Tiempo

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- ¿Por qué apagaste el teléfono desde ayer, Adolfo?

Matilde estaba notablemente molesta y aunque él no podía ver su expresión, se la imaginaba pues la conocía a la perfección: seguramente se estaba mordiendo los labios mirando hacia adelante como si lo tuviera en frente, con una mirada de asesina, la mano en la cintura y la otra sosteniendo un cigarrillo que encendió para relajarse. 

- Estaba ocupado

- ¿Toda la noche?

- Matilde no empieces por favor - Le pidió sereno, apenas estaba llegando a su Hostal "Qhia", pasó directamente a su habitación y se tumbó en la cama, a lado habían otras tres y una de ellas estaba ocupada aún - No quiero pelear ni que te hagas ideas, sabes que siempre te he sido honesto - Suspiró mirando al techo, aquello era verdad, pero nunca antes le había puesto el cuerno y sentía una ola de culpabilidad que le hacían dudar si debía serlo en esa situación.

- Pues dímela - Respondió ella con un tono de voz firme 

- No sé si quiero estar contigo - Soltó en voz baja, procurando no despertar al otro huésped en el hostal quien abrazaba a una compañera en la misma cama y apenas los cubría un par de sábanas  - No... no es de ahorita - Confesó - Me he sentido así desde hace algún tiempo, pero no tenía el valor de decirlo. 

- ¿Qué? - Su voz comenzó a quebrarse, evidenciando el llanto que estaba por aparecer - ¿Y se te ocurre decírmelo por llamada? Adolfo esto debemos arreglarlo en persona.

- Matilde lo he intentado, muchas veces, pero todo el tiempo estás pegada a este pinche aparato y no me escuchas. Ya no salimos, el sexo es una vez al mes prácticamente y parece que no valoras que llego después de las tres de la mañana del puto trabajo y aún así me levanto a las diez todos los días para acompañarte que con tu mamá, que al súper, que al gimnasio. Me tienes como un pendejo accesorio y cuando intento hablarte no te das cuenta. 

Se quedaron en silencio dos minutos con sabor a eternidad, del otro lado no se escuchaba nada salvo a Matilde tragarse los mocos procurando hacerlo en silencio 

- Lo siento - Dijo ella 

- Matilde, tengo qué preguntarte porque la duda me está matando, pero es que te conozco tan bien y sobre todo conozco ese lado tuyo enamorada que me ha hecho pensar... ¿Hay alguien más?

Otra pausa se hizo notar entre la pareja; A Adolfo se le fueron las ganas de dormir completamente y su corazón palpitaba a un ritmo acelerado 

- Sí - Confesó ella tras casi tres minutos - Aún no hemos llegado a nada sexual - Aclaró rápidamente 

- ¿Sexual? ¿Hasta donde...? ¿Quién es? - Reformuló su pregunta. 

- Gustavo 

Lo conocía, era uno de los trabajadores del periódico donde su mujer trabajaba; él era el chef encargado del comedor e incluso llegó a ir a su casa por convivencias sociales;  en algún momento notó las miradas de aquel hombre hacia ella pero confiaba tanto en Matilde que nunca se imaginó que se les pudiera dar, más le era imposible algún reclamo si unas horas antes él había estado con María.

- No me di cuenta cómo pasó - Intentó justificarse relajando su voz - Sólo nos hemos besado

- ¿Es con él con quien siempre estás hablando, verdad? - Volvió el silencio - No tienes que decir más... Matilde - Suspiró - Hemos pasado casi una vida juntos, creo que a ambos nos hizo falta vivirla y estamos a tiempo de iniciar esa nueva etapa. Claro que me hiere que hayas hecho eso, pero mi intuición me lo decía.

- ¿Estamos terminando?

- No lo sé... quizá. Necesitamos pensar muchas cosas. Yo... - Dudó en decirlo, en realidad no quería herirla, pero no quería omitir ninguna verdad - Anoche estuve con alguien - Se limitó a decir - Y me hizo darme cuenta que el amor que tenía por ti se extinguió hace tiempo Mati... 

- Tenemos que hablarlo en persona... ¿Cuándo regresas?

- No lo sé, quizá alargue un poco mi estancia

- ¡¿Qué?! - Preguntó eufórica - ¿Es por ella? ¿Y tu trabajo? 

- No pienso discutir eso contigo. Tú decídete y vive tu historia con Gustavo, vamos a poner en orden nuestros sentimientos y cuando regrese te aviso y hablamos. Sólo te pediré de favor que me mandes algunas mudas de ropa por paquetería. 

- ¿Vas a vivir allá o qué?

- Matilde... 

- Vale, me pasas la dirección y esta semana te las hago llegar.

Colgó. Adolfo posó su verde mirada en el techo aún recostado en la cama individual del hostal, afuera cantaban los pájaros y cerró los ojos para descansar y analizar un poco lo que acababa de suceder. 

En Todas Nuestras VidasWhere stories live. Discover now