|3| Abatido

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—¿Tu pelo siempre fue blanco, Nocchan? —preguntó Rina.
Nozomu negó con la cabeza.
—Antes era negro.
—¿Cómo se volvió blanco?
—Creo que fueron los fármacos.
—¿Los que te obligaban a tomar? —Él asintió—. ¿Y tus ojos por qué son de ese color?
—Creo que es por lo mismo. Aunque uno de ellos se me volvió azul tras caerme y golpearme la cabeza con el suelo. El otro era marrón hasta que me quedé ciego. Hace un mes que me operaron de la vista y pude ver otra vez. Por eso pude escaparme.
—¿Te quedaste...? —Rina no podía creer lo que oía—. ¿Tenías algún problema importante de salud?
El negó con la cabeza.
—No recuerdo haber tenido problemas de salud hasta que... —Se detuvo un momento—. Bueno, hasta que empezaron con aquellas pruebas. Y...
—¿Qué pruebas?
—Para probar medicinas nuevas. Después de tomarlas me hacían preguntas... No me encontraba bien, ¿sabe? No me dejaban descansar.
—¿No dejaban un periodo de tiempo entre prueba y prueba? —Él negó con la cabeza—. Nocchan, dime una cosa y sé completamente sincero: ¿te presentaste voluntario para probar las medicinas?
—Mi padre fue el que me entregó al laboratorio. Yo no me presenté voluntario en ningún momento.
—¿Cuánto le pagaban por las pruebas? ¿Lo sabes?
—No le pagaban —afirmó. Rina frunció el ceño—. El laboratorio al que me entregó es suyo.
La mujer se sintió mareada. No podía ser posible lo que oía. Ella misma era madre de una niña de nueve años.
Tras terminar con las preguntas a Nozomu y avisar a Kazuma, bajó las escaleras corriendo mientras llamaba a su marido y arrancaba el coche, seguida de su hermano y el muchacho. Era posible que corriera peligro de muerte, pues sospechaba que algunos de sus órganos no funcionaban de manera correcta. De hecho, incluso le sorprendía que conservara cabello en la cabeza. Y más aun que siguiera con vida... ¿Por qué cosas debía haber pasado aquel chico?
En el coche, Rina reprochó a Kazuma no haberlo llevado a que denunciara antes o al hospital. Él, sin embargo, no se defendió. Su mandíbula estaba desencajada y su mirada baja. ¿Por qué no lo había hecho? Nozomu no quería, pero eso no debería haber sido motivo para no hacerlo. Quería llorar y no era capaz de que las lágrimas salieran. El sentimiento de culpa era desgarrador. El pecho se le oprimía. Y cuando vio a Nozomu alejarse en la camilla inmaculada, pensó que sería la última vez que lo vería. Que eso era un adiós. Lo acababa de conocer, y sin embargo él... él... ya le había hecho un hueco en su corazón... Necesitaba que viviera, ver que podía empezar a confiar en los hombres... Y él quería ayudarlo a toda costa.
—Kazuma —llamó Rina haciéndole una señal con la mano para que se acercara.
Él echó un último vistazo al pasillo por el que se habían llevado a Nozomu y caminó cabizbajo hacia su hermana. Rellenaron los papeles oportunos con los datos que pudieron y Rina se fue a atender a Nozomu con el resto de los médicos, mientras que él, se quedó solo en la sala de espera.
El tiempo pasaba lentamente, y sin embargo, parecía no importarle en absoluto. Y la culpa lo consumía. No podía dejar de pensar que otra persona más había estado a punto de morir por su culpa. Como Shizuka...
Las lágrimas empezaron a salir de sus ojos una por una y él se las secó con la manga lo más rápido posible. No, no debía llorar. No se merecía tal privilegio. Prácticamente él la había matado. Y casi había hecho lo mismo con Nozomu al no llevarlo al hospital.
Lo peor era lo que había sentido al mirarlo a los ojos. La mirada asustada de un chico indefenso, menor de edad, lo había desarmado por completo. Había sentido lo mismo que sintió doce años atrás, cuando Shizuka invadió su corazón de lleno. Por aquel entonces él no era más que un crío de trece años enamorado de una chica de dieciocho. Pero ya no era un adolescente. Y la persona afectada en cuestión no era una mujer mayor que él, sino un chico menor con el que se llevaba nueve años de diferencia.
