|10| Descubrir

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Nota de la autora: En este capítulo hay un secreto oculto. A ver si lo encontráis y adivináis qué es.

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El agua de la lluvia y la ventolera golpeaban los cristales de la habitación inundando el aire de una incómoda humedad que calaba los huesos. Nozomu se revolvió entre sus mantas como era habitual con cada pesadilla recurrente, con cada recuerdo de su padre que aparecía atormentándolo mientras dormía, con la adrenalina recorriendo sus venas y el corazón bombeando con fuerza en su pecho hasta sentir la presión de la caja torácica. Era como correr una maratón pero sin moverse del sitio. En algún momento se dijo que ya era suficiente de aquellas visiones y abrió los ojos. Lo primero que vio fue a Kazuma sentado en el futón, sudado y con las mejillas y la nariz rojas. Sus ojos miel parecían brillar como si estuvieran llorosos. Al parecer no había pasado una noche mejor que la suya.

—¿Kazuma-san? ¿Te encuentras bien?
Se tocó la garganta y abrió la boca como si le costara respirar.
—Sólo tengo calor —respondió.
Su voz sonó extraña, como apagada. Se levantó y salió del dormitorio con parsimonia. Ya era lo bastante extraño que estuviera cubierto de sudor para que además tuviera calor habiendo una humedad tan fría en el ambiente. Nozomu lo siguió y se asomó desde el umbral de la cocina. Estaba bebiendo agua.
—¿Kazuma-san? —preguntó con timidez.
—Vuelve a la cama.
—¿Seguro que estás bien?
—Sí.
Definitivamente no lo estaba. La voz lo delataba. Avanzó con decisión hacia él. Alargó los brazos para tocar su piel. Kazuma lo detuvo agarrándole las muñecas, pero el chico gruñó y se zafó con habilidad. Colocó las manos en sus mejillas y le apartó el flequillo sudoso de la frente. Los restos de la fiebre seguían ahí.
—Si te encontrabas mal, ¿por qué no lo has dicho antes?
—Estoy bien, ya no tengo fiebre.
—Mentiroso.
Nozomu lo miraba firmemente a los ojos sin pestañear. Kazuma terminó por apartar el rostro. La fiebre que le había bajado minutos antes parecía empezar a subir de nuevo. Sentía írsele la cabeza y apenas se hallaba con fuerzas. Tal vez estaba soñando.
Nozomu buscó sus ojos, pero el mayor se los negaba. Finalmente lo agarró de la cabeza con ambas manos y lo obligó a mirarlo. El semblante del chico era serio, con un matiz de tristeza.
—Si te encuentras mal, dímelo. ¿Que voy a hacer si te pasa algo? ¿Quién va a cuidar de mí?
Era consciente del método de manipulación que acababa de usar, pero si no hubiera recurrido a eso, tal vez, Kazuma no hubiera reaccionado.
Estaba débil y sin fuerzas para discutir o dar una respuesta correcta a la pregunta formulada. No obstante, el chico tenía razón, o eso le pareció.
—Es cierto. Me encuentro mal.
Se olía qué era lo que podría haberle provocado la gripe o habérsela propiciado. Y por supuesto, él también.
—No deberías haberte duchado a diario con ese agua tan fría.
Lo sabía. Era sólo que despertarse con el calor rezumando entre sus piernas y con la causa durmiendo en la cama de al lado lo había obligado a hacerlo. Con el paso de los días se había visto más y más enamorado de él y su deseo de tomarlo entre sus brazos, con delicadeza, enredar sus piernas con las suyas también se había incrementado. Incluso en un momento como ése deseaba besarlo.
—Vamos —murmuró Nozomu tirando suavemente de su muñeca.
Kazuma dejó el vaso en el fregadero y siguió al chico hasta el dormitorio. Para su sorpresa, lo obligó a sentarse en la cama. El joven se sintió confundido y le dirigió una mirada al adolescente.
—Duerme en la cama, yo ocuparé el futón. —Golpeó la mano de Kazuma cuando éste intentó agarrarle la muñeca—. Te encuentras mal, en la cama dormirás mucho mejor que en el futón.
—Está sudado.
—No importa. Prefiero que descanses mejor —aseveró.
Las pocas fuerzas que tenía le aconsejaron que mejor era hacerle caso. Se lío en la sábana y le dio la espalda al joven. Nozomu hizo lo mismo.

Kazuma se levantó sobresaltado cuando recordó que le tocaba trabajar. Nozomu no estaba en la habitación y por más que lo llamó, no respondió en ningún momento. Avanzó hasta la cocina donde le sorprendió encontrar una bolsa con una nota. En ella, el chico se disculpaba diciendo que había llamado a su trabajo y había explicado la situación. También pedía perdón por haber cogido dinero de su cartera para un bono de tren y comprar comida para ambos, tanto desayuno como almuerzo. «Estúpido —pensó—, ¿a qué hora te has levantado para hacer todo eso?». Irremediablemente, se sintió conmovido en exceso. Hacía tiempo que nadie hacía algo por cuidarlo.

Unexpected Plan [Yaoi]Where stories live. Discover now