siete

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Fran

   No podía dejar de mirar el celular cada dos segundos. Lo había silenciado para dejar de prestarle atención pero no podía despegarme de él. No entendía nada, el día anterior Juani me había dado una dosis de serotonina que creí que me iba a durar un poco más de veinticuatro horas pero ahí estaba; sentado en el piso del balcón fumando y tratando de no pensar en él con un poemario de Pizarnik que, paradójicamente, me hacía pensar más en él.

   Quería entender qué era lo que había hecho mal para que me estuviera ignorando, quizás fui demasiado intenso y lo asusté. Todavía tenía que aprender a no demostrar mucho mis sentimientos porque a la mayoría de las personas no les gusta. Eso me decía mi ex todo el tiempo, y parecía que tenía razón.

   Estaba enojado conmigo mismo, quería ser más frío, quería que me diera igual lo que hiciera él. Me hubiera encantado ser como esa gente que cuando los rechazaban salían, se acostaban con cualquiera y seguían con su vida. En lugar de eso, yo entraba en un pozo de tristeza del que me costaba mucho salir.

   Pensé en llamarlo porque por ahí no tenía internet, entonces entre a su chat y lo ví en línea. Otra de mis teorías era que iba a venir de sorpresa después de dejar a Lola, pero la descarté enseguida, el optimismo no me caracterizaba y conociéndolo a Juani, lo más probable era que no se hubiera animado a cortar con ella y seguro estaban durmiendo juntos. Esa idea me daba náuseas porque en el fondo sabía que era lo que había pasado, lo intuía.

   Fumé otro cigarrillo, leí otro poema, miré un rato la luna y la odié. La odié porque era suya, porque estaba ahí para recordarme que él existía, que estaba en todas partes. La vi brillar y pensé que sin el sol ni siquiera se vería. Juani me había dicho que yo lo inspiraba más que el sol y creí que era lo más hermoso que me habían dicho pero era mentira, por supuesto que era mentira. En su vida yo no lo hacía brillar.

   No quería pensar en nada más así que entré y me acosté diciéndome a mí mismo que me iba a olvidar de él. Un minuto más tarde me levanté a revisar un cajón de cosas viejas. Cuando volví a la cama lo hice apretando con las manos una carta del tarot: la de los enamorados, y con un cuarzo rosa debajo de la almohada.

   Creo que me gustaba mucho.
  
   Me despertó el timbre, había amanecido pero sentía que no había dormido nada. Bajé sin preguntar quién era, ya sabía a quién no iba a encontrar afuera. Un repartidor me hizo firmar una planilla y me entregó algo cubierto por una bolsa negra y un ramo de flores.

   Abrí la bolsa y contuve la respiración porque se me hizo un nudo tan grande en la garganta que no podía pasar el aire. Me había mandado mi retrato y supe en ese momento que sería el peor regalo que me iban a hacer en toda mi vida. Era un final, tenía que significar eso, que no quería nada más conmigo. Miré las flores, no tenían ninguna dedicatoria así que por más hermosas que fueran las tiré porque ya había sufrido mucho en mis relaciones anteriores como para meterme en una que me hiciera sentir de nuevo en una montaña rusa.

   Le escribí que no lo quería ver nunca más, a lo que me respondió "ya voy". Me enojé más, odiaba que creyera que podía hacer lo que quería conmigo. Pensé en dejarlo afuera pero hacía frío y se iba a enfermar por lo que lo dejé pasar a mi departamento. Sin embargo cuando me abrazó me quedé quieto mientras trataba de no respirar para no sentir su perfume.

―Perdón ―me dijo sin separarse de mí.

―¿A qué viniste, Juan?

―Dejame explicarte.

―No, dejame hablar a mí ―le pedí y me alejé un poco―. Primero, ¿te separaste?

―No, pero...

―Entonces no hay nada que tengas que hacer acá ―lo interrumpí.

―Fran, quiero estar con vos, de verdad. Es difícil cortar con alguien como Lola, quise hacerlo y no me dejó, me dijo que no iba a poder superarme y que no iba a volver a ser feliz nunca si cortábamos, ¿qué querías que hiciera?

―Para empezar, quería que no me ignoraras, me hiciste sentir muy mal; no quería que me regalaras un cuadro que te la pasabas diciéndome que era tu favorito; tampoco quería que me mandaras flores que no significan nada para vos ―él tenía los ojos llorosos y me destrozaba mirarlo, pero necesitaba decirle lo que me pasaba―. ¿Sabés cuál es tu problema, Juan? Que crees que podés hacer y deshacer los vínculos cuando se te canta. Lo haces con Lola, lo haces conmigo y probablemente lo hayas hecho con todas tus relaciones anteriores. Yo no quiero estar con alguien así. Me duele que un día estés para mí y seas la persona más hermosa del universo y al otro día hagas de cuenta que no existo.

―Siempre existís para mí, te pienso todo el tiempo. Necesito que me entiendas.

―Es que no lo quiero entender. Me decís que odias a mi ex y me tratas igual que él. Está bien, no me decís que lo que hago es una mierda, pero me haces sentir como si yo lo fuera.

―No me digas eso, en serio sos muy importante en mi vida.

―¿A todas las cosas que son importantes para vos las tratas como si fuera reemplazables?

―No, Fran. Por favor, escuchame.

―No te quiero escuchar. Estoy enojado y triste y no quiero decir cosas que te puedan lastimar ―le dije antes de abrir la puerta―. Dejemoslo acá por ahora.

   Ya no lo miraba porque él estaba llorando y yo necesitaba que se fuera para empezar a hacerlo. No recordaba la última vez que me había sentido tan mal, quería vomitar y llorar en la ducha hasta quedarme sin lágrimas. Entramos al ascensor y al escuchar sus sollozos tuve que luchar contra el impulso de besarlo, ignorar todo y dormir abrazado a él. Fue un alivio llegar a la planta baja y salir de ahí. Realmente no podía entender como priorizarme era tan doloroso. 

―Cuando te sientas mejor, ¿podés llamarme? ―Me preguntó, hablaba en voz baja por el llanto y evitaba hacer contacto visual.

―Sí.

―¿De verdad lo vas a hacer?

―Nos vemos, Juani.

   Cerré la puerta principal y no me dí vuelta para mirarlo ni una vez, no tenía fuerza para afrontar nada de lo que pasaba entre nosotros. Ni siquiera tuve fuerza para mantenerme de pie hasta llegar a mi departamento, me senté en el ascensor, abracé mis piernas y lloré tanto que lo tuve que parar porque hubiera sido demasiado humillante que subiera alguien y me viera así.

   ¿Cómo una persona en unos meses había podido convertir mi vida en esto? Le había dicho que el problema lo tenía él, pero no, el problema era yo que siempre elegía a personas que me lastimaban. Quizás lo hacía porque me quería muy poco a mí mismo. En ese momento me hubiera encantado volver a ser un niño por un rato y seguir creyendo en lo que me decía mi mamá, volver a pensar aunque sea por unos minutos que yo era demasiado bueno para un mundo muy arruinado. Pero sólo era un adulto que estaba cada vez más convencido de que estaba igual de estropeado que todo lo que estaba alrededor mío.

nuestras noches; juani x franciscoWhere stories live. Discover now