Se inclinó hacia delante, con las piernas abiertas, las manos sobre su cabeza y los codos apoyados en sus rodillas. Su cuerpo estaba cansado, pero no sería capaz de dormir. No hasta aclarar su cabeza, sus pensamientos y lo que sentía en realidad. Y ver si Nozomu sería capaz de salir de allí.
En ese momento apareció Rina con su bata blanca.
—¿Puedes venir conmigo un momento?
Kazuma parpadeó, respiró hondo y terminó por asentir. Su hermana esperó que se levantara de la silla de la sala de espera y lo acompañó por pasillos.
—¿Estás preocupado? —Él asintió de nuevo—. Puedes tranquilizarte por ahora. Estuvo siendo una cobaya de experimentos, pero al parecer le estuvieron cuidando los problemas que pudo tener. Aun así, no todo está bien, evidentemente. —Rina se mostró un tanto incómoda—. Su cuerpo estaba en shock porque ha creado una dependencia por algunos medicamentos, pero por ahora sólo necesita algunos cuidados y terminar de expulsar los fármacos.
—¿Lo que le ha pasado sólo era eso?
Rina negó con la cabeza y esbozó una sonrisa incómoda.
—En su sangre había restos de un virus desconocido. Creo que pretendían soltar ese virus y hacer un suero con su sangre con el único propósito de hacer dinero.
Kazuma creía que se iba a desmayar. Un calor súbito entró en su cuerpo acompañado de un sudor frío. La cabeza le daba vueltas y las piernas le temblaban. Rina le tocó el hombro.
—Tranquilízate, está bien. Nocchan se va a recuperar. Tranquilo.
—¿Cómo pueden hacer algo así? —dijo.
Su hermana apartó la mirada.
—Es la realidad de muchas farmacéuticas. Es ilegal, por supuesto, pero lo cierto es que nadie hace nada por evitarlo. En la mayoría de los casos, se hace como si no se hubiera visto nada. Ven, te llevaré con Nocchan.
Kazuma se enderezó y trató de calmarse. Pero había algo que lo atormentaba.
—¿Cómo sabes que se pondrá bien?
—Bueno, no lo sé. Es algo que suponemos. Pero no te aflijas, seguro que es así.
No sonaba muy convencida, y conociéndola desde hacía veinticinco años, él se percataba con facilidad.
—¿Sus órganos funcionan bien?
Ella se mordió un labio. Dudaba si responder.
—Extrañamente, sus riñones están bien. Pero... Me preocupa su hígado. No está tan dañado como pensé, pero es seguro que le vaya a dar muchos problemas en el futuro.
Kazuma se apoyó en la pared y cerró los ojos mientras se mordía el labio. Estaba mareado y cansado. En ese momento el móvil empezó a sonarle y contestó bajo la mirada de reproche de su hermana.
¡Toudo-kun! ¡¿Dónde estás?! ¡Tu turno empezaba hace dos horas! —gritó Ren al otro lado del teléfono.
—¡Señor, discúlpeme! ¡De verdad! ¡Olvidé llamarle! ¡Enseguida voy para allá!
Se sentía apurado. No había descansado nada a causa de lo sucedido y no se había dado cuenta de que habían transcurrido diez horas desde que estaba allí. Le sorprendía que Rina tuviera aún fuerzas después de tantas horas de trabajo. Incluso se había puesto a trabajar después de haber salido de su turno.
No.
El rostro de Kazuma palideció.
—¡Señor! ¡Se lo pido! ¡Reconsidérelo!
Toudo-kun, no te estoy despidiendo —dijo Ren calmadamente—. Pero sí te voy a obligar a tomarte unas vacaciones. —Kazuma se sentía algo más aliviado, pero no dejaba de sentir un nudo en la garganta—. Por esta fecha siempre estás un poco nervioso. Descansa y recupérate. Llamaré a Himura-kun.
«¿Esta fecha?» pensó. Y entonces se dio cuenta. «Ya veo. Esta fecha debe estar maldita». Se quitó el anillo de su anular izquierdo y fue lanzarlo mientras Rina gritaba su nombre. Las lágrimas se deslizaban sin control por sus mejillas. Sí, siempre se ponía así por el aniversario de la muerte de Shizuka. Y había conocido a Nozomu ese día. Y al siguiente se lo encontró en la misma posición que a ella. No podía soportarlo. Lloró silenciosamente pegado a la pared del pasillo del hospital junto a su hermana.

Unexpected Plan [Yaoi]Where stories live. Discover now