Capítulo 10

357 43 6
                                    

Despierto sudando y con la respiración alterada, he tenido de nuevo esa maldita pesadilla

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Despierto sudando y con la respiración alterada, he tenido de nuevo esa maldita pesadilla.

—¿Por qué me dejaste? —pregunto a la nada, con lágrimas recorriendo mi rostro.

«Porque eres un estorbo.»

—¿En verdad soy tan mala?

«Eres un completo desastre, Evolet.»

Golpeo mi cabeza contra la cama, un poco fuerte, lo suficiente para marearme.

—Yo no quiero ser así.

Logro calmarme y dejar de llorar. Necesito despejarme, olvidar todo por un momento. Tomo mi celular. Marco el número de Samantha, contesta en el segundo tono.

—¿Evolet? ¿Por qué me hablas a esta hora? Es decir, ya son las once, pero me levanto a la una en vacaciones —dice con voz somnolienta.

—Es que, necesito salir, no quiero estar en esta casa. Sólo me trae malos recuerdos.

—Siempre directo al grano, ¿verdad? —Ríe.


—Es en serio Sam.

—Claro, ya entendí... ¿Qué hacemos? Espera, ¡Ya sé! ¿Aún tienes tu bicicleta?


—Sí, aún la tengo.


—Llegaré a tu casa en media hora, prepara tu bicicleta y ponte ropa cómoda —dice y cuelga.


Bah, sólo quería caminar un poco, hace mucho que no uso la bicicleta.

Después de unos minutos tengo todo mi atuendo deportivo, al menos aún me queda. Kira está dormido en su cama, ya ni él me quiere. Salgo trotando del cuarto y bajo las escaleras corriendo. Entro a la cocina y me estiro un poco.

—¿Qué, por qué haces eso? —pregunta mi madre, frunce el entrecejo mientras lava unos platos.

—Voy a salir con Sam, iremos en bicicleta.

—¿Quién te dio permiso? —Continúa con su labor.

—Bah, ¿puedo salir con ella? —Me acerco a la mesa a tomar un plátano.

—Sólo porque es con Samantha. —Se acerca a la estufa y coloca un sartén en ella.

—Como sea, llega en media, ¿podrías hacer el desayuno rápido?

—¿Por qué? —Me mira.

—Porque tengo hambre.

—¡Eres una maleducada, Evolet! Ni siquiera sabes decir por favor. No te daré de comer, a ver qué te haces cuando regreses.

—Es estúpido que me digas maleducada, Tú me educaste, ¿recuerdas? Y no te preocupas, con esto tengo. —Le muestro el plátano que he tomado de la mesa.

—Haz lo que quieras —responde enojada.


—Conste que me diste permiso —digo divertida

Más allá de las palabrasWhere stories live. Discover now