Cuarenta y uno (*)

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WILLIAM

Se dice que el promedio en el que una pareja permanece enamorada es de aproximadamente dieciocho meses, si se logra superar ese tiempo, se dice que es amor real.

Y lo cierto, es que ahora mismo, no entendía que carajos había pasado entre Anna y yo.

El hecho de renunciar a la empresa de manera definitiva me tuvo más tiempo en casa, y aunque al inicio parecía ser que ella quería eso, con el paso de las semanas creo que mi presencia le fue insoportable.

Anna estaba entrando en su quinto mes de embarazo, eso traía consigo muchísimos cambios de humor por su parte. Cambios que de antemano sabía que llegarían, pero para los cuales creía estar preparado.

Sus cambios de humor parecieron tranquilizarse durante el tercer y cuarto mes de embarazo, pero ahora, habían vuelto y amenazaban con hacerme perder la cabeza.

Anna en un momento podía amarme y al segundo siguiente querer clavarme un chuchillo en el pecho para asesinarme. Hoy especialmente era un día de esos en los que todo lo que hacía le parecía mal.

— ¿Quieres que pida algo para comer? —Cuestiono asomando la cabeza por el umbral de la puerta que se encontraba abierta. Anna me mira por un par de segundos antes de asentir.

—Por favor, estoy que muero de hambre. —Responde para después centrar su atención nuevamente en el celular que mantenía entre sus manos.

Hace algunos momentos habíamos tenido una pequeña discusión ¿La razón? Dejé un par de calcetines tirados en el piso del baño, y la pasta de dientes abierta, motivo suficiente por el que Anna creyó conveniente que gritarme por media hora era la solución.

Había sido paciente con ella porque estaba claro que no era fácil para ninguno de los dos, y si yo también comenzaba a pelear con ella, esto sería una guerra sin fin.

No hablaba con mis padres, mi madre estaba enojada conmigo, con nosotros de hecho porque parecía que, ante sus ojos, Anna era la culpable de que su hijo decidiera renunciar a las empresas.

No llamé a mi abuelo, tal y como lo dije presenté mi renuncia ante al consejo apenas una semana después, todos parecieron tan sorprendidos de la repentina decisión, pero no había más que hacer.

Tenía que poner a mi familia como una prioridad.

— ¿Qué es lo que quieres comer? —Pregunto asomándome por completo.

—No lo sé, algo que no sea muy pesado —Contesta —Las náuseas ya son menos pero no quiero provocarlas.

Asiento. Entro a la habitación y me dirijo a la cama en donde ella se encuentra sentada, me dejo caer a un lado y mi mente comienza a trabar buscando una comida que Anna no me rechace.

— ¿Quieres una ensalada? Puedo pedirla en el restaurante italiano que tanto te gusta —Sugiero.

—Eso suena bien —Anna me sonríe. Imito su acción y me incorporo nuevamente para ir en busca de mi celular que se encuentra sobre la pequeña mesa de noche.

Cuanto lo tengo entre mis manos, salgo de la habitación mientras marco el número del restaurante el cual ya prácticamente me sabía de memoria gracias a todas las veces que habíamos pedido comida ahí.

Antes de que pueda presionar el botón de llamar, una llamada entra en mi celular. Leo el nombre de John y deslizo la pantalla para poder contestar.

— ¿Hola?

Hola Will —Saluda —Necesito que me hagas un enorme favor —Pide.

—Claro ¿Qué necesitas? —Cuestiono apoyándome en el barandal de las escaleras.

Amor por Contrato[SAV #3]  ©Место, где живут истории. Откройте их для себя