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ITALIA ELEVÓ LA VISTA Y DIO UN salto de alegría al ver el cuerpo inmóvil del dragón sobre la alfombra ardiente

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ITALIA ELEVÓ LA VISTA Y DIO UN salto de alegría al ver el cuerpo inmóvil del dragón sobre la alfombra ardiente. Pero no lograba encontrar al príncipe por más que alargaba el cuello y hacía mil maromas arriba de la colina.

Reishack alzó la vista en dirección a ella e Italia, al encontrarse con aquella mirada adusta, sintió que el corazón le daba un vuelco dentro de su pecho. Se quedó muda, impávida. Mientras lo observaba volando hasta su dirección, como un ave rapaz dirigiéndose a su presa, sentía que el aire comenzaba a faltarle sin poder olvidar el beso que le había plantado en los labios.

—Esta espada es impresionante. ¿En dónde la hallaste? —su mirada volvía a ser fría e impenetrable.

Estaba hecho jirones, tenía el cuerpo entero lleno de heridas y magulladuras. Italia solo podía reparar en eso.

—Reishack, ¡mira cómo estás! ¡Tenemos que curarte! —exclamó Italia, angustiada. Extendió una mano hacia él y Reishack la miró, confundido, mientras que la joven se aseguraba de que estuviera bien y no tuviera heridas graves.

La primera reacción de Reishack en otro tiempo habría sido la de darle la espalda o reclamarle por su imprudencia y osadía, pero por alguna extraña razón no lo había hecho.

Estaba intrigado, y eso era malo en un ser tan ocioso como él. ¿Por qué Italia era así con él? Sí, lo había estado siguiendo durante semanas y quizá ya se sentía un poquillo familiarizada con él; o quizás en realidad se debía al hecho de que él era el único que podría ayudarla, en cuyo caso, la vampira solo velaba por sus propios intereses.

Reishack se inclinaba más por la segunda opción, aunque no podía creer que aquel ser se degradara tanto solo para conseguir la muerte. La inmortalidad no era tan mala. Bueno, lo decía un ser que había vivido apenas treinta y tres años, al cual le sucedían siempre cosas impresionantes y fuera de lo ordinario, como que un dragón saliera de la nada para devorarlo. Pero ¡vamos! ¡La inmortalidad no podía ser tan mala!

—¿Para un ángel como tú es fácil curarse? Me refiero a esas heridas tan feas que tienes en tus... bueno... en las, en esas alas —dijo Italia, sin saber cómo reaccionar a ciencia cierta ante aquellas hermosas y magníficas alas que jamás había visto en Reishack.

El ángel se vio perturbado por primera vez. Dio media vuelta y emprendió el vuelo.

—¿A dónde vas? —exclamó ella, todavía al borde de la colina.

El ángel no respondió, pero Italia pudo sentir una extraña descarga en la cabeza. De golpe, observó las fauces del dragón muy cerca de ella. Era la pelea entera que acababa de presenciar, solo que esta vez no la veía desde su perspectiva espectadora, sino desde la perspectiva combatiente de Reishack.

Se dejó caer hincada al suelo, mareada por aquellas imágenes, en especial, por aquella que quizás sería la causa por la que Reishack había emprendido el vuelo tan de repente. Acababa de ver a la hermosa lechuza que lo seguía a todas partes, herida y agonizando sobre el frío pavimento de algún edificio abandonado. Se levantó en un santiamén y comenzó la carrera. Tenía que estar presente. Sabía que aquella lechuza era especial para el ángel.

Reishack - El último ángel de la muerte prematura [Serie Reishack 1]Where stories live. Discover now