primeros capitulos

394 1 0
                                    

Reincidí en mis visitas a Pedro y debo confesar que la cosa se fue enderezando y descubrí aspectos de la realidad que ni sabía que existieran. Por desgracia, cuando llegó el día “B”, parecí olvidarlo todo, como las clases preparto y mi pesimismo me cayó encima como una borrasca de las gordas.

Todo aquel nubarrón de gente encopetada acechándome, me producía más miedo que los capuchones de los nazarenos en Semana Santa cuando cría. Lo peor estaba por venir, cuando una peliteñida con pinta de furcia baratilla rehabilitada, vino corriendo desde lejos agitando los bracitos.

―¡Jacobo! ¡Jacobito!

―¡Maaaaami! ―se despiporró él.

¿Mami? Se me desencajó el cuello. ¿Cómo que mami? Se besuquearon como manda la norma y mi costilla pasó a las presentaciones. Yo me hacía pis de pura ansiedad.

―Es la esposa de mi padre. Cayetana, Mariela.

―Encantada, querida ―me recibió en familia con su vocecilla afectada.

No pude corresponder a sus encantamientos, al menos de primera hora, hasta que digerí que aquella treintañera había desposado a mi suegro de noventa y tres años. ¿Y a mí me consideraban aprovechada? ¿Quién? ¿Quién, que me lo como?

Pasé la ceremonia de la boda llorando a moco tendido de puro estrés, hasta que el alcohol (bendito champán de marca) hizo su trabajo, reemplazó mi pánico y tuvieron que bajarme de la mesa presidencial donde me dio por taconear flamenco, con un clavel atrapado entre los dientes.

Los condescendientes invitados lo achacaron a mis nervios y mi juventud, me rieron las gracias y me colmaron de mimos. A todos les interesaba por un motivo u otro, hacerle la pelota a mi marido, de manera que aunque más de uno pensaría que yo era guapa pero gilipuertas, lo enmascaró con una sonrisa falsa y todos contentos.

Esos y no otros, eran mis nebulosos recuerdos de principios de casada.

 (Fin del capítulo 5)

DEL SUELO AL CIELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora