|1| Nozomu

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Kazuma Toudo simplemente no creía en el amor. No, demasiado dolor había pasado por su corazón. A sus veinticinco años ya había experimentado el matrimonio. El problema era que no había resultado. Había sido algo inevitable. Aunque hubiera intentado hacer algo... El desenlace hubiera sido el mismo. Después de todo, él era un simple camarero. Desde aquello, ocurrido cinco años atrás, Kazuma ya había dado por perdida toda su confianza en que el amor pudiera ser completo para dos. Tantas parejas felizmente casadas sin sospechar que su vínculo era tan frágil como un vaso de cristal. El más mínimo error y ese lazo que los unía se rompía sin dejar rastro. Claro que a veces la prueba de ese vínculo quedaba en los hijos, ¿pero eso significaba que hubiera amor? Podía recordar con claridad cómo su esposa se marchó. Ni siquiera quedó rastro de ella. Tampoco algo que probara que habían estado juntos. Simplemente no dio tiempo. Había sido todo demasiado precipitado.
Kazuma suspiró y se miró en el espejo una última vez antes de terminar de afeitarse. Aún tenía ese aspecto de poco cuidado. Sus ojos miel se mostraban cansados y su cabello castaño oscuro seguía queriendo ocultarlos. Aunque debía admitirse que tenía buena apariencia, ya que se ocupaba de estar al menos presentable. Tenía que hacerlo al trabajar de cara al público. Se enjuagó la cara y se peinó el cabello hacia atrás de la mejor manera que pudo. Terminó de vestirse, bostezó y empezó su trayecto hacia el trabajo con las manos metidas en los bolsillos.
La verdad es que no tenía muchas ganas de tener que lidiar con los clientes a una hora tan temprana, pero no podía hacer otra cosa. Un compañero estaba enfermo y él tenía que sustituirlo a falta de personal. Es decir, le tocaría hacer turno doble ese día. La sola idea de lo cansado que iba a estar después del trabajo sólo hacía que se cansara un poco más. Apenas había logrado dormir esa noche...
Volvió a suspirar sólo de pensar en ello cuando alguien chocó contra él. Kazuma se giró para ver a esa persona. Se trataba de un chico alto, de piel de porcelana, con el cabello de color blanco y muy corto, que cargaba una mochila negra y vestía una chaqueta blanca abrochada hasta arriba y pantalones a juego.
Se tambaleó buscando el equilibrio sin ser capaz de mirar a Kazuma a los ojos.
—¡Lo siento mu...! —Nada más ver a Kazuma su gesto se volvió de terror y empezó a correr de nuevo.
Éste frunció el ceño sin entender muy bien qué acababa de pasar. ¿Tanto miedo daba? Al girarse para continuar su camino, vio a varios hombres vestidos de blanco correr también en la dirección en la que se había ido el muchacho. ¿Qué demonios estaba pasando ese día?
Al llegar al restaurante se fue a los vestuarios y se puso su uniforme de camarero. Lo cierto es que por las mañanas solía estar tranquilo porque no iban muchos clientes, pero podía pasar que llegara alguno problemático, y no era demasiado agradable que lo primero que tuviera que hacer en el día fuera negociar con un cliente que se había levantado con el pie izquierdo.
Y así transcurrieron las horas. El día no sólo fue aburrido sino que, como se temía, tuvo que lidiar con un cliente borracho que estaba molestando al resto. No estuvo especialmente ocupado el resto de la jornada y quizá eso fue lo que provocó que se cansara un poco más. Se sentía desganado.
—¿Qué ocurre, senpai? —preguntó alguien al verlo prácticamente tirado sobre la mesa de la sala de descanso.
Kazuma se giró a verlo. Se trataba de Rei Himura, un chico de veintitrés años que había entrado a trabajar como camarero dos años atrás tras ser despedido de su anterior trabajo de repartidor de comida a domicilio. Era el único en todo el establecimiento que superaba en altura a Kazuma, y sólo era por un centímetro. Pero Rei, a diferencia de él, seguía teniendo el aspecto de un adolescente. Su carita, aunque masculina y nada delicada, era hermosa y aniñada. Su edad podría resultar confusa ante estos rasgos. Además tenía una apariencia sumamente cuidada: cabello cortado en su justa medida (ni muy largo ni muy corto), barba afeitada y un cuerpo propio de un deportista. Kazuma sabía que todo esto se debía en gran parte a que tenía novia. El muchacho estaba tan contento siempre e irradiaba tanta felicidad que era imposible que tratara de ocultarlo. Él también había sentido aquello durante su corto matrimonio.
