primeros capítulos

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Se metió la barbilla literalmente en el esternón. Consumida de bochorno.

                        ―Confiesa ―la atosigué.

                        ―Confieso. No he ido.

                        ―¿Y eso por qué, si puede saberse? ―puse las manos en jarra.

                        ―Si ya no hace falta…  ―Esquivó mis ojos como dardos―. Mira, encontré trabajo que es lo que quería. ―Intentó convencerme con una sonrisita floja.

                        Menudo broncazo iba a caerle encima, por gallina. Y por otras cosas.

                        ―Muy bonito ―le reproché―. Cuando no lo encuentras y te desesperas, tengo que aguantar tus neuras, pero cuando te contratan y eres feliz como una perdiz, te olvidas de llamarme.

                        ―Es que fue todo tan rápido. ―Enrojeció hasta la raíz del pelo―. No creas, nada fabuloso, de contable en una gestoría de barrio. –Arrugué la cara toda.

                        ―¿Contable? ¿Tú? ―me horripilé― ¿Tan al límite andas?

                        Asintió en silencio y lentitud. Joder.

                        Una gorda morena a la que yo no había visto nunca antes, entró por la puerta, por lo visto como caída del cielo, porque Marina se arrojó sobre ella con una desesperación que la dejó fuera de juego; especialmente teniendo en cuenta que me la presentó como su compañera de oficina y acabarían de despedirse treinta minutos antes. Yo arrugué las cejas. No me agradan las interrupciones.

                        ―Cómo me alegro de verte. ―La gorda la miró rara―. Es Adela, también trabaja en Gestoría Asensio.  Quiero presentarte a una de mis mejores amigas, Cayetana. Te he hablado de ella.

                        ―¿Una de tus mejores? ―rugí indignada. Marina quiso desaparecer de vergüenza debajo de las losetas―. Dirás la mejor, canija.

                        ―Se pone celosa ―bromeó para allanar el camino. Pues que no se le escapase el repaso con cara retorcida, que iba a propinarle a su inocente y querida Adela. Allá va.

                        ―Encantada ―mugí.

                        ―Lo mismo digo.

                        Llegaremos a ser falsas…

                        ―Te tomas una cervecita con nosotras ―casi suplicó.

                        ―Es que llevo bastante prisa. He bajado para pedirte un favorcillo. ―Arrugó los mofletes por culpa del apuro―. Hoy viene Roberto a almorzar y quería saber…

                        ―Dime, dime.

                        -Quería saber si te importaría cubrirme en caso de que me retrase unos minutitos. ―No sé por qué, detecté una chispa de evidente euforia en sus grandes ojos.

                        ―Eso no hay ni que preguntarlo, Adelita. Don´t worry. Pero a cambio, te tomas algo con nosotras.

                        ―Bueno, pero que sea light. He empezado otra dieta, a ver si esta me funciona.

                        Mirándola, cualquiera lo diría. No se ha inventado aún dieta que pueda con esas morcillas. Ajena a mis recriminaciones mentales, arrimó una silla y se quedó el tiempo imprescindible para pagarle el favor a Marina y no resultar grosera. Se ve que le urgía evaporarse rumbo a su apartamento y Marina enseguida la dejó ir. De todas formas, yo la ayudaba a pasar un mal rato con mi actitud indiferente, releyendo el menú y dejando vagar la vista a través de las ventanas. Cuando no estoy a gusto con alguien no tengo por qué disimularlo. ¿O sí? En cuando Adela se excusó y se fue, di rienda suelta a mi lengua viperina. O hablaba o reventaba allí mismo.

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