Fase 1: El anhelo de encontrarte

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- No por favor - suplicaba María a una extraña mujer de ojos grises, grandes y demoniacos que la miraba con la sonrisa más sádica que nunca antes había visto - mátame a mí pero a él déjalo tranquilo - insistía sintiendo el corazón acelerado mientras observaba a su lado a un hombre tirado en el suelo de tez morena y ojos verdes que portaba un penacho de plumas coloridas y únicamente un taparrabos de piel de algún animal salvaje.

- Mayahuel... - pronunció entre quejidos el hombre notablemente herido quien fue acallado por la misteriosa mujer con otra patada en el rostro que lo dejó inconsciente. 

- ¿En serio morirás por él? ¡Sirve a los humanos! Y tú eres una diosa, ellos no te merecen - reprochaba aquella enorme fémina de rostro atemorizante - no te hemos aguardado por tanto tiempo entre nosotras para que sigas los pasos de este imbécil y sus hermanos, si esos seres tan insignificantes no hacen más que dañar, causar problemas y algún día terminarán con toda la creación

- Sí - Dijo sin discutir - Moriría por él porque conocí el amor a su lado y es algo que ustedes jamás experimentarán 

Aquel ser de terroríficas facciones esbozó una sonrisa  dejando a la vista sus afilados colmillos al tiempo que sacaba un puñal de un material brillante que fue directamente hacia María quien despertó envuelta en sudor y con el corazón aún más acelerado que en su sueño. 

- Vaya, otra vez - se dijo a sí misma tocándose el pecho con una mano y buscando el vaso de agua que siempre dejaba en su mesita de noche al que le dio un gran sorbo para calmarse y ver la hora.

Eran apenas las 7:00 de la mañana, tenía todavía mucho tiempo libre antes de ir a su trabajo en aquel bar del centro de la ciudad en donde apenas había ingresado una semanas atrás; tenía poco tiempo en el pueblo de San Cristóbal, se había mudado casi del otro extremo del país tras su último fracaso amoroso pues sentía que necesitaba un nuevo comienzo y un lugar pequeño donde casi siempre habían caras nuevas, era el lugar ideal a sus ojos para tenerlo: una ciudad pintoresca, sin grandes edificios donde aún se veían obras de teatro y los turistas invadían las pequeñas calles de jueves a domingo, por los demás días era todo tranquilidad con un clima casi siempre fresco, ideal para el café que era el producto estrella de su nuevo hogar. 

Tras una ducha y después de prepararse un ligero desayuno, María decidió ir al mercado a comprar algunas cosas para la despensa, tomó su bolsa de tela y salió del pequeño cuarto de renta que ocupaba también en el primer cuadro de San Cristóbal emprendiendo una caminata de treinta minutos que además le permitía ver día con día a los artesanos que se colocaban desde tempranas horas en algunos corredores turísticos que atravesaban el sitio, aunque pocas veces compraba algo, siempre se detenía a ver las novedades o saludar a quienes ya la reconocían por su paso constante al trabajo o el mercado hasta que ese día se topó con un nuevo y curioso personaje que en la acera sólo tenía un pequeño tapete color rojo y encima un mazo de cartas con un cartel a lado que decía: "Lectura de Tarot". 

- ¿Te animas, linda? - Preguntó un joven delgado de cabello negro azabache, largo y ojos miel con un atuendo que lo hacía lucir como un clásico hippie de los 60's quien estaba sentado en la acera fumando un tabaco mientras le sonreía ampliamente. 

- Jamás me han leído las cartas 

- Siempre hay una primera vez, ¿qué es lo peor que puede pasar? si no se cumple simplemente ya no volverás a creer en mí y probablemente te vuelvas escéptica en estas cosas y si se cumple ya tendré una clienta más - respondió seguro - mi nombre es Pablo, mucho gusto 

- María... ¿Y tarda mucho?

- Dependiendo de tus dudas

- ¿Y cuánto es lo que cobras?

En Todas Nuestras VidasWhere stories live. Discover now