Mayahuel y Quetzalcóatl

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Pasadas las horas Adolfo salió a caminar por la ciudad para despejar su mente; seguía teniendo sentimientos encontrados respecto a Matilde y María. Era ilógico e irracional que en una sola noche la segunda chica le hiciera sentir más de lo que su ahora ex novia logró en toda su relación de más de 10 años. 

Al llegar al andador Del Carmen se detuvo a ver la venta de unas pipas artesanales hechas a base de madera con figuras de Dioses Aztecas y llamó su atención una con la forma de Quetzalcóatl, estaba muy bien detallado y pintado a colores vivos: verde, rojo y amarillo, con un pequeño cuarzo blanco en la frente de la deidad. Lo levantó entre sus manos y sonrió sintiendo cierta familiaridad.

- ¿Qué precio tiene? - Preguntó al vendedor de en frente, un hombre de mediana edad, musculoso de piel morena y cabello castaño con varias canas encima, manos anchas y bigote prominente a juego con su barba tupida

- 300 pesos - Respondió con una amplia sonrisa dejando ver sus dientes, algo amarillos y astillados, su voz era grave e imponente 

- Tengo 200 - Propuso el ojiverde confiado

- Esta bien, seguro lo demás lo usarás para estrenarla

- Gracias - Ambos soltaron una risa de complicidad y Adolfo sacó su cartera de piel para pagarle al comerciante, le entregó el dinero y tomó la pipa del Dios Azteca

- Tengo una hierba muy buena para que la estrenes - Propuso el vendedor 

- No estaría nada mal - No sabía porqué, pero aquel hombre le inspiraba confianza a pesar de ser mayor; a diferencia de casi todos los locatarios no lucía como un "hippie", su estilo era más sobrio, casi formal, con mucha elegancia y estilo portaba pantalones de vestir con una camisa fresca color azul y zapatos blancos impecables - ¿Se puede fumar aquí? - Preguntó algo apenado el turista 

- Sí, todos lo hacen "sordeado", pero qué incomodidad. Si quieres más tarde tendré una reunión en casa con mi hermano Pablo, tomaremos algo de Pox 

- Claro... ¿Viven lejos?

- Por San Cristobalito, subiendo todas las escaleras.

- Si quieres pásame tu Whatsapp y me mandas ubicación y les caigo

- No tengo teléfono - Dijo simple - Si quieres nos vemos a las nueve de la noche al pie de las escaleras y de ahí vamos 

- Vale... pues, gracias

No supo que más decir así que asintió con la cabeza en forma de cortesía y le dijo adiós con la mano para seguir con su camino, iba rumbo al mercado a buscar algo para comer y pensaba en porque aceptó esa invitación. ¿Acaso era San Cristóbal el lugar para conectar con desconocidos?

...

María no tenía ganas de salir de la cama, ni ducharse o comer. Una oleada de sentimientos extraños la invadían: mezcla entre tristeza, felicidad y culpabilidad que no la dejaban organizar sus pensamientos, el estómago revuelto por el único café que se tomó aquella mañana. Eran más de las tres de la tarde y sí o sí tenía que ir a trabajar, ¿después cómo pagaría la renta?

Con pocas fuerzas se levantó de la cama a cambiarse de ropa, guardó el cargador de su teléfono en la pequeña mochila rosa que su madre le había regalado antes de partir de casa, también un suéter por si refrescaba más tarde y antes de salir cerró con llave la puerta de su dormitorio dirigiéndose hacia "Mayahuel" a otro turno laboral, pero ahora el nombre del bar le daba curiosidad, nunca le había tomado importancia antes.

Llegó (como siempre) temprano, justo cuando las dueñas estaban abriendo las puertas y todas se saludaron de beso en la mejilla.

- ¿Qué te pasa María? Te ves... dispersa - Comentó Susana - ¿Es por el tío de ayer?

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