosas, que formaban el dibujo más hermoso que había podido ver. Ahora ya no me sentía confusa ni asustada. Sabía por qué estaba allí. Cerré los ojos, sonreí y me dejé llevar. Primero escuché una melódica voz. Me recitaba bonitos versos que me invitaban a seguir adelante. Y eso hice.

Abrí puertas y puertas. Algunas eran cálidas como el verano y otras sombrías como el bosque más tenebroso; algunas eran divertidas comp un parque de atracciones y otras tan tristes que no podía evitar derramar alguna lágrima; alguna vez me encontré en un laberinto sin salida y otras tuve que escalar altas montañas.

No sé cuánto tiempo pude estar allí. Quizás un par de horas o puede que un  par de años. Tampoco importa demasiado. Para cuando llegué a la ultima puerta, había vivido las mejores aventuras y los romances más épicos, había llorado y había reído, y lo más importante: había descubierto mi mayor sueño.

La ultima habitación fue la más especial. La voz no sonó aquella vez; en su lugar estaba una chica. Llevaba el pelo largo, rubio como el sol y tenía los ojos azules como el mar en calma. Me miró, sonrió y me tendió la mano. Abrió la boca y me sorprendió escuchar a mi propia voz decir:
—Has vivido aventuras inimaginables. Ahora tú debes escribir tu propio destino.

Desde que ocurrió aquello, no podía estarme quieta. Han pasado 55 años y aún lo recuerdo como si fuera ayer. Quizás si no hubiera leído aquel libro, ahora sería científica o abogada, quizás ahora viviría en una ciudad ajetreada con gente que vivir vidas ajetreadas, siempre leyendo la misma página en su historia.

Espero que tú, querido lector, sepas pasar página en los momentos malos y subrayar los momentos buenos. Espero que tú, querido lector, sepas escribir tu propio destino.

N/a: Con este texto quiero conmemorar el día en el que nos encontramos, el día de nuestros amigos los libros, los escritores, los editores, los traductores, los ilustradores y todos los que trabajan y viven en este mundo. Yo acabo de entrar, y debo decir que espero quedarme aquí durante mucho tiempo.

He presentado este relato a un prestigioso concurso. No si quedaré la primera o la última, pero algo: pase lo que pase, ya he ganado. Estoy orgullosa de lo que he escrito, da igual que sea el mejor o el peor. He disfrutado escribiendo y eso vale más que cualquier premio. No me malinterpretéis; deseo más que nadie ganar ese concurso, pero no es lo más importante. Pase lo que pase, estaré feliz.

Gracias a todos, fugitivos, por esperarme, por ayudarme y cuidarme. Si estoy aquí, es gracias a vosotros. Sois los que animáis mis días malos y los que mejoran mis dias buenos. Lo sois todo. Jamás lo olvidéis.

—R.

AleatorioWhere stories live. Discover now