ocho

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Juani

   No sé cuánto tiempo estuve llorando en la entrada del edificio de Fran. Quería explicarle tantas cosas. Para empezar, quería decirle que nunca le hubiera mandado el cuadro si hubiera tenido otra opción. Si me hubiera dejado aclararle al menos eso, que cuando quise cortar con Lola se enojó tanto que empezó a romper todo lo que encontraba por mi departamento, que mientras pasaba eso lo único que me importó conservar fue su retrato, que solamente se lo mandé para cuidarlo y no para deshacerme de él. Si hubiera podido decirle eso quizás las cosas habrían sido distintas. Pero me cerró la puerta y no se dió vuelta a mirarme ni siquiera una vez. Estaba seguro de que no me iba a llamar y que me iba a olvidar, lo que por un lado tenía sentido porque si realmente lo hice sentir de la manera en la que me dijo, me lo merecía.

   Llegué a mi departamento mucho más tarde, cuando la idea de que Francisco bajara de nuevo y me besara había pasado de ser una esperanza a una fantasía estúpida. Lola me esperaba en el sillón con una botella de vino. Había juntado los restos de los platos y vasos rotos, y había pegado con cinta mis lienzos.

―Sabés que todos los cuadros que rompiste son mi trabajo, ¿no? ―le dije, era consciente de que era tiempo y dinero perdido pero se lo mencioné como si fuera un dato que no tenía demasiada importancia.

―Perdón, mi vida, no medí las consecuencias de lo que hacía ―susurró, se notaba que estaba avergonzada y arrepentida―. Tenés los ojos hinchados, ¿estuviste llorando por eso?

   Negué con la cabeza, perder cosas materiales era mi menor problema en ese momento. Ella se acercó a mí y me dió el vino, el cual tuve que tomar de la misma botella porque ya no tenía vasos. Todavía seguía dando vueltas en mi cabeza lo que me había dicho Fran sobre hacer y deshacer los vínculos con las personas, y esa vez quise hacer las cosas bien aunque el miedo me presionara el pecho y me incitara a dejar todo como estaba.

―Lola, te voy a decir algo y quiero que lo entiendas.

―No quiero que terminemos, Juani.

―Es mucho peor seguir así, ¿preferís que estemos juntos únicamente por la costumbre?

―Hay sentimientos de por medio.

―Sí, yo te aprecio mucho ―dije y cerré los ojos para poder continuar porque mirándola era imposible―. Pero quiero estar con otra persona.

―¿Me estuviste engañando?

―Sí, perdón.

―Desde el día que te fuiste al bar solo, ¿no? ―Asentí―. Yo sabía, sabía que eras un forro y que estabas con otra.

―En realidad no estoy viendo a otra, siempre fue con Fran.

―¿Francesca, mi amiga? ―Gritó y por un segundo creí que iba a romper las pocas cosas que quedaban intactas.

―Francisco ―le aclaré rápido―. El del cuadro del ángel.

   Lo buscó con la mirada y por primera vez desde que lo saqué del departamento pensé que fue una buena decisión.

―¿Me engañas con un hombre? ―Dijo y no pude identificar la connotación con la que lo preguntaba, parecía sorprendida. Me sacó el vino y tomó alrededor de un cuarto del contenido sin frenar. Luego me miró y dijo―: ¿cómo pasó?

―No sé, es algo que sentí desde la noche que lo ví ―le expliqué, y como no se quedó contenta con mi respuesta, me tuve que explayar más―. Fran es una persona que si la mirás a los ojos te hace sentir que el mundo es un lugar mejor, y cuando se ríe te das cuenta que no conoce la maldad, entonces querés hacerlo reír todo el tiempo para que te haga sentir que las cosas lindas también existen. Y sobre todo querés hacerlo reír porque verlo feliz es lo más hermoso que te puede pasar, te llena de energía.

   Cuando terminé de hablar los dos llorábamos. Lola nunca dejó de tomar vino, supuse que había entendido que la ruptura era real y necesitaba procesarla pero después de unos segundos, me dijo:

―Nunca pensaste algo así de lindo sobre mí.

―Ni vos sobre mí. Creo que no hay muchas personas como Francisco ―la abracé y cuando nos alejamos la agarré con suavidad de los brazos para que me prestara atención―. Lo, necesito que entiendas lo que me pasa con él porque, como te dije, lo único que quiero es hacerlo feliz y últimamente no dejo de romperlo. Si apago su brillo, si arruino su esencia y lo convierto es un adulto común y corriente como yo, no me lo voy a perdonar nunca.

   Lola asintió y se quedó un rato más. Ella lloraba por mí, yo por Fran, por ella y creo que también un poco por mí mismo y por las malas decisiones que tomaba.

―Me voy ―me dijo cuando el cielo estaba empezando a aclararse, sacó de su cartera un sobre y me lo dió―. Cuando te fuiste y me dejaste sola el encargado trajo esto, pensaba ocultartelo pero creo que te va a hacer un poco más feliz, o un poco menos triste.

    Lo abrí, era una invitación a una exposición de arte en Mar del Plata. A un grupo de críticos les había gustado lo que hacía y querían que expusiera cinco de mis obras en una sala durante dos días.

―¿En serio no me lo ibas a dar?

―Era la idea pero no hubiera podido, aparte dice que podés llevar a un acompañante y pensé que si nos reconciliábamos podías llevarme a mí, por eso compré el vino ―se miraba las uñas cuando hablaba y me dió un poco de ternura y lástima―. Supongo que lo vas a invitar a él.

―Lo, no quiero que lo odies, él siempre me dijo que no tendría que haberte engañado, yo fui el hizo las cosas mal.

―Sí, por lo que decís de él parece que es difícil de odiar ―dijo―. No le voy a hablar de él a mis amigas, que te odien sólo a vos.

―Me parece justo.

   La acompañé a la salida y quizás nuestra despedida no fue tan emotiva como creí en algún momento que sería; simplemente un abrazo de menos de un minuto y verla caminar mientras se cerraba la puerta. Tampoco pude pensar tanto en ella y en lo que había pasado porque tenía que ponerme a pintar cinco cuadros nuevos, los que estaban rotos no me servían y el único que hubiera querido llevar ya no lo tenía. Lo que sí tenía era inspiración y dolor de sobra para pintar, lo tenía a él en mi mente, y tenía una parte de todo lo que era Fran y todo lo que amaba. Podría haber pintado mil cuadros esa noche para él.

   Le escribí diciéndole que había dejado a Lola y lo invité a ir conmigo a la exposición. No me respondió, un poco lo esperaba pero eso no hizo que me doliera menos. No sólo me quedaban menos de tres días para terminar los cuadros, sino también para encontrar la forma de que Fran volviera a confiar en mí.

nuestras noches; juani x franciscoWhere stories live. Discover now