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Dedicado a LilithFairchild ❤️

«La desventaja de enamorarse en estos juegos»

Cassian

Suponía que ir al exterior sería arriesgado, pero la preparación para el último juego me lo confirmó.

Nos incrustaron un chip rastreador en la nuca y nuestros trajes, sin importar los patrocinadores, eran mucho más resistentes que los de los juegos pasados. Por no mencionar el extenso protocolo de seguridad que Robin nos explicó y la cara de Maddox al despedirme.

—Te ves pálido —le dije.

Estábamos en el pequeño aeropuerto privado de Connektd, desde donde salían mayormente helicópteros y a veces naves más grandes. Como la que nos transportaría ahora.

—No quiere decir que no confíe en que lo harán bien —respondió—, solo recuerden su entrenamiento. Y si en algún momento ves que algo no encaja, pidan que los extraigan. Ahí afuera no nacen mártires.

Asentí. Maddox y yo no éramos de sentimentalismos y ninguno de los dos dio un paso para abrazarnos o algo parecido. Quería creer que, pasara lo que pasara, él sabría que estaba agradecido con el tiempo que se tomó para entrenarme.

Tras darme vuelta, me subí a una nave de corte militar. Tragué saliva con fuerza y me senté. Nos iban a llevar en tres rondas —un miembro de equipo por ronda— y nos soltarían a cada uno a distancias alejadas del otro, para que no hubiera enfrentamientos tan temprano y para que nos tomara suficiente tiempo a los equipos encontrarnos. De hecho, Astra ya se había ido.

¿Cómo sería? ¿Estaríamos a salvo como nos prometieron? ¿Y si no lográbamos reunirnos los tres? ¿Y si nos mataban en el proceso de encontrarnos? Sacudí esos pensamientos y procuré blanquear mi mente. Un paso a la vez.

La nave despegó y me brindó la vista de Harlax al amanecer: los pequeños edificios de Tektown, los rascacielos del centro de la ciudad cubiertos de vidrio y que brillaban con el sol tempranero, las granjas en la lejanía, y muy al fondo, los sectores más pobres y sucios, como una mancha en una fotografía casi perfecta. Sobrevolamos el muro de concreto que protegía la ciudad, tan grueso como imponente. Me pregunté si personas del exterior habrían intentado entrar o si existían pasadizos.

Al salir de Harlax, no había nada. Campos verdes y sin tocar bordeaban una parte de la ciudad hasta que empezaba un denso bosque. Vi montañas a lo lejos y una represa de agua.

Comenzamos a volar encima de una ciudad, o lo que parecían escombros y restos de una. En Harlax nunca nos explicaron la historia del exterior, pero aquella nueva ciudad parecía haber sido víctima de una guerra que la destruyó por completo. A medida que fuimos descendiendo, noté que, en los bordes más cercanos, se levantaban las cercas electrificadas que nos había mencionado Robin. No entendía cómo en tan poco tiempo habían acondicionado aquella ciudad para el tercer juego, pero no me quedaba de otra más que confiar.

El primero en lanzarse de la nave fue Flynn, uno del grupo de Graham. Después me tocó a mí. Con Robin dándome indicaciones a través de los audífonos, me acerqué a la puerta y miré hacia abajo, sintiendo el vértigo consumirme. La nave no aterrizaría, sino que me tocaría lanzarme y, en el proceso, se abriría un paracaídas que me ayudaría a aterrizar donde yo le indicara a Robin. A pesar del nudo colosal en mi estómago, cerré los ojos, y tras un paso, mi cuerpo estuvo en el aire. No podía permitirme que me vieran vulnerable porque mis reacciones estarían siendo grabadas.

Aunque tenía miedo, en el proceso de caer, me di cuenta de que por primera vez en años me sentí realmente libre. A pesar de que todo estaba jodido con mi padre, con Astra, y era probable que no saliera vivo de ahí, la inyección de adrenalina fue tan grande que no pude evitar sonreír.

Arcadis: El juego ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora