Capítulo 13:

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"Mundos cerrados, heridas abiertas" Suicide room.

Dos horas habían pasado desde nuestro abrazo y apenas habíamos cruzado unas palabras triviales. Ninguno queríamos hablar y solo se escuchó en este tiempo el sonido del agua caer en el cuarto de baño. Cada uno estábamos en nuestro propio mundo; aun con un nudo en el estómago y con los ojos hinchados.

Por mi mente pasaban momentos de mi infancia y mi adolescencia antes de comenzar esta pesadilla. Excursiones por todo el país, tonterías y bromas que ocurrían en la mayoría de los intercambios, alguna que otra pelea sin sentido que duraba como mucho un par de días y numerosos cumpleaños en los que toda la familia nos juntábamos para soplar las velas mientras se cantaba la típica cancioncilla.

Estos últimos eran los momentos más felices, ya que mis padres no solían estar tiempo en casa por sus atareados trabajos; y mucho menos tenían tiempo para jugar conmigo, por ello mi niñera se convirtió en una madre para mí.

Tantos momentos y recuerdos, me abrumaron volviéndome inconsciente al mundo y encerrándome en mi misma. Sin embargo, no me permití llorar; debía ser fuerte para escapar y salvar a todos aquellos que pudiera.

Tan absorta me encontraba que ni él ni yo nos dimos cuenta de cuando habían traído la comida. Igual que la habitación, la comida había mejorado bastante y mi estómago no se quejaba por ello; varios días sin comer pasaban factura y más aún si estabas herido como en el caso de mi acompañante.

Comimos en silencio, uno en frente del otro en aquel limpio suelo; sin embargo éramos incapaces de mirarnos a la cara. El silencio cada vez era más incómodo y la presión aumentaba con el paso del tiempo.

-¿Cómo te hiciste esa cicatriz?-dije señalando el lado izquierdo de su cara. No destacaba ya que tenía la cara repleta de hinchazones y arañazos; pero no quería seguir sabiendo de esta pesadilla.

-Me la hice de niño, con seis años. Lo típico, mi padre me estaba enseñando a montar en bicicleta y, justo cuando me suelta y creo que puedo ir solo, el miedo me invadió y caí chocando fuertemente contra el suelo. Me desmayé sin embargo, la herida no era grande así que solo me dieron unos puntos.

Terminó con una tímida sonrisa en los labios, seguramente rememorando a su padre y su niñez.

-A pesar de la caída, mi padre siguió insistiendo en que me montase; ya sabes que si caía debía levantarme e intentarlo de nuevo hasta conseguirlo.- dijo mirándome fijamente- Ahora sé que sus palabras no estaban dirigidas a ese momento sino como un lema de vida. Si no le hubiera hecho caso, supongo que no tendría ahora estas nuevas cicatrices.- susurró mirándose las manos y los numerosos rasguños; pero esta vez, si sonrió ampliamente, mostrando todos sus dientes mientras sus ojos brillaban.

No pude resistirlo y yo también sonreí, imaginándome la misma situación en mi familia. Pero jamás ocurrió y dudo que ocurra.

-Yo no sé montar en bicicleta. Nunca me han enseñado.

-¿Cómo?-la duda y la impresión se situaron en su cara- Seguro que tus padres han jugado contigo en algún momento, en la nieve por ejemplo.

-No. Jamás han tenido tiempo para mí. Los únicos que jugaban conmigo eran mi niñera y demás personal de mi casa. No éramos una familia especialmente unida.

-Pero eso no quiere decir que no te quisiesen. Son tus padres al fin y al cabo.

-Sí, supongo...

-Además, yo te enseñare a montar en bicicleta cuando salgamos de aquí, prometido.

Por primera vez, deseé salir de aquí para ver a alguien, a mis padres y sobre todo, por fin teníamos una promesa que cumplir, aunque fuese montar juntos en bicicleta.

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¡Hola! Gracias por todos los votos y los comentarios; y sobre todo gracias por más de las 10k lecturas en estos pocos capítulos. Por ello he subido estos dos capítulos seguidos como una pequeña maratón.

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SecuestradaWhere stories live. Discover now