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Dedicado a Alexdigomas por incluir esta historia en sus recomendaciones por el mes de la herencia hispana y latina. Qué honor❤️🥺

«No tenemos mucho, pero nos cuidamos entre nosotros»

Astra

Cuando Cassian y yo éramos pequeños, asistimos a la misma escuela.

Solo había dos en South Rednett, ubicados en dos extremos del barrio. En aquel entonces, su papá no era el gigante que era en la actualidad, al contrario, la cabeza de South Rednett era otro hombre y Wex era uno de sus trabajadores. Se había hecho nombre entre las calles, pero no era quien tenía el control.

La primera vez que interactué con Cassian fue cuando teníamos ocho años. Ninguno de los dos era de los que hacían amigos con facilidad. Sin embargo, una mañana en pleno receso, unos chicos empezaron a meterse con él por lo delgado que era. Cassian intentó defenderse, mas ellos eran mayores. Mi instinto me gritaba que me fuera y evitara el conflicto, como siempre hacía, pero me pregunté, ¿qué me hubiera gustado que hicieran por mí si estuviera en esa situación?

Pude llamar a un maestro, pero lo que hice fue agarrar un canasto metálico de basura y aventarlo contra uno de los chicos y luego irme hacia ellos como un perrito rabioso. Yo no era muy fuerte, ni logré gran cosa, no obstante, el ruido que ocasioné fue suficiente para llamar la atención de adultos que detuvieron todo.

Ese día me suspendieron por una semana, y Cassian ni siquiera me dio las gracias. Continuamos sin hablarnos o saludarnos, como si nada hubiera sucedido.

Hasta que, dos años después, un grupo de chicos mayores empezó a fastidiarme a mí. Comenzaron con algunas burlas de pasillo debido a mis ojos o diciendo que no me bañaba porque siempre vestía la misma ropa, o «bromeando» con acercarse a mí como si quisieran tocarme. Una tarde, mientras me encontraba en un pasillo a solas con ellos y sin esperanzas de que alguien me ayudara, Cassian me defendió. Llegó sigiloso y se enfrentó a todos como si no tuviera diez años o como si la diferencia de edad no existiera.

Logramos correr antes de que algún profesor nos viera. Cassian me guio sin palabras por unas escaleras polvorientas y oscuras que nos condujeron al techo de la escuela. Se sentó cerca del borde y yo hice lo propio, sin saber cómo dirigirme a él. Quise darle las gracias, pero recordé que él no lo hizo conmigo dos años atrás, y yo era muy orgullosa, incluso a los diez años.

De todas formas, me senté a su lado y, al ver que le habían roto un poco el labio, saqué una servilleta de mi mochila.

—Toma —le ofrecí y luego señalé su herida.

Observó la servilleta sin interés, no obstante, la tomó y se la llevó a la boca. Hizo un pequeño gesto de dolor que luego intentó disimular.

—No tenías que hacerlo —murmuré.

Él se encogió de hombros, sin mirarme.

Me frustraba un poco que fuera incapaz de dedicarme una sola palabra. Sabía que podía ser muy elocuente, a veces presentaba cosas en clase y tenía una bonita voz, así como excelente forma de expresarse. Por lo que insistí.

—¿Te comieron la lengua los ratones?

Me miró de reojo y finalmente sonrió.

—¿Qué? ¿Te gusto o algo así?

—Claro que no —respondí de golpe, esquivando la mirada y sintiendo mis mejillas calentarse—. Aún nos queda la última clase, deberíamos bajar.

Arcadis: El juego ©Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon