Unexpected Plan [Yaoi]

|11| Repudio

Ocurrió pocos días después del 10 de noviembre.
Ella gritó entre lágrimas de rabia e impotencia.
Kiyoshi lo recordaba bien. Aquel día él aún estaba lejos de llegar a ser inspector y apenas había sido ascendido de ser un simple agente de policía a detective. La había acompañado para ayudarla en el asunto, pero, como sospechaba desde un primer momento, no sirvió de nada. Él los echó a patadas de allí.
Por aquel entonces la joven tenía dieciocho años. Siendo menor de edad y con poco poder económico, no había mucho que hacer. Ella se había arriesgado a sabiendas de ello. Aun así, el dolor de la escena la había derrotado, incapaz de saber si serviría de algo tarde o temprano. O si por lo menos sus palabras tendrían algún efecto en él. Pero no fue así.
Yoshito se mostró inesperadamente cruel y violento. Kiyoshi sabía de su antipatía, de que era capaz de llegar a extremos que otros sólo soñarían. Pero jamás creyó que vería lo que vio ese mismo día. No conocía a ese hombre. Desde la muerte de su mujer se había vuelto completamente loco y pagaba los platos rotos con la gente de su alrededor.
—¡Que tu esposa haya muerto no te da derecho a comportarte así! —le dijo.
Se enzarzaron en una fuerte pelea que pudo haber perjudicado más a Kiyoshi por su trabajo que a Yoshito, quien prácticamente tenía inmunidad judicial a causa de su dinero. Esto no fue siempre así. Siendo un hijo ilegítimo, no le correspondía heredar la compañía, ni la casa, ni la fortuna. Pero la situación se lo propició. Tal vez, de no haber tenido el poder económico que poseía, las cosas hubieran sido muy diferentes. Su esposa probablemente no habría muerto y su hijo, cuyo nombre desconocía Kiyoshi en aquel entonces, ni siquiera hubiera nacido.
Y entonces Shizuka no hubiera sufrido como lo hizo en ese momento.
Lloró largo rato en su hombro, intentando desahogar su angustia en vano. Lo único que se le ocurrió fue llevarla a comer unos helados. El polo de limón pareció tranquilizarla un poco, sin embargo, después volvió a estallar en llanto. La situación era demasiado complicada como para solucionarla con unos helados, pero al parecer sirvieron de algo. Ella hipaba, y las lágrimas se detuvieron a duras penas.
Le contó lo frustada que se sentía. Lo mucho que le dolía lo que había ocurrido y el miedo que sentía por aquel niño...
Kiyoshi deseaba abrazarla y consolarla. Hacía un tiempo que sentía algo por ella, pero no tuvo el valor de decírselo de ningún modo. En su lugar, le prometió proteger al niño. Lo que poco después se vio incapaz de cumplir.
Recordaba claro ese día por muchos motivos. Las lágrimas de Shizuka, la promesa rota, la crueldad de Yoshito y la primera vez que vio a los hermanos Todou. La hermana mayor, Rina, lo amenazó con fiereza si se atrevía siquiera a acercarse a su amiga con malas intenciones o pensamientos impuros. El hermano pequeño, Kazuma, pareció más interesado en las marcas de lágrimas que Shizuka intentó disimular torpemente frente a él con una sonrisa llena de ternura. Poco le faltó ese día a Kiyoshi para no acabar estrangulado por Rina. Quién le hubiera dicho que esa chica terminaría por conquistarlo y se acabaría casando con ella tan sólo dos años después.
Fue el día que los hermanos Todou, mal que le pese, empezaron su vínculo indirecto con Yoshito. Y en el que, a la ignorancia de estos, Nozomu probó el primer medicamento experimental. Las palizas tampoco se hicieron esperar mucho más.
Probablemente, si Kazuma se enterase en la actualidad de en ese tiempo sus lazos con Nozomu llevaban atados ya mucho tiempo atrás hubiera deseado volver a aquel día y salvar al niño pequeño de mejillas sonrosadas y peinado de champiñón. Y se hubiera desesperado al pensar que estuvo más cerca de él de lo que nunca hubiera creído. Que las dos personas que amó en toda su vida ya estaban relacionadas desde hacía mucho tiempo atrás.
Rina, por supuesto, tampoco sabía los asuntos tan turbios en los que se hallaba relacionada su mejor amiga. De haber tenido conocimiento de ello, hubiera intentado ayudar y lo más seguro es que hubiera usado la fuerza bruta sobre Yoshito.
Ninguno de los dos tuvo malas intenciones al no decir nada. Tan sólo querían salvar a las personas que más amaban y no hacerlas sufrir. Peleando en silencio, sin ser capaces de alzar la voz, mandar al carajo todo y olvidarse del asunto. Un niño inocente pagaba los errores de su padre. De qué manera, no estaban seguros. Los pocos que se atrevieron a filtrarles documentos para meter a tal canalla en la cárcel acabaron sumamente mal. Y cada descubrimiento era peor que el anterior...
Las investigaciones policiales no llevaban a ningún sitio pese a los esfuerzos de Kiyoshi. Yoshito siempre encontraba la manera de esquivarles. La única forma de terminar con aquel asunto era encontrar los documentos del primer experimento ilegal y al sujeto de ello. Lo primero de todo era sacar a Nozomu de allí, pero no encontraba el modo de hacerlo. Los años pasaban y el tiempo se terminaba.
Por suerte, Nozomu había logrado escapar y quien lo había encontrado no había sido ni más ni menos que Kazuma. Esto había creado una ventaja.
—Tendrás que regresar y tomar ciertos objetos suyos —le había dicho en el hospital.
Por supuesto, le había pedido que por su bien se abstuviera de mirarlos más de lo necesario para reconocer si era lo que buscaba o no. Las pruebas irrefutables de sus delitos.
Resultaba indispensable que aquello se guardase en un lugar donde ni siquiera Kazuma lo fuera a encontrar hasta el momento apropiado. No bastaban las pruebas, también tenía que bajar la guardia, enfurecerse. Sólo así lograrían encerrarlo, si la suerte estaba de su parte.
Aún era pronto para saber quién iba ganando a quien.
Kiyoshi se recostó en la silla y miró el reloj. Medianoche. Sabía que horas más tarde Nozomu se estaría preparando para ir a casa de su desquiciado padre.
Cerró los ojos e inspiró profundamente. Esperaba con toda siceridad que saliera bien todo. Y que ese día Nozomu saliera sin rasguños. Por muy difícil que fuera.