Capítulo 10 - Combustible Negro

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Combustible Negro 

"La noche sugiere, no enseña. La noche nos encuentra y nos sorprende por su extrañeza; ella libera en nosotros las fuerzas que, durante el día, son dominadas por la razón"―Brassai.



Valentina estacionó su auto escarabajo en el aparcadero que se encontraba frente a la playa y luego giró la llave en el interruptor para apagarlo, el motor hizo su extraño sonido de costumbre, igual que un tubo de escape tapado y luego el silencio reinó en el pequeño vehículo. Aunque Valentina no salió, como era su costumbre, disparada de él en dirección a su cita nocturna; por el contrario se quedó allí con la sensación de vacío e incertidumbre en la boca del estómago.

Por donde lo viera aquella velada auguraba mal presagio, el clima estaba húmedo y caliente, produciendo esa extraña sensación de sudor pegostoso en la piel, luego la costa Pacífica, completamente negra y quieta en el horizonte formando un plato llano y por último la Luna, en su fase cuarto creciente casi sonriéndole con malicia desde lo alto; medio oculta entre nubes grises.

Sus opciones estaban limitadas, no podía regresarse porque eso implicaba lidiar con un kitsuné quejumbroso y un humano preguntón.

Lo más sano para su juicio era asistir a la velada durante unas dos horas, luego regresar a casa y acostarse a dormir sin dar muchos detalles. Con un "estoy cansada" bastaba para correrlos a ambos. Después de todo estaba a lunes y al día siguiente tenía trabajo en el Laboratorio de Mars.

Tomó su bolso y se armó de valor para moverse, nunca había salido de noche a pasear por las playas de Malibú, pero tenían la reputación de siempre estar atestadas de turistas y gente con una buena posición social que vivían en los alrededores, en mansiones incrustadas en rocas muy pegadas a la orilla.

Su destino esa noche no era precisamente una mansión, pero si un bungalow de tres pisos que servía las veces de restaurant-bar llamado "El Conquistador". Cruzó la playa junto a un grupo de personas que también se dirigían al mismo sitio y se dejó encantar por la decoración externa antes de entrar.

Todo al estilo hawaiano, con antorchas que proveían una iluminación natural enterradas en la arena formando un camino muy parecido al de las pistas aéreas, flores tropicales en columnas y balcones y algunos sillones de playa que ya estaban ocupados a su pasar. 

Tras cruzar un pequeño porche se daba paso al interior, uno caldeado de personas, voces, risas y el repique de tambores; todo ello en una mezcla entre la madera de caoba en la que consistía en mobiliario y las luces tenues de lámparas de araña colgando del techo, que por alguna curiosa razón no desentonaban con los tótems TIKI, las mujeres danzando sobre una mesa el Hula con sus faldas de palmeras y brassier de cocos, el volcán de lava detrás de la barra del bar y los murales Polinesios.

Muy bizarro y muy raro para una playa de California, pero sin dudas llamativo a ojo turístico. 

«Esto tiene que ser un jodida broma» pensó observando la escena, por allí no pintaba ninguna señal de fiesta empresarial. Aquello era una sátira y previa lo peor, que Shannon la hubiese engañado y que no se apareciera esa noche, o peor, que pensara engatusarla en aquel ambiente. 

Valentina miró de hito en hito buscando a Shannon o el logo de su compañía entre tanto barullo, antes de decidir meterse entre el gentío que ocupaba la pista central y llegar hasta la barra. Que su marca tuviese una rosa como símbolo no ayudaba entre tanta decoración ornamental, así que se dejó ir por lo más fácil en situaciones de búsqueda, un Mai Tai y un taburete alto desde el cual otear a los invitados mientras le enviaba un mensaje a su celular con el típico pero efectivo "Estoy aquí" 

AntebelluM - 30 Seconds to MarsWhere stories live. Discover now