|6| Desvanecer

186 12 8
                                    

Nozomu tenía frío. De sus ojos bicolor corrían lágrimas y sentía la brisa colarse bajo la sábana y acariciar su cuerpo desnudo. Su padre había decidido tomar muestras de su sangre antes de dejarlo. Era el mismo trato de siempre, con la diferencia de que esta vez tenía la puerta libre para irse cuando quisiera. Pero en ese momento no se podía mover. Estaba mareado y sentía dolor. Pensaba en cómo había dejado a Kazuma allí, después de todo lo que había hecho por él. La mirada de decepción del hombre no se borraba de su mente. Y le daba vergüenza. Le daba vergüenza porque ni siquiera le había dado las gracias y sentía como si lo hubiera traicionado. ¿De verdad podría contactarle de nuevo? ¿Y si lo echaba de su lado? Ya le había tomado mucho afecto. «Qué estúpido» se dijo. «Sólo porque ha sido un poco bueno contigo ya le tienes cariño». Hundió el rostro en la almohada y resopló. Sí, era estúpido. Pero quería confiar en él. Sentía que podía hacerlo, que Kazuma no lo juzgaría. Hasta ahora, no lo había hecho. Y había pensado en él todo el rato, en su fobia, en si se sentiría incómodo con él al lado. ¿Cómo no llegar a apreciar a una persona que se preocupaba tanto por él? Era el primer hombre así que conocía. Aunque lo cierto era que no había conocido a tantos. Estudiaba en casa, y había tenido profesoras en su mayoría. Exceptuando en pequeñas materias, como el aikidou, que le había enseñado un hombre, un empleado de su padre, por las malas. No es que fuera estricto, es que lo que hacía básicamente era darle palizas si se equivocaba.
De todas formas, Kazuma era diferente en todos los sentidos, se lo había demostrado con creces. No tenía necesidad de ayudarlo, de protegerlo ni de quedarse días enteros encerrado en un hospital por él. Y lo había hecho. No se trataba sólo de amabilidad. Ese hombre lo había tratado como si lo conociera de toda la vida y fuera alguien muy importante para él. Cuanto más pensaba en ello, más afecto le tomaba. Necesitaba contactarle cuanto antes. Pero la incertidumbre de si él lo aceptaría de nuevo lo detenía. Ni siquiera le había enviado un mensaje al mensáfono. ¿Dijo que era bidireccional, verdad? Entonces era muy probable que no quisiera saber nada más de él. Esa idea lo retenía en la cama, inmovilizándolo aun más. No obstante, en algún momento habría de salir de aquella habitación y de aquella casa.

El día anterior, Rei se había ido de malas formas del restaurante. Armando jaleo, gritando, maltratando las cosas y repitiendo una y otra vez que dejaría el trabajo. Algo bastante extraño en él, siendo tan tranquilo. Además, ni siquiera se había molestado en peinarse por la mañana, olía a sudor y se había anudado mal la corbata del uniforme y abrochado incorrectamente los botones de la camisa. Por supuesto, algo le tenía que haber pasado para que actuara de esa forma. Al llamarlo por teléfono repetidas veces, fue su hermano menor, Jiro, el que descolgó. Fue entonces cuando se enteraron de todo en el restaurante: Yumeko, la novia de Rei, había muerto en un accidente de tráfico. El chico había quedado demasiado mal tras enterarse y no era capaz de mantener la concentración en su trabajo. «Es normal» pensaron todos. Pero lo cierto es que el único que podía entenderlo era Kazuma. Al haber pasado por aquello, Kazuma sabía cómo se sentía Rei. La impotencia, el dolor, la ira, el arrepentimiento... todos aquellos sentimientos aparecen de manera aguda cuando muere un ser querido. Pero cuando se trata de la persona que más amas, estos sentimientos se multiplican por niveles inimaginables. Y él lo sabía. Sabía lo que era no poder llorar del dolor, dejar de importarte la vida, recurrir a malos hábitos...
Kazuma sabía que no debía meterse en asuntos ajenos, y, sin embargo, se encontraba allí plantado frente al apartamento del chico. Su jefe le había pedido que hablara con él, que lo convenciera de que no dejase el trabajo, ya que él sabía cómo debía sentirse. Muy gentil por parte de Ren, pero Kazuma dudaba que entendiera bien que aquello no se le pasaría con unas vacaciones. Debería saberlo al haber tenido anteriormente otro empleado con el mismo problema.
El joven llamó a la puerta. Un muchacho, que debía ser Jiro, de unos veinte años, estatura media, cabello castaño oscuro y ojos marrones, abrió la puerta y se sobresaltó al ver el tamaño de Kazuma. Éste último carraspeó.
—Hola, ¿está Himura-kun por aquí?
El chico asintió lentamente.
—Pase, por favor.
Kazuma entró en el pequeño apartamento mientras el otro cerraba la puerta tras él y caminaba con diligencia al dormitorio de Rei. Se escucharon algunos murmullos (Kazuma supuso que el hermano menor intentaba negociar con el mayor) hasta que finalmente el causante de que él estuviera allí, apareció. Estaba hecho un asco. No se había afeitado la barba incipiente y pobre que le crecía en la cara, tenía los cabellos en el rostro, ojeras y los párpados caídos. Además apestaba a alcohol y a tabaco desde lejos.
—Está borracho, se lo advierto —informó Jiro.
—Sí, eso es obvio.
—Estoy lo bastante sobrio para oír lo que decís —se quejó Rei. Se dejó caer sobre el tatami y encendió otro cigarro.
—Yo me tengo que ir a trabajar —dijo el hermano menor recogiendo sus cosas del suelo—. En un rato vendrá Ryouko a vigilarte.
—Nadie tiene por qué vigilarme ni yo aguantar a cuñadas pesadas.
Jiro lo golpeó con una revista enrollada en la cabeza.
—Estamos preocupados por ti. ¡Imbécil!
—¿Y si... me quedo yo con él? —sugirió Kazuma.
Jiro lo miró a los ojos.
—¿Tú?
—Sí, bueno... Soy su senpai y he pasado por esta situación.
El chico pareció meditarlo. Sin duda, hablar con alguien que pudiera entender por lo que estaba pasando, lo podría ayudar en gran medida.
—Está bien. Entonces te quedas con el señor...
—Toudo.
—Con Toudo-san. No bebas ni fumes mucho. Me voy.
Cuando su hermano salió por la puerta, Rei habló:
—Sé que Takahashi-san te ha enviado para que me convenzas de que no deje el trabajo. Pero lo siento mucho, no me veo en disposición de mantener una cara bonita. Y no creo que más adelante la tenga.
—Puede reubicarte.
—¿Y meterme en la cocina? —Negó la cabeza—. Mi comida no sabe mal, pero no es de restaurante. Ponerme a mí de cocinero es desear que el negocio se vaya a pique. Ni hablar. Y tampoco soporto limpiar el desorden de los demás, así que ponerme a fregar suelos tampoco es una opción.
—Himura-kun. —Kazuma no sabía por dónde empezar—. Sé que esta circunstancia es horrible, pero te pido que lo replantees. En unos días estarás un poco mejor, aunque sigas estando fatal. Y lo sé porque yo he pasado por ella. Y entonces te vas a arrepentir de no tomarte unas vacaciones en vez de dejar el trabajo.
—Yo la amaba con locura...
—Y yo a mi esposa también. Creeme, sé lo que sientes.
Rei se tapó la cara con ambas manos.
—No pude hacer nada. De repente se marchó. ¿Quién controla todo esto? Porque tengo cosas que reclamarle. Se ha llevado al amor de mi vida sin avisar...
Kazuma bajó la mirada. Sabía cómo se sentía. El problema era que en el caso de Shizuka, él sí había visto las señales del peligro que corría, pero ella siempre las había negado. No quería que él temiera por su vida. Pero en el caso de Yumeko, nadie lo podría haber prevenido o parado a tiempo. Rei no pudo hacer nada, pero él sí tuvo la oportunidad. Lo de Shizuka probablemente se pudo haber solucionado...
Aquel pensamiento lo hizo sentir bastante mal.
Observó al destrozado Rei. El cigarro de entre sus dedos se consumía lentamente, convirtiéndose en ceniza. Las lágrimas recorrían su rostro impasible. Se las secó con urgencia.
—Lo siento.
Kazuma negó, quitándole importancia.
—Soy tan estúpido que iba a decirte que no sabes cómo me siento. Tú ya lo habías experimentado antes.
—Puedes decírmelo si eso te hace sentir mejor.
—¿Cómo voy a poder superar esto?
—No podrás —afirmó—. Esto te perseguirá para siempre. Nunca lo olvidarás. Pero aprenderás a acostumbrarte a ese dolor.
—Eso no suena muy bien.
—Tampoco es algo bueno. O eso dicen. Yo creo que no es malo añorar a alguien. Querer abrazarla, besarla, decirle «te amo»... Creo que ese recuerdo hace más bien que mal. Eso quiere decir que tus sentimientos no han cambiado.
Hubo una pausa. Se escuchaba sollozar a Rei de la manera más silenciosa que le era posible.
—¿Crees que pueda haber un amor destinado para cada uno de nosotros? —preguntó con voz dolida.
Vaya, esa pregunta lo había dejado perplejo. Un tema del que no quería hablar.
—Creo que... existe el amor de uno mismo hacia otra persona. Pero no creo en las relaciones amorosas. El más mínimo error rompe los lazos, y ya no quedan rastros de él. Algo así creo yo...
—Si te enamoraras de nuevo, ¿lucharías por que ese lazo no se rompa?
Hasta ese momento, había estado pensando en Shizuka pero esa pregunta hizo aparecer al joven Nozomu de pleno en su mente. Carraspeó.
—No lo creo —respondió en voz baja—. Pero... que yo no lo haga no quiere decir que tú tampoco debas hacerlo. Es una decisión exclusiva mía.
Rei se llevó una mano a la cabeza y cerró los ojos. La ceniza fría cayó sobre el tatami.
—No creo que me pueda enamorar de nuevo así. Ella ha sido única, ¿sabes, senpai? Sonreía a todas horas y era capaz de sacarme de mis casillas constantemente. Pero fue capaz de hacer lo que ninguna otra mujer consiguió. —Se limpió las lágrimas con los dedos—. Hace no mucho yo era un misógino que pensaba que las mujeres sólo buscan sexo por conveniencia. Me he acostado con un montón de mujeres casadas o que ya estaban metidas en algún compromiso. Sólo buscaba mi propia satisfacción. Como puedes imaginar no conocí a muchas mujeres que me hicieran cambiar de opinión.
—¿Pero cómo llegaste a pensar así?
—Tuve problemas en el Bachillerato por culpa de una chica. Yo siempre había estado enamorado de ella, y un día me llevó a su casa y perdimos la virginidad juntos. El problema es que lo había hecho para poder acostarse con otro tío. Al final, se quedó embarazada, y entre los dos idearon un plan para hacerme pensar que el niño era mío.
—Se volvió a acostar contigo.
Rei asintió y dio una calada al cigarrillo que ya estaba consumido, pero pareció no darse cuenta de ello.
—Cuando me enteré, le pegué una paliza a él en el recreo... Me expulsaron de inmediato.
Kazuma respiró hondo. Eso último lo entendía demasiado bien. Claro que en su caso ya había un largo registro de peleas, cosa que dudaba que Rei tuviera.
—Gracias a Yumeko me di cuenta de que estaba equivocado. Pude enamorarme de nuevo. Dios, era tan molesta y adorable... Siempre llamándome gigante y comportándose de manera infantil... Con ese tono de broma siempre al hablar... Trasmitía un aura de alegría que... sólo ella sabía dar...
Estalló en lágrimas sin poder aguantarlo más. Se deslizaron por sus mejillas y se tapó la cara con las manos. Kazuma le dio unas palmaditas en la espalda, intentando reconfortarlo. De poco serviría, pero estaba seguro de que era mejor hacerle saber que él estaba allí para ayudarlo a quedarse callado sin hacer nada más. Aunque su situación había sido muy diferente, sabía por lo que estaba pasando. No obstante, en ese momento pensó que quizá él no era el más indicado para hablar con él. Aunque habían pasado cinco años desde la muerte de Shizuka, aún no se acostumbraba a no poder verla o abrazarla, y tenía un temor horrible a entrar de nuevo en el dormitorio. Prefería creer que estaba de viaje, que volvería pronto a su lado, y seguramente Rei pensaría lo mismo que él más adelante con respecto a Yumeko.

Unexpected Plan [Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora