Capítulo 3 - Rosas nocturnas y aterciopeladas

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Rosas nocturnas y aterciopeladas


"Las grandes rosas rojas, cuyo brillo sangriento y áspero ardía bajo la ceniza húmeda de aquella mañana, me tentaban. Tenía grandes deseos de arrancar una. Pregunté el precio, sólo para poder acercarme a ellas lo más posible" ―Knut Hamsun.



Las gotas de agua salieron como lluvia de aquella regadera de mano que sostenía Isabel Conaill, el líquido, aparentemente brillante si se miraba con detenimiento, fue a reposar sobre una colección de plantas carnívoras bebés que se encontraban en pequeñas macetas sobre una envejecida mesa de roble. 

En ese instante, las plantas al sentir la humedad, se movieron de un lado al otro en una pequeña danza al recibir el refrescante rocío improvisado abriendo y cerrando sus pinzas, una que no se daba a menudo dentro de aquel enorme vivero de cristal. Isabel curvó la comisura de sus labios en una pequeña sonrisa que se reflejó en sus ojos verdes; sin dudas se sentía en casa cuando entraba en aquel lugar, uno donde podía tener tranquilidad y ordenar sus pensamientos cuando estaba fuera de sus horas de trabajo. 

Isabel siguió avanzando entre las diversas especies, rociándolas, percibiendo sus distintos aromas o sacudiéndoles el polvo; muchas de ellas tenían gran tamaño dando al lugar una apariencia de bosque tropical que solo podía ser atravesado por pequeños senderos que se encontraban en el centro de la enorme cúpula, donde reposaba una mesa de té para cuatro personas.

Allí, bebiendo con parsimonia de su taza de porcelana, encontró a su hermana gemela Paulina. 

― Eres la única que viene a estos terrarios con semejantes trajes hermana ―dijo Paulina cuando la vio entrar al círculo con un tono cargado de diversión. 

Sin dudas Isabel tenía un excelente y moderno gusto para vestir, con una vasta colección de pantalones, camisas y chaquetas formales, y aquel pelo corto color rubio teñido, le daban el toque externo para su actitud regia y generalmente amargada que la caracterizaba.

No era de extrañar que en todas las reuniones y eventos de la ciudad resaltara, en especial al ser la adalid de la dimensión sobrenatural.

Paulina, por el contrario, prefería los largos vestidos que emulaban la belleza de la primavera con sus estampados brillantes y conservar el pelo rojizo de las Collins.

― Esto no es un terrario ―sentenció Isabel avanzando hasta su encuentro, depositando la regadera de metal sobre la mesa de vidrio con ímpetu, haciéndola vibrar en el proceso― ¿Qué haces aquí?

― ¿Acaso es un delito venir a verte? ―preguntó ligeramente ofendida esta― Escuché que estabas en la casa y quise acercarme a saludar, hace mucho que no conversamos desde que aceptaste ese puesto en el Orbe. 

Una ligera pesadez cayó sobre los hombros de la rubia al recordar su trabajo, nunca sabía lo mucho que le costaba dirigir hasta que alguien se lo recordaba.

― No, supongo que no ―admitió, después de todo su presencia siempre la tranquilizaba― Aunque siempre que mezclas las palabras "delito" y "conversar" se que tienes algo para decirme.

Paulina sonrió.

― ¿Cómo es que siempre me conociste tan bien Isabel? Siempre. ―un brillo de ensoñación cruzó los ojos grises de Paulina, uno proveniente de los recuerdos, del pasado.

Isabel se sentó en frente de ella y se sirvió un poco de té antes de responder.

― Porque eres como un libro, te lees demasiado rápido. En ciertos momentos es algo bueno, pero la mayoría de las veces es una debilidad, pero eso ya lo sabes ―dijo restándole importancia, concentrado su atención en unas flores rojas y doradas resecas que estaban unos metros detrás de su hermana. 

AntebelluM - 30 Seconds to MarsWhere stories live. Discover now