Prejuicios

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—Se peleaban cada 5 minutos hasta que mamá se hartó y bueno... nos abandonó

Por alguna razón externa, Zaphiri le había tomado confianza bastante rápido algo que le pareció muy extraño, por lo general no le confiaba a nadie estos temas y los únicos que lo sabían era su familia y su mejor amigo. Nadie más. Aunque no llegaba tanta la confianza para contarle las verdaderas razones de la partida de su madre.

—Wow... bueno, lo siento... po-por preguntar— el cubo se rascó la cabeza con pena y desvió la mirada.

—No lo sientas, ya no duele tanto— le restó importancia al asunto y asomó la cabeza para poder meterse al carril de la derecha, directo a un cruce. — Y bueno... ¿Tienes algún plan en mente?

—Pues estaba pensando en pagar mi Universidad, conseguir empleo y hospedaje, todo eso... tú sabes— miró por la ventana sus pirando con fastidio al ver como un imbécil se pasaba la luz roja ¿tanta prisa tiene como para arriesgar a los demás a un accidente?

—¿Y tú?

—Quiero un descanso de la vida académica, supongo que viajaré por carretera un tiempo; necesito pensar en lo que quiero.

Krest asintió y miró sus manos. Los dos eran extremadamente serios y si no fuera por su intento de congeniar con su compañero, los pasados 20 minutos hubieran sido de silencio absoluto pero ya se le había secado el cerebro de tanto escarbar para sacar temas de conversación. Por su parte, Zaphiri no sabía como hablar con el cubo, en ese momento odiaba no tener la habilidad de Aeras de hablar como tarabilla y ser algo metiche porque sí, varias veces molestaba al centauro de parecer vieja chismosa. Ese castaño le despertaba mucha curiosidad, su aspecto tan frágil y aniñado le cautivó la primera vez que lo vió aunque le restó importancia a eso, después de todo no quería congeniar con nadie de su clase (aparte de Aeras, claro) sí, era un amargado de lo peor pero eso lo salvaba de las personas que deseaban dañarlo.

Ninguno de los dos pensaba que el otro podía estar en su misma posición y aunque Krest no entendía el porqué el bicho deseaba escapar entendía como se sentía.

La ruta que tomó Zaphiri lo obligó a salir de sus pensamientos el heleno había girado en una salida a un restaurante de paso, se estacionó y apagó el motor.

—Bien, tengo hambre— abrió la puerta y cuando salió, se giró a ver al cubo. —¿No vienes?

Sorprendido por su espontaneidad, bajó del auto tartamudeando un "claro" y caminó junto a él a la entrada del pequeño local. Era muy mono, estaba decorado con varios tintes de los 80, con varias pinturas de cantantes de rock y agrupaciones musicales que la mayoría desconocía, de fondo el rock clásico era predominante y tenían una de esas rockolas antiguas. Se sentaron en una mesa cerca de la ventana para ver el auto y comenzaron a discutir que ordenar, ambos coincidieron en que debían administrar sabiamente el dinero.

—Bueno, un omelette no suena mal.

—Entonces, un omelