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SE HALLABA EN EL SUELO; SUS BRILLANTES cabellos dorados se habían secado y cubrían parte de su rostro. Los párpados se elevaron con lentitud, descargando el celeste de sus ojos sobre la hierba húmeda. Desde ahí podía escuchar el vaivén de las aguas que se encontraban tan cerca, que pudo sentir leves regueros de rocío en su cara.

La chica se incorporó y echó un vistazo a su alrededor. No había nada más que vegetación; helechos altos y brillantes se removían de un lado al otro, acompasados por el viento nocturno. La luna dibujaba su perfecta silueta sobre el lago apacible y los animalillos ronroneaban por los rincones, creando una maravillosa atmósfera de paz y sosiego.


Melissa vislumbró un angosto camino a lo lejos; los pies humanos ya no transitaban por su vereda, pero ella recordaba bien que, si caminaba lo suficiente hacia esa dirección, muy pronto se encontraría en la entrada de un pueblito, hermoso y pintoresco.

Nunca olvidaría los bellos momentos vivido en ese lugar, junto a su hermano mayor; aquel a quien había abandonado cuando su carrera artística comenzó a tomar impulso. Aún se sentía terrible por haberlo hecho, y comprendía a la perfección que ella misma se había forjado el vacío en el que se había convertido su existencia.

De pronto, al recordar lo acontecido en la cima de aquel viejo edificio, la actriz dio un respingo y comenzó a tantear su propio cuerpo en busca de heridas.

Nada.

Se encontraba en perfectas condiciones. Aún de rodillas, se aproximó a la orilla del pequeño lago. Tal vez encontraría en su reflejo algún indicio de que en realidad estaba muerta.

Al asomarse, la chica reconoció en aquel pozo oscuro su propio rostro manchado por lágrimas negras que el maquillaje había dejado impresas en sus mejillas. Tenía el cabello despeinado y cubierto de lodo, los ojos se encontraban tan inflamados, que difícilmente sería reconocida por sus seguidores.


Ella, que sonreía frente a las cámaras bajo flashes y disparos de luces multicolores; que se exaltaba a sí misma con los aplausos y cumplidos de la embravecida muchedumbre que extendía los dedos hacia su estilizada figura.

Había sido perfecta en todo sentido, pero ahora se daba cuenta de que aquella aparente perfección y belleza no la representaban en absoluto. En esos instantes su imagen externa no podía ir más acorde a lo que sentía por dentro.

—¡Vaya! Veo que tu imagen te ha impactado. Me alegro.

Aquella voz.

La joven volteó en un parpadeo. Era él, sentado sobre el césped. ¿Acaso había estado ahí todo el tiempo?

—¿Quién eres tú? —atinó a preguntar.

Reishack la miró entonces; sus ojos de hiel asustaron a la chica, quien sintió un vuelco en el corazón tan solo de verlo. Al profundizar más en ellos pudo percatarse de que carecía de iris. Solo podía distinguirse aquel intermitente y agrio color violeta que resplandecía con una belleza exótica.

El ángel no contestó de inmediato. Se había enfrascado en una contemplación absoluta.

Sus ojos podían escrutar a grandes distancias, sus sentidos se encontraban tan elevados—al menos cuando podía tenerlos activos—, que el desperdiciar el tiempo respondiendo las absurdas preguntas de esa mujer le parecía aburrido en extremo.

—¿Qué haces aquí? —continuó ella—. ¿Cómo has podido salvarme? Estábamos a un palmo del suelo cuando... —No quiso recordarlo. La sensación de los brazos de Reishack apretando su cuerpo la estremecía por completo. La hacía sentir extraña—. No, no pudimos haber sobrevivido. Eso es prácticamente imposible. O será... será que, ¿estamos muertos? ¿Es que esto es un sueño?

Reishack - El último ángel de la muerte prematura [Serie Reishack 1]Where stories live. Discover now