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HABÍA ALGO EN LOS ALREDEDORES QUE LE producía cierta desconfianza

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HABÍA ALGO EN LOS ALREDEDORES QUE LE producía cierta desconfianza. En esta ocasión, los sentimientos de su víctima —tal y como él llamaba a sus inocentes— eran demasiado refinados, quizás muy bien actuados, pero irreales.

Reishack llegó enseguida a la conclusión de que ese dolor que sentía recorriendo su cuerpo, despertándolo de su letargo, era demasiado para un simple humano.

Aguzó un poco más la vista, preparándose para lo que viniera. Se sentía aburrido y cansado.

En esos momentos hubiese deseado poder merodear por las callejuelas y carreteras despobladas. Andar sin un rumbo fijo entre las plazuelas y ferias de los pueblos mexicanos; quizás contemplar los rayos solares tras la nubosidad de un amplio cielo; sentarse un par de horas a degustar la belleza de los arrecifes en cualquier isla desierta; o embeberse del maravilloso paisaje de los lagos Pokhara.

Habría dado cualquier cosa por ser capaz de mandar sobre sus actos, por no sentirse más como un muñeco a merced de un titiritero diabólico. Pero era imposible. En lugar de eso, el panorama que lo recibía no era más que un oscuro y pútrido callejón de Nueva York, con su absurda atmósfera habitual y el aroma a fastidio revoloteando por los alrededores. Lo único medianamente bello aquella noche de agosto era la luna, que se asomaba impávida sobre los edificios.
Echó una lacónica mirada a su alrededor: una ola de cemento y asfalto parecía querer engullirlo y llevarlo a las entrañas de un espacio monocromático repleto de inmensos edificios.


En ese instante, el sonido metálico de un bote de basura rodando en su dirección atrajo su atención. El ángel lo esquivó con facilidad y, al buscar con furia al causante de tal ataque, la vio; se trataba de una chica aferrada a las escaleras de emergencia del viejo edificio. Esta, al notar que tenía la atención del ángel, comenzó a subir con rapidez.

Reishack permaneció en su sitio, siguiéndola con la mirada. Metió las manos en los bolsillos y esperó paciente a que la chica hiciera lo suyo.


Cuando la joven llegó al punto más alto, extendió los brazos y, cerrando los ojos, dio media vuelta y se arrojó al vacío. No titubeó ni un segundo al lanzarse. De hecho, parecía ansiosa por perder la vida de una buena vez.

El ángel prematuro mostró una mirada fiera, dio un paso al frente y, elevándose por los aires, cogió a la joven por la cintura y la arrojó contra la pared del edificio adyacente. La chica dejó escapar un pequeño alarido y lo miró con fijeza a los ojos, pero no existía nadie en el mundo capaz de sostenerle la mirada, de manera que la desvió al instante.

—¡¿Qué pretendes hacer?! —cuestionó él aún sin soltarla.

—Tú... tú sabes a la perfección lo que pretendo y tienes que hacerlo. Es tu deber, yo sé que tus votos te obligan a llevarme contigo.

Reishack la apretó contra la pared, pero en esta ocasión la joven no pareció sentir dolor alguno.

—¿Es que no sientes mis intensas ganas de morir? Son sinceras y lo sabes. Así que hazlo, ¡mátame!

Reishack - El último ángel de la muerte prematura [Serie Reishack 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora