Vamos a intentarlo

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La noche fue rápida para María. El bar repleto de gente la ayudó a mantener su mente ocupada. Susana y Claudia la observaron toda la noche, estaban preocupadas por su amiga y trabajadora quien no paró en todo su turno a comer o descansar, se notaba realmente lo concentrada que estaba, pero para ellas era un foco de alerta porque generalmente estaba feliz, bailando o cantando, pero ni al músico Alan le hizo caso aquella noche pese a las canciones que le dedicó en el pequeño escenario ubicado en su terraza.

Al cierre del bar María se encontraba trapeando el piso mientras sus amigas acomodaban la cocina cuando la puerta de madera del local se abrió un poco.

- Lo siento, ya cerramos - Dijo la pelinegra en automático, sin levantar la mirada.

- ¿Me permite acompañarla para que llegue segura a casa?

Escuchó la voz de Adolfo sintiendo un vuelco al corazón, alzó la cabeza para verlo y estaba parado justo en la entrada, aún sin pasar, vestido como el día anterior pero evidentemente aseado y con un suéter diferente, parecía haberlo comprado ese mismo día pues era típico de la región. Sostenía en sus manos un ramo de rosas rojas, aquello derritió a la ojos miel. 

- Se enojará su novia - Respondió ella tajante, sacudiendo levemente la cabeza por pensar en las flores que lucían hermosas

- ¿Cuál novia? Si yo soy un hombre soltero y libre de compromisos - Sonrió, sin percatarse que Carla y Su estaban mirando la escena. 

- Eso no fue lo que me dijo esta mañana - Recordó María con un tono de voz sereno

- Si accede a que la lleve a su casa, para asegurarme de que está bien, podría escuchar la historia de cómo decidí quedarme.

Aquello la dejó fría. ¿Lo hizo por ella? Pensar en ello le daba terror, curiosidad e ilusión. 

Miró a sus amigas quienes estaban al pendiente de la escena y Sue asintió dándole permiso de salir así que se quitó el delantal para extenderlo encima de la barra, agradeciéndoles a sus jefas con la mirada y caminó hacia el ojiverde, quien le extendió el ramo el cuál ella tomó agradecida, colocándolo a pocos centímetros de su nariz para disfrutar de su dulce y sutil aroma. Adolfo le ofreció el brazo, colocó su mano en él y salieron juntos del bar.

- ¿Cómo te fue esta noche? - Le preguntó el regio

- Bien, realmente sólo estuve enfocada en el trabajo y se pasó muy rápido el tiempo... ¿Tú que tal?

Dudó un segundo, tenía demasiada información en su cabeza; sus hermanos le advirtieron que no le contara a María nada, pues su despertar tendría que ser más tranquilo, así que tenía que procurar actuar normal, humano, olvidar al menos un momento que era la reencarnación de uno de los Dioses Aztecas más importantes de la historia. 

- Dormí casi todo el día, luego me fui a pasear por el centro y compré una pipa que estrené con mis nuevos roomies. 

- ¿Nuevos roomies? 

- Si, he decidido quedarme - Anunció sin detenerse, ambos caminaban rumbo al Corredor Santa Lucía rumbo a la casa de la ojos miel 

- ¿Porqué? - Soltó ella curiosa y a la vez con miedo de oír la respuesta.

- Necesito un cambio de aires. Los de Monterrey están llenos de smog - Bromeó, lo cuál hizo sonreír a su acompañante - En realidad es que Matilde y yo hemos terminado - Explicó tras unos segundos - No es tu culpa - Se precipitó a decir - Me llamó enfadada porque me desaparecí anoche, la comprendo. Hablamos y admitió su engaño con uno de sus colegas laborales que por cierto conozco, me dolió un poco pero me animé a decirle porqué no le contesté anoche 

En Todas Nuestras VidasWhere stories live. Discover now