|9| Preocupaciones

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Abotonó el cuello del uniforme. Se sentía extraño, casi oprimido. El color blanco del gakuran le hacía parecer más pálido de que ya era. Incluso a sus propios ojos parecía un muñeco de porcelana muy frágil. De algún modo era incómodo llevar aquel atuendo, pues le recordaba a los días como sujeto de experimentos, tiempos que parecían haberse quedado muy atrás.
Los meses de verano junto a Kazuma se habían sentido como unas verdaderas vacaciones, unas que necesitaba desde hacía mucho tiempo. El hombre se había vuelto su tutor legal a finales de mayo y desde entonces la liberación del yugo de su padre había sido real, o al menos a medias, ya que aun no se libraba de las condiciones impuestas, como aquella, en la que obligatoriamente tenía que asistir a un colegio donde separasen por sexos. Eso quería decir que sería forzado a estar rodeado de compañeros varones en las clases. Para su androfobia eso no era bueno, pues aún no estaba curada del todo. Trataba de pensar en los esfuerzos de Kazuma por ayudarlo a mejorar y que no habían sido en vano. No había tardado en acostumbrarse a él, y pensó que tal vez ocurriese algo similar con sus compañeros. Al fin y al cabo, había aprendido que los hombres no son malos, que no eran como su padre o como los que había conocido en el pasado, que había más como Kazuma allí fuera. Aunque él pensaba que nadie más que Kazuma sería capaz de tratarlo con esa amabilidad y ese afecto casi sobrenatural. La preocupación, e incluso esa mirada y esa sonrisa, dulces, suaves, todas dedicadas únicamente a él y ver lo que había luchado por su bienestar, habían logrado que sin quererlo se sintiera atado a él.
En el verano aquello no había cambiado. Kazuma se tomaba en serio su rol de tutor, y se preocupaba de que se comiera la dieta que le había puesto el médico y los medicamentos para la coagulación. Incluso se había asegurado de echarle protección solar en la cara para que no se quemara y le había prohibido coger objetos punzantes y acercarse al fuego de la cocina. Quizá era demasiado sobreprotector, pero ese lado de él le había gustado. Y también lo entendía. Kazuma había perdido a su mujer estando embarazada. Comprendía que tuviera miedo de lo que le pudiera pasar a alguien que quería. Porque de eso estaba seguro, Kazuma lo quería mucho y Nozomu se sentía orgulloso de ello y le emocionaba pensarlo, aunque jamás lo admitiría, al menos, no delante de él. A veces, buscaba los mimos del hombre, a los que se había acostumbrado con asombrosa velocidad. Nunca había sido consentido, así que el hecho de que él sí le hiciera caso y accediera a realizar sus pedidos egoístas —como pedirle que le leyera o que le comprara una granizada de limón en algún que otro momento— le hacía sumamente feliz. Cuando probó por primera vez lo que se sentía ser querido, no pudo dejarlo. Se volvió adicto inmediatamente. Era un sentimiento agradable.
—Te queda bien —dijo Kazuma apoyado en el quicio de la puerta—. ¿Estás seguro de que no quieres teñirte el pelo?
—Lo estoy —afirmó.
Ya le había hecho esa pregunta a lo largo del verano, cuando alcanzó la suficiente longitud para colorar sus prematuras canas. Él se había mostrado reacio. No era capaz de verse con el cabello negro otra vez, y más sabiendo que cuando se mirase en el espejo, no sería él le devolviera la mirada, sino su padre. Aquel parecido tan extremo le resultaba irritante. Ya le había dicho Kazuma que el color que eligiera no tenía por qué ser negro ya que el castaño era otra opción viable. Pero también se negó.
Kazuma suspiró y se acercó a ayudarle con la chaqueta, estirando las costuras. Cruzaron la mirada. Estaba increíblemente guapo. Su cuerpo había engordado ligeramente y su rostro había tomado algo de color. Se veía mucho más sano, y sus ojos heterocromáticos tenían un brillo diferente desde que estaba viviendo con él. Todo había ido a mejor. Su salud física y mental parecía haber mejorado considerablemente. Cada vez sonreía con más frecuencia y se había visto como el destinatario de miradas cargadas de una emoción que no supo identificar. Sus ojos siempre lo veían de manera diferente a como lo hacían con los demás. Por culpa de ello en más de una ocasión se había hallado en tormentos por el cosquilleo de sus labios. Por suerte, Rina, Kiyoshi, e incluso su vecina Naoko, solían estar cerca habitualmente, de modo que era relativamente sencillo no cometer locuras. El autocontrol era su mejor aliado, y la única manera que encontraba de mantenerlo era saliendo a correr cada día. Más que gustarle, más que enamorarle, sentía que Nozomu lo hechizaba. Le resultaba imposible no amarlo con cada día que pasaba y Nozomu requiriendo su atención y buscando ganarse aun más su cariño, ayudándolo en lo que le era posible, le acababa resultando algo tan irresistible, tan hermoso, que su corazón no atendía a razones. A veces soñaba con que todo cambiaba, que podía decir a Nozomu lo que sentía, que él lo correspondía, que podía estrecharlo en sus brazos, besarle con pasión, susurrarle palabras al oído, hacerle el amor, y despertar cada día junto a él. No obstante, no era más que una fantasía peligrosa imposible de realizar. No podía aspirar más que a eso, a estirarle las costuras de la chaqueta y ser un sustituto paterno. Sólo era su tutor legal.
Estiró el brazo y acarició su mejilla, sonriendo.
—Ya estas listo —aseveró.
Nozomu asintió. La cabeza le daba vueltas. Una clase llena de alumnos varones... Sólo con alumnos varones y Kazuma no estaría allí con él. Un sabor agrio llenaba su boca.
Ambos fueron al vestíbulo y se pusieron los zapatos. Nozomu se puso encima del uniforme la chaqueta y los guantes reforzados que Kazuma le había comprado y tomó el casco. Pronto se alejaron del bloque de apartamentos en la motocicleta. El primer día de clase de Nozomu comenzaba.
Los nervios invadieron al chico y la punzada se profundizó en el estómago. No era capaz de bajarse de la moto cuando llegaron. Temblaba, y se aferraba clavando los dedos en la chaqueta reforzada de Kazuma. El pánico lo dominaba. Kazuma lo entendía.
—Eh —dijo Kazuma poniéndole la mano en el hombro—, todo saldrá bien, ¿de acuerdo?
Nozomu se mordió el labio. No estaba tan seguro.
—Si algún problema, llámame, ¿vale? Si es demasiado para ti, no te haré venir más.
El chico negó enérgicamente.
—No, quiero demostrarle a mi padre que puedo con él —contestó.
Kazuma sonrió y le acarició la cabeza.
—Eres un chico muy fuerte y valiente, ¿lo sabías?
Nozomu se abrazó a él antes de entrar. Necesitaba sentir que estaba allí.

Unexpected Plan [Yaoi]Where stories live. Discover now