Veintitrés (*)

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WILLIAM

Dejo un masaje en mis sienes cuando un dolor punzante se presenta, llevaba varias horas revisando los documentos que se encuentran frente a mí. Me echo para atrás, recargando mi espalda contra el respaldo de la silla.

—William —Lisa ingresa a la oficina —Hay alguien abajo que quiere hablar contigo —informa.

—¿Dejo su nombre? —cuestiono.

—No —centro mi atención en ella —Pero dice que es urgente, y que necesita hablar contigo. —insiste.

—Bien, dile que pase —respondo. Ella asiente, se marcha de la oficina y firmo el último documento que queda frente a mí antes de cerrar la carpeta. Recojo las hojas de los documentos que se encuentran esparcidos sobre el escritorio, porque no quería que algún socio de la empresa entrara y se encontrara con este desastre.

—Esa secretaria tuya es bastante insoportable —elevo la mirada en cuando reconozco la voz. Un malestar se instala en mi cuerpo en cuando veo al hombre entrar por la puerta de la oficina.

—¿Se puede saber qué haces aquí? —cuestiono con molestia.

—¿Por qué tanta agresividad? —Joan García sonríe con suficiencia mientras toma asiento frente a mí de forma despreocupada.

Joan y yo somos primos, nunca hemos tenido una buena relación, desde pequeños había existido cierto aire de competitividad. Los dos buscábamos la aprobación del abuelo y de nuestros padres lo que nos impedía llevar una relación como la de dos primos normales.

Nuestros problemas incrementaron al llegar a la adolescencia, los padres de Joan murieron en un accidente de auto y él quedó al cuidado de mis abuelos, meses más tarde mi abuela falleció y ese suceso fue la gota que derramó el vaso para Joan. Se refugió en los casinos y bares, no había noche que no saliera a tomar y se creó una fama que no ayudaba mucho a la familia.

Mi abuelo hizo todo cuando estuvo en sus manos para ayudar a mi primo, mis padres intentaron hablar con él y yo mismo lo intenté, y no gané más que un par de puñetazos en el rostro.

—Acabo de llegar a la ciudad, y me entero que te has casado —afirma —No me llegó la invitación a la boda. Creo que debería de sentirme ofendido —emplea un fingido tono de reproche, haciéndome voltear la mirada.

—Por favor —me encojo de hombros. —No estabas en el país y dudo mucho que hayas querido regresar solamente porque tu primo menos favorito se casa.

Él posa su mirada en la fotografía que se encuentra sobre mi escritorio. Es la que nos tomaron el día de la boda en donde aparecemos Anna y yo saliendo de la iglesia. Una ligera sonrisa se apodera de mis labios, sin poder contenerla.

—No me subestimes, pude haber tomado el primer vuelo de regreso.

No le respondo. Centro mi atención de nuevo en las carpetas frente a mí a pesar de que ya he terminado el trabajo. Intentando hacerle entender que no hay nada que podamos tratar entre nosotros.

—Al menos es bonita —una mirada irritada es lo que obtiene como respuesta. —Ya veo porque no te costó tanto trabajo casarte con ella. —Toma la foto entre sus manos y tengo la tentación de arrebatársela. —¿Es buena en la cama?

—¿A qué has venido exactamente? —inquiero con fastidio —Deja a un lado tus fingidas intenciones de venir a desearme un matrimonio feliz, y suelta lo que tengas por decir.

—Ya, tienes razón —se inclina hacia adelante. Dejando la fotografía en su sitio. —Solo quería ser amable, pero si quieres que vaya al grano...

Amor por Contrato[SAV #3]  ©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt