Mayahuel DESPIERTA

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Tras la ducha y un desayuno ligero Adolfo acompañó a María a su hogar a cambiar su ropa por el uniforme del trabajo para después llevarla al bar donde la conoció: Mayahuel.

El ojiverde comprendió que nada era una simple casualidad, pues el nombre del lugar era el de su Diosa y ella aún no estaba enterada; se despidió de ella de un tierno beso en los labios asegurándole que pasaría por ella en la noche y que aprovecharía la tarde para también buscar empleo como mixólogo, pese a que sus hermanos tenían una considerable fortuna adquirida con el paso del tiempo, no le gustaba sentirse inútil. 

- ¡María! - Exclamó Carla al verla llegar - Honestamente pensamos que te tomarías el día

- ¿Por qué? - Preguntó la norteña con las mejillas sonrojadas - Mañana es mi descanso, puedo tolerar una desvelada más 

- Y bien... ¿Qué tal te fue con el chico de anoche? - Cuestionó su jefa acomodándose los lentes - Te ves cansada

- Bueno, quizá me desvelé un poco, pero en realidad la pasamos bien. 

Susana estaba ocupada curando los pulques del día: nuez, zanahoria con azúcar mascabado y pay de limón, era una ocasión especial a causa de que se aproximaba el día de muertos y aquel fin de semana comenzarían a llegar personas de todas partes de México y el mundo así que incluso ampliaron su horario a una apertura temprana, pero escuchaba atenta la conversación entre Carla y María. 

- En realidad me preocupa un poco que acaba de cortar con su novia de Monterrey, creo que incluso se iban a casar y me siento responsable

- Bueno, si te lo ocultó entonces está raro, pero si te lo aclaró desde el día uno entonces ¿Qué más da?

- En realidad me enteré en la primera mañana que estuvimos juntos porque ella lo llamó toda la noche y no pudo disimular, pero dice que eso tenía años muerto.

- No te ofendas amiga, pero lo que mal empieza... 

- Ya sé Carla - la interrumpió la Diosa en su vida número 1325 - Algo me dice que no está bien, pero por otro lado... jamás me había sentido así antes. Apenas lo vi, el corazón me latió rápido, como si quisiera avisarme algo y a la vez me sentía atraída de una forma sobrehumana hacia él, casi encajaron perfectamente nuestras manos y mi cuerpo rodeado por el suyo.

- Qué poética suenas - Dijo entre risas Susana de lejos - Ya mejor ponte a meserear, llegó un cliente.

- Ah... Sí 

María se colocó cuidadosamente su mandil negro encima de sus jeans, acomodó su cabello en una coleta y luego se cubrió con una gorra blanca con el logo del bar y se digirió a atender a su primer cliente: Un chico alto, delgado y de cabello largo y rizado, se encontraba viendo el menú digital en su celular y al levantar la mirada, María sintió un vuelco al corazón, aquellos ojos rasgados la hacían sentir familiaridad, pero tenía claro que nunca antes había visto a ese chico extraño, quien vestía una camisa de manga larga color gris y pantalón de mezclilla con tenis y una ligera chamarra de cuero.

- Bienvenido - Lo recibió la pelinegra - Mi nombre es María y seré tu mesera el día de hoy. ¿Ya sabes qué vas a ordenar o te doy cinco minutos?

- Quiero una cerveza oscura y algo de botana.

- Bien, en seguida 

Anotó todo en su pequeña libreta y se digirió a la cocina de donde agarró un pequeño plato de peltre azul en donde sirvió una buena cantidad de palomitas de maíz recién hechas por Carla. Sacó del refrigerador una Bohemia y se dirigió nuevamente a la mesa del chico de ojos rasgados, quien al sonreír dejó notar hoyuelos en sus mejillas, lo cuál le hacían ver aún más atractivo.

En Todas Nuestras VidasWhere stories live. Discover now