|7| Confianza

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Nozomu despertó. Olía delicioso. Seguramente Kazuma estaba haciendo el desayuno para ambos. Se quedó un poco más recostado en la cama. Se sentía a gusto, relajado. No volvería a ver a su padre; al menos no en mucho tiempo. Y eso lo animaba. Hacía tiempo que no se sentía bien, y sabía que Kazuma lo protegería de cualquier cosa que pudiera sucederle y que no permitiría que Yoshito volviera a ponerle la mano encima. Eso era gratificante, cuanto menos. No sólo se sentía a salvo allí, sino que se sentía querido de alguna forma. Parecía que Kazuma también lo apreciaba mucho, y por ello no dejaba de preguntarse qué pasaría si descubriera lo que había escondido y dónde lo había ocultado. Quizá se decepcionaría... O quizá no... No sabía de qué manera podría reaccionar, e intentó no pensar en ello demasiado para evitar los dolores de cabeza que pudiera provocarle el asunto.
Se decidió a levantarse de la cama finalmente y avanzó hacia la cocina bostezando y frotándose los ojos. Kazuma sonrió al verlo.
—Buenos días, Nozomu-kun —saludó colocándole el desayuno delante.
—Buenos días, Kazuma-san —respondió.
Estaba un poco cortado. Era consciente de que Kazuma quería mostrarse cercano y darle paso a que se sintiera cómodo con él, no obstante, no se terminaba de acostumbrar a esa familiaridad, aunque sabía que podía considerar aquel sitio un auténtico hogar más que su propia casa. Bueno, seguramente terminaría viviendo allí, pensaba. Pero todavía era un tanto reticente a comportarse con total libertad en aquel lugar... No por nada, sino porque se avergonzaba de causarle tantas molestias.
Empezó a tomarse la comida mientras Kazuma lo miraba con atención.
—Nozomu-kun, me he estado preguntando... ¿No tienes que ir a la escuela?
El adolescente, que iba a meterse comida en la boca, se detuvo en seco y bajó la mirada.
—No, no lo creo... —murmuró.
—¿No quieres ir a la Universidad? —preguntó el mayor frunciendo el ceño.
—Aunque quisiera, no sabría qué estudiar. Y además, mi fobia podría afectarme de manera negativa también —respondió.
Se le veía triste, así que Kazuma intentó no sacar más el tema.
El resto de la mañana, Nozomu lo pasó sentado en sillón, abrazado a sus rodillas viendo la televisión. Kazuma, por su parte, trató de hacer las tareas de la casa, pero ver a Nozomu con ese aire tan decaído lo ponía nervioso. ¿Quizá no se sentía a gusto allí con él? ¿Estaría aburrido? ¿O podría estar pensando en su padre?
Cuando fue a lavar la ropa, le pidió a Nozomu que le diera las prendas que no tuviera limpias. Para el mayor no fue ninguna sorpresa comprobar que todas eran blancas. No obstante, halló una pequeñísima mancha de sangre en una de ellas, lo que tampoco le extrañó. En ese momento se sintió mal. ¿Qué le habría hecho ese hombre en esas semanas? Quería abrazarlo, decirle que todo estaría bien a partir de entonces. Que nunca más permitiría que le pusiera las manos encima. Pero esa no era su función... Lo único que tenía que hacer era proporcionarle un hogar, cuidar de él y estar pendiente de que se tomara la medicina de la coagulación.
Todo era demasiado incómodo. Sólo se escuchaba el ruido apagado de la televisión y el golpeteo de la vajilla en el fregadero mientras Kazuma lavaba los platos del desayuno. La tensión se le hacía insoportable, aunque quizá él era el único que la percibía. Una y otra vez veía el rostro perdido de Nozomu en la habitación de al lado. Se concentraba en él, dominándole la impotencia. No le gustaba creer que el muchacho fuera infeliz allí, con él. ¿Era prepotente por su parte creer que viviría mucho mejor con él que con su padre?
Sacudió las manos en el fregadero y se las secó con un trapo de cocina. Se mordió el labio. Tenía una idea, aunque podría incomodar a Nozomu. Pero por intentarlo...
Avanzó con diligencia hacia el salón y se detuvo en el umbral. Nozomu le dirigió una mirada un tanto confusa. Kazuma retenía el aire en sus pulmones, marcando su ancho pecho, como si quisiera decir algo que le costaba pronunciar. Sopló lentamente y volvió a respirar hondo para preguntar:
—¿Quieres que vayamos a almorzar fuera?
Inmediatamente se arrepintió. No sabía si realmente había sonado raro o se lo había parecido a él sólo. El chico parpadeó sin entender muy bien o qué responder. Desvió los ojos, un tanto pensativo.
—Emm...
—Si no quieres, no vamos —se apresuró a decir Kazuma. Suspiró—. Te veo tan triste que trato de buscar la mejor forma de animarte aunque sea un poco.
Hubo una pausa. Nozomu volvía a mirarlo a los ojos.
—¿Quizá no eres feliz aquí?
—No es eso —respondió tajante—. Es sólo que yo... Bueno yo...
Apretó los labios. Un impulso lo invitaba a disculparse por lo que había hecho la noche anterior. Pero no podía hacerlo. Aún no. No quería irse de allí tan pronto y tampoco quería que Kazuma lo odiara por ello. ¿Qué pensaría al enterarse?
—Entiendo —murmuró de repente Kazuma. Nozomu se volvió hacia él, sobresaltado—. Te sientes incómodo conmigo todavía. Lo entiendo. Es sólo que pensé que tal vez ya me habías tomado confianza suficiente, pero supongo que me equivocaba. Las fobias no se curan tan fácilmente, y yo soy un hombre. Perdóname.
Se giró hacia el pasillo y marchó hacia el dormitorio. Nozomu se levantó corriendo, a punto de resbalar con las zapatillas.
—¡No, Kazuma-san! ¡No es eso!
Kazuma se detuvo en la puerta de la estancia. Volvió la cabeza ligeramente hacia él con mueca amarga, lo que detuvo la respiración del chico.
—No pretendo hacerte sentir mal. No tienes que darme explicaciones, soy lo bastante comprensivo para darme cuenta que es demasiado pronto para que confíes en mí. Supongo que sólo estoy un poco desilusionado. Quizá lo mejor para ti sería vivir con mi hermana, Kiyoshi no te molestaría y estarías en manos de una mujer que además es médico y puede atenderte mejor que yo si te pasara algo con el hígado.
Nozomu negó efusivamente. No sabía cómo ordenar sus palabras y hacerle entender a Kazuma que se sentía a gusto con él. Que mayor era su miedo por saber cómo reaccionaría ante lo que había escondido en el dormitorio de matrimonio que por el hecho de que fuera un hombre. Que sí confiaba lo bastante en él. Le había demostrado que era muchísimo más de fiar que su padre y que lo apreciaba incluso más. Nunca se había sentido tan seguro al lado de lo que temía y nunca había sido tratado con tanta ternura... Al menos no desde que murió su madre.
—¿Quieres ganarte mi confianza? Cómprame una granizada de limón —sentenció.
Kazuma parpadeó, anonadado por la extraña petición, pero acabó asintiendo.
La hora del almuerzo no fue menos incómoda que el resto del día. Nozomu comía en silencio, y aquello molestaba a Kazuma un poco. Recordaba lo charlatán que había sido cuando estaba ingresado en el hospital y lo activo que había resultado. Sin embargo, en ese momento parecía apagado, desanimado. Tal vez sí deberían haber salido a comer a algún sitio. Podrían haber comprado algo para llevar y tomarlo en el parque. Aunque hubiera hombres allí, probablemente no habrían tenido ningún tipo de percance y el ambiente sería menos tenso que en aquel momento.

Unexpected Plan [Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora