Capítulo 19

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Me levanto, estiro mis piernas y brazos, después salgo de la habitación para ir al baño, malditas necesidades. Al entrar me miro en el espejo, sólo puedo observar a una chica desgastada en él, una chica que por más que intente ser feliz, no lo logra; al menos no por tanto tiempo, pues la chica que miro en el espejo ha tenido más momentos tristes que felices. Me recargo en el lavabo y suspiro, mis ojos arden al intentar contener las lágrimas. Por más que intente ser fuerte y fingir ser feliz, termino derrumbándome y cada vez el golpe se vuelve más duro.

Termino lo que vine a hacer y salgo del baño. Al llegar a la habitación, abro el armario y cambio el pijama por un atuendo más presentable, no puedo salir en fachas con Alejandro.

Se escuchan gritos en la calle, me asomo por la ventana para curiosear un poco, me asombro al ver que mi madre es la que, junto con un hombre al que no puedo reconocer, discute acaloradamente. Me es imposible ver la expresión del hombre al tomar el brazo de mi madre, sólo noto la expresión de miedo en el rostro de ella, que no dura mucho tiempo pues le da un manotazo y le dice algo que no logro entender. Saca un sobre de su suéter y lo lanza al hombre, él aplaude, se aleja y mi madre se acerca a la entrada de la casa.

Salgo de la habitación y corro por las escaleras hasta llegar a la sala, donde mi madre reposa, luce pálida y nerviosa.

—¿Quién era el hombre de afuera? —inquiero.

—¿Cuál hombre? —Enciende el televisor.

—No te hagas la tonta —digo molesta ante su evasiva.

—No me hables así, Evolet. Soy tu madre, no ninguna de tus amigas. —Sigue mirando la tele.

—¿Quién era? ¡Responde! —Me paro frente al televisor, obstruyendo la vista de mi madre.

—Soy una adulta y no creo que tengas el derecho de cuestionarme algo. No cuando ayer llegaste a la hora que se te antojó. —Ahora la enojada es ella.

—Ayer te pedí disculpas —suavizo la voz y meneo la cabeza—. ¡No cambies de tema! ¿Quién era?

—Un compañero de la editorial, ¿contenta? Ahora ve a darle alimento a Kira, el pobre debe tener hambre.

Dejo de molestarla, aunque no le creo nada, ¿un compañero de la editorial? Me quiere ver la cara de tonta.

Voy a la cocina por el alimento de Kira y pongo un poco en su tazón, él se acerca de inmediato y me ronronea, me pongo en cuclillas frente a él.

—¿Quién es el gato más lindo del mundo? —digo con más ternura de lo habitual.

«Yo lo soy»

Retrocedo de inmediato y pierdo el equilibrio, ¿qué demonios fue eso? Que voz más aguda, ¿acaso Kira es mágico?

Kira maúlla y comienza a comer tranquilamente, me doy golpecitos en la cabeza y miro al gato incrédula por lo sucedido.

—¿Qué haces tirada? —pregunta mi madre al entrar en la cocina.

—Nada...

Me levanto de inmediato, definitivamente estoy loca, lo admito, ¿qué sigue?, ¿ver unicornios volando por mi habitación?

­—Toma cereal, ¿a qué hora vendrá Alejandro? —Saca leche del refrigerador y la pone en la mesa.

Miro el reloj de la cocina, marca las nueve y media de la mañana. Tomo el cereal de la alacena y me siento a la mesa.

—No debe tardar.

Mi madre pone una taza y cuchara frente a mí y procedo a servirme cereal. Lo como con toda la tranquilidad que me es posible, es decir, muy poca. Aún no olvido lo de escuchar al gato hablar, quizá soy la elegida de algún mundo de fantasía y por ello escucho voces...

Más allá de las palabrasOnde as histórias ganham vida. Descobre agora