diez

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Juani

   Era una sala entera para mí y para mis cuadros. Los veía y no podía creer lo bien que quedaban juntos, eran armónicos y todos seguían un hilo a excepción de uno, mi favorito, que de alguna manera irrumpía dentro de ese orden volviéndolo mucho más interesante, tal como Fran había hecho con mi vida.

   El cuadro en cuestión era un lienzo pintado del color de sus ojos. La noche en que lo encontramos había anotado la cantidad exacta de los colores que mezclamos y guardaba esa información como si fuese oro. A los costados le había agregado paletas de colores verdes, grises y azules para dejar en claro que ningún color era igual al de él. Ese era el concepto de la pintura y no lo iba a entender mucha gente sin un contexto, pero no me importaba.

   Sabía que se iban a vender y que una parte de las vibras de Fran iban a estar en la pared de una casa, haciéndola mucho más linda, no obstante ese cuadro no podía entregárselo a nadie, era demasiado personal. Por eso antes de que empezara la exposición lo compré yo.

   Cuando empezó a entrar gente me sentí demasiado vulnerable, que vieran mis obras era similar a que vieran mi alma, no quería escuchar ninguna crítica negativa porque me la iba a tomar personal y sobre todo, porque estarían criticando una parte de Fran. Ni bien tuve la oportunidad subí a la terraza por una escalera de servicio y prendí un cigarrillo. No me encantaba fumar porque sentía que era una forma de destruirme pero esa noche lo extrañaba tanto que fumé y lloré con el mar de fondo. Todo hubiera sido muy diferente si las cosas estuvieran bien con él, si me hubiera acompañado quizás podría estar abajo con los demás; me sentía más valiente con su compañía. En cambio solo lo único que quería era esconderme. Los últimos rastros de esperanza que tenía los había dejado en la carta que le escribí, la que nunca me respondió. Con esa ausencia de respuesta, mi deseo de estar juntos se alejaba demasiado como para seguir corriendo atrás de él.

   Estaba en un estado de apatía constante, me hubiera gustado sentir algo más que miedo por lo que pensaran los demás, pero mi corazón estaba bastante vacío, y lo estuvo aún más cuando bajé a la sala nuevamente y solamente estaba mi cuadro. Los otros los habían vendido y sin embargo se sentía como un robo. Me paré en frente del lienzo que quedaba y lo miré durante un rato largo mientras pensaba si no era un error querer conservar algo que me recordara tanto a él. Lo miraba como si de alguna manera lo estuviera viendo a Francisco a través de la pintura y lamentablemente tuve que cerrar los ojos cuando escuché los pasos de alguien, no tenía ganas de socializar.

―Creo que tenés una obsesión con ese color, no está mal pero hay más lindos.

   En ese instante su voz me devolvió todos los sentimientos que creí que nunca más volvería a experimentar. Abrí los ojos, ví el color en su iris y fue mil veces mejor que cualquier lienzo. No lo dejé decir nada más, llevé mis manos a su cara, acaricié su piel con mis pulgares durante unos segundos y después lo besé. Él pasó sus brazos alrededor de mi cintura e hizo presión para pegarme a su cuerpo.

   Sin ser nuestro primer beso, lo sentí muy distinto a los anteriores, no era algo comparable a nada que hubiera vivido antes, era todo lo que había estado esperando sentir en mi vida condensado en sus labios y en su lengua.

   Me acuerdo que en medio del beso me pregunté internamente si la felicidad implicaba necesariamente un dolor previo, si para sentir algo tan hermoso primero había que sufrir mucho. Me lo pregunté pero no busqué una respuesta porque no me importaba, porque aún sabiéndola volvería a pasar por lo mismo si el desenlace era ese beso, que aún estando la sala sin sus cuadros hizo que se sintiera más completa que antes, él tenía ese poder de llenar cualquier vacío.

―Sos una obra de arte, Fran.

―Ya me conquistaste con la carta que me escribiste, no hace falta que me sigas diciendo esas cosas.

nuestras noches; juani x franciscoWhere stories live. Discover now