cuatro

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Juani

   Mezclaba todos los óleos para llegar al tono de sus ojos y no podía conseguirlo, parecía que su iris había inventado un nuevo color que era imposible de recrear. El pelo no me había costado nada a comparación de sus ojos. Era una tortura dar una pincelada tras otra y fracasar en todas.

   Un día a las seis de la mañana me desperté con la idea de retratarlo, a veces me inspiraba la gente y Francisco tenía un aura que no parecía terrenal, como si viniera de un mundo mágico donde no existía ningún mal. Cualquier artista visual hubiera querido tener un fragmento de esa esencia en un cuadro; pintarlo, entonces, no era un deseo, era una necesidad.

   Mi novia fue la primera en ver el cuadro en proceso el mismo día que lo empecé. Se paró al lado mío y estuvo unos segundos mirándolo.

―Me gusta, es distinto a todo lo que hacés ―dijo―. Parece un ángel.

   Me alejé unos centímetros y lo ví completo, realmente parecía un ángel y sabía que si conseguía llegar al color de sus ojos iba a ser mi mejor obra.

   Hacía tres días que estaba con esa pintura y dos semanas que no lo veía. La mañana siguiente a la tormenta se levantó y sin decir mucho se fué. Después de esa situación seguimos hablando casi todos los días y él me aseguraba que estaba todo bien entre nosotros, aunque cuando le proponía que nos viéramos me decía que estaba ocupado y me pedía perdón. Era una disculpa que no valía nada porque siempre iba seguida de una excusa poco creíble. Ni siquiera se esforzaba en inventar algo coherente.

   Yo era humano, por ende me dolía más que me rechazara a que me mintiera. Mi ego estaba un poco herido y enojado con él, sentía que era muy exagerado, que el hecho de que me hubiera acariciado el pelo una noche no significaba nada. Esa parte ególatra y poco sentimental, casi primitiva mía quería llamarlo y hacerlo sentir mal, decirle que no quería volver a verlo y que se olvidara de mí. Afortunadamente, en una capa más profunda también era artista y en ese lugar dominado por el alma, el ego no tenía lugar. Esa parte era la que movía mis articulaciones y lo dibujaba, la que buscaba que su magnetismo no fuera sólo efímero y que quedara para siempre en la sala de alguna galería de arte. Esa parte también fue la que, cuando lo llamé un sábado a las tres de la mañana, deshizo todos los insultos antes de que salieran de mi boca y por el contrario, me mostró vulnerable.

―Te pinté.

―¿A mí?

   Lo había despertado, lo sentía en su voz, pero de cualquier manera respondió con ternura.

―Sí, pero necesito ver tus ojos en persona, no puedo encontrar tu color.

―Ya voy.

   Un rato después llegó, no se había peinado y las ondas desprolijas le quedaban bien. No hablamos en el ascensor, creo que él seguía medio dormido, pero lo más incómodo fue cuando no dijo nada al ver el cuadro.

―Sé que te tendría que haber avisado antes porque es tu imagen pero fue un impulso creativo...

   Me interrumpió con un gesto de su mano y cuando lo ví a la cara, tenía los ojos vidriosos; el color que buscaba quedó en la profundidad de ese mar, y cada vez parecía más inalcanzable. Me abrazó y lloró con su cabeza en mi hombro, no se cuánto, pero sé que mucho.

―Es hermoso, gordis ―susurró y lo abracé más fuerte ―perdón por haberte evitado estos días.

―¿Por qué no querías venir?

   Se secó los ojos y me dijo que nos sentáramos en el sillón.

―Estuve estudiando mucho porque tenía que rendir recuperatorios, me la pasé yendo a entrevistas de trabajo y días de prueba en los que terminaba agotado, me siento triste la mayor parte del tiempo y venir a verte me hace olvidar de todo eso, pero al mismo tiempo me cuesta ser tu amigo. No tuve esa intención cuando te vi en el bar y mucho menos la puedo tener si me pintas un cuadro hermoso en el que parezco un ser mitológico ―me explicó y en otra ocasión esa última comparación me hubiera hecho sonreír, pero él estaba triste y un poco por mi culpa―. No sé si sos así con todos tus amigos pero yo siento que me estoy enganchando y vos estás de novio con una chica divina que tampoco se merece esto. Y sé que alejarme no fue la mejor solución, es que no sabía qué hacer.

   Me sentí tan mal que quise volver el tiempo atrás, no ir a ese bar, no conocerlo nunca. No entrar a su vida para ser una carga más.

―Perdón por no poder ser lo que querés ―le respondí―. No soy así con todos mis amigos, vos me haces sentir algo raro.

―¿Raro, cómo?

―No sé, me haces sentir más artista, conectar más con mi parte sentimental y quiero estar cerca tuyo.

―¿Por eso te gusta verme sólo de noche?

―Sí, de día reprimo mis emociones, a la noche soy más... frágil ―confesé y él apoyó su mano sobre la mía ―por eso quiero verte tan seguido, Fran. Te conocí sin máscaras, vos estás siempre con mi verdadero yo.

―No creo que ninguna máscara te haga parecer más linda persona de lo que sos.

―Puede ser que no, pero me hace sentir más seguro. Entiendo igual si no querés verme más, lo último que quiero es seguir desestabilizando tu vida.

―No pasa nada ―dijo, pero yo sabía que mentía y que pasaba todo. En ese momento sí ganó el ego y en lugar de cuidarlo y decirle que se aleje, me callé. No quería que se fuera y me dejara como recuerdo sólo un cuadro incompleto. Por suerte se levantó y agarró algunos pomos de pintura―. Vamos a encontrar ese color para que termines mi versión de Dorian Gray.

  Agarró azul, verde, gris y blanco. Lo ví mezclar todo mientras yo pensaba cómo cuatro colores se podían fusionar en uno dentro de su mirada. Nos llevó horas encontrar el balance justo de todas las pinturas. Fran se hacía rayas abajo de los ojos con las diferentes combinaciones para que las pudiéramos comparar y cuando por fin llegamos al color exacto teníamos pintura para hacer un mural.

   Completé lo que faltaba; él miraba y creo que contenía las lágrimas. Cuando la obra estuvo terminada las dejó fluir.

―Es lo más lindo que hicieron por mí, Juani ―me dijo en voz baja ―no sé cómo agradecerte.

―¿Te gusta pintar?

―No me sale tan bien como a vos pero sí, ¿por qué?

―Vení.

   Llevé la pintura que nos sobró hasta mi habitación y le dije que dibujara lo que quisiera sobre la pared donde estaba mi cama.

―¿Estás seguro? No quiero arruinar nada.

―Fran, estoy convencido de que tu color no se puede encontrar en ninguna paleta, es únicamente tuyo, ¿y crees que podría arruinar algo?

   Me sonrió, se arrodilló en la cama, agarró un pincel y empezó a dibujar en un principio flores y corazones, después de un rato, cualquier cosa que pasara por su cabeza.

―Pintá conmigo ―me pidió.

   Me acerqué a él y con otro pincel empecé a hacer garabatos. Hacía mucho tiempo que no pintaba tan tranquilo, sin tener que pensar en si mi arte se iba a vender o no, sin la presión de tener que lograr algo mejor que lo anterior. Esa noche solamente me dejé llevar por la inspiración que tenía adentro mío y sobre todo, por mi nuevo color favorito.

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muy fluff pero escribir sobre fran me da esas vibes 😭

nuestras noches; juani x franciscoWhere stories live. Discover now