Capítulo 8

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Al despertar por la mañana toco el colchón para comprobar que esta vez nadie me ha tirado de la cama

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Al despertar por la mañana toco el colchón para comprobar que esta vez nadie me ha tirado de la cama. Veo que Kira, sorprendentemente, está en su cama. Estiro mis brazos y bostezo. Me rasco la cabeza y me levanto para buscar el celular, reviso la hora. Doce en punto, vaya que dormí. También me doy cuenta de que tengo una llamada perdida, pero de un número desconocido. No le tomo demasiada importancia y bajo a desayunar, mi estómago ruge un poco.

—Buenos días, Evolet. Ya está el desayuno —dice mi madre a manera de saludo.

—Buenos días. —Me siento frente a la mesa, mi madre se acerca y sirve huevos revueltos.

Inmediatamente los llevo a mi boca con la ayuda de una cuchara. Ella se sienta frente a mí y también empieza a comer, pero después de un par de bocados empieza a hablar.


—Las inscripciones son mañana a las diez. ¿Ya has decidido que estudiar?

—¿Por qué tanta insistencia con eso? —pregunto con la boca llena.

—Porque no quiero que seas una inútil, no te voy a mantener toda la vida.

La observo.

—Pues, quizá algo relacionado con química. O algo de ciencias. Incluso podría entrar a medicina. —Revuelvo la comida con la cuchara.

—Bien, tienes hasta mañana para pensar. Espero que todo salga bien. —Sigue comiendo.

—¿Ya sabes cuáles son los requisitos?

Termina su bocado y sonríe.

—¡Claro que lo sé! Y ya tengo todo listo.

Sigo comiendo, ya no vuelvo a hablar durante la comida. Al terminar lavo mi plato y voy a la sala. Me siento al lado de Kira y pronto él se acurruca en mis piernas. Tomo el control remoto y enciendo la televisión. Pongo el canal de películas de terror y comienzo a ver la que se está transmitiendo.

A mitad de la película tocan el timbre, mi madre sale a ver quién es y comienzo a escuchar la voz de un hombre. Antes de poder reaccionar y adivinar de quién es la voz, el propietario aparece frente a mí.

—Buenas tardes, Evolet, me tome la libertad de traerte esto. —Me entrega lo que tenía escondido atrás de él.

—Oh, es un Helianthus annuus.

Me observa confundido.

—¿Un qué?

—Un girasol —digo riendo.

—Ah. —Se toca la cabeza.

Permanecemos en silencio por un rato hasta que él lo rompe.

—Ayer te hablé, para salir. Supongo que no respondiste porque no conocías el número.

Lo noto nervioso y me doy cuenta de que mi madre nos observa desde la puerta.

—Ah, lo siento. Me encantaría salir contigo, pero mi mamá no me deja. —Me encojo de hombros fingiendo tristeza.

Más allá de las palabrasWhere stories live. Discover now