—Nada. Me siento cansado. Anoche no pude dormir —respondió.
—Oh...
Rei no quiso decir nada más. Sabía por qué su compañero no había dormido nada pese a que quizá ni el mismo Kazuma se había dado cuenta. Los dos años que llevaba trabajando allí, en la misma fecha, había pasado algo similar.
Kazuma suspiró y se echó hacia atrás.
—¿Sigues con tu novia?
—¿Eh? —Rei se sonrojó de súbito—. Sí, sigo con ella. —Se formó una sonrisa tierna en sus labios—. De hecho... estoy por pedirle que se case conmigo.
Kazuma abrió los ojos de golpe y se giró hacia él.
—¿No deberíais esperar un poco más? Quiero decir, sois muy jóvenes.
—Aun así —dijo enterneciéndosele el rostro aun más—, ya llevamos juntos tres años. Creo que debería hacerlo. Me siento preparado.
Kazuma no dijo nada. Apartó la mirada y salió de la sala de descanso con la excusa de sacar la basura. Tomó la bolsa y la llevó al exterior del establecimiento hasta el contenedor. Por algún motivo, había mucho alboroto a esas altas horas de la noche y los mismos hombres vestidos de blanco de esa mañana corrían de un lugar a otro. Kazuma no pudo evitar fruncir el ceño y volvió a entrar en el restaurante.
—Himura-kun, ¿sabes si ha pasado algo hoy por aquí? —preguntó molesto por el hecho de no entender lo que ocurría.
El joven negó con la cabeza.
—Sólo sé que por aquí rondan un montón de gente de blanco. Parecen estar buscando a alguien, pero no tengo ni idea de si ha pasado cualquier cosa.
—¿Hay policías?
—Yo no he visto ninguno —admitió—. Pero sin duda aquí pasa algo extraño.
Kazuma se apoyó en el quicio de la puerta. Tenía la sospecha que el chico con el que chocó esa mañana debía tener algo que ver. Iba vestido como esas personas y parecía que lo seguían a él. Sin embargo, no tenía por qué ser así. Quizá simplemente había sido casualidad que estuviera allí en ese momento. Pero parecía tener prisa. Aunque eso no significaba que lo persiguieran a él.
Recordó la mirada de terror que puso al mirarlo e hizo una mueca de fastidio. ¿De verdad daba tanto miedo?
—Oye, Himura-kun. ¿Crees que parezco intimidante? —preguntó ante la idea.
—¿Tú? —Rio—. ¿Por qué no te miras al espejo un poco?
—Antes un chico huyó de mí. Parecía asustado.
El joven se le quedó mirando.
—Quizá se deba a que no sonríes si no hay clientes delante. Creo que si lo hicieras, resultarías más atractivo a las mujeres —dijo tirándole de ambas mejillas intentado formarle una sonrisa.
Kazuma se frotó la cara dolorida.
—Bueno, no todos somos tan sociables como para tener una amante distinta cada noche.
—¿Eh?
Kazuma puso los ojos en blanco.
—A tu novia le gusta mucho hablar.
—Ah, así que era eso. —Empezó a reír, nervioso—. Es cierto, tuve una temporada un poco especial...
—¿Un poco especial? ¡No podía dormir por las noches por tu culpa! —dijo una voz femenina.
Ambos se giraron para toparse de golpe con una chica menuda y de aspecto infantil, con el cabello castaño claro y dos enormes ojos avellana. Iba vestida de maid, con una cofia adornando su cabeza.
—¡Yume-chan! ¿Qué haces aquí? ¡Y además con ese uniforme! ¿No podías habértelo quitado antes de salir del trabajo? —exclamó Rei.
—Quería darte una sorpresa.
—¡Esa no es razón!
Kazuma observó en silencio cómo discutían aquellos dos. Se les veía felices. En parte se sentía celoso de tanta ingenuidad y deseaba que nada hubiera pasado. Poder estar así con su esposa. Pero el amor no duraba. De un modo u otro el lazo se acababa rompiendo.

Unexpected Plan [Yaoi]Where stories live. Discover now