Capítulo 16

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"No le temas a la muerte, algunos vivos pueden ser incluso peor."

Pensaba que, al cerrar los ojos, vería mi vida pasar delante de estos; al igual que en numerosas películas les ocurría a las víctimas. Sin embargo, la oscuridad me rodeaba en las paredes de mi mente mientras notaba mi rápido pulso palpitante en las sienes.

- ¡No le dispares!- gritó mi compañero con voz rota y agitada.

-¿El príncipe va a rescatar a su damisela en apuros?-dijo el monstruoso hombre irónicamente. El acento destacaba en las vocales, uniendo las palabras y haciéndolas casi incomprensibles.

- No le hagas daño, dispárame a mí; pero déjala...-siguió el chico. Su declaración aumentó mi sobrecogimiento, apretando aún más mis ojos a la irreal espera de desaparecer de esta pesadilla.

Sin previo aviso, una dulce pero imponente voz de mujer apareció en escena; causando un silencio absoluto.

El idioma era extranjero procedente del árabe, desconocido para mí, pero el tono autoritario correspondía a una orden.

-¿Para qué la quieres viva?- dijo mi agresor, en mi idioma.- Sólo es una niñita mimada por su familia rica.

A pesar de seguir con los ojos cerrados, intuía que debía seguir apuntándome con su pistola. El odio escondido en su voz hacia mí, me aseguró que dispararía sin dudar.

- La necesitamos viva, y tú eso lo sabes- la voz aterciopelada de la mujer, armonizaba las palabras al hablar en mi idioma, escondiendo el característico acento de su lengua materna.

Abrí los ojos, formando la escena en mi nublosa mente. La mujer que tanto me había atormentado, estaba en la puerta de mi celda; custodiada por dos hombres robustos con traje negro y pinganillo en sus orejas. Sus caras inexpresivas miraban fijamente a nuestro agresor, el cual sonreía cínicamente a pesar detener un labio partido y sangre corriendo desde su cuero cabelludo hasta su mentón. Mi amigo se encontraba apoyado contra la cama, sosteniendo su estómago. Varios moratones ya se hacían presentes entodo su rostro, pero destacaba el ojo tornándose morado y el caudal rojo de su nariz partida.

La seriedad en el rostro de la mujer imponía respeto y dureza; al igual que el vestido largo negro que llevaba. Un colgante plateado descansaba sobre su pecho, el cual terminaba en una lágrima no muy grande de color rojo intenso, seguramente hecho de un rubí. Esa clase de collares podían ser, incluso, más lujosos y prestigiosos que los diamantes; por su gran tamaño para ser solamente una pieza entera de piedra preciosa y su escasez.

- Claro, pero llegara un momento en el que no la necesitemos... - dijo el hombre con la cicatriz acercándose a mí, sonriente, para levantar bruscamente mi cara- Entonces, serás toda mía preciosa.

Tragué pesadamente, sin embargo seguía sin poder respirar. Mi agresor se levantó con dificultad por sus heridas saliendo por la puerta. En ese momento, la mujer que se había instalado en mis pesadillas me miró fijamente; sus ojos me acusaban y examinaban, como si fuera capaz de ver cada rincón de mi dañada mente.

Girando sobre sus altos tacones negros, se fue, dejando que uno de sus guardaespaldas me encerrara en micelda. Otra vez, sus ojos verdes intensos causaron temor en cada una de mis células.

SecuestradaNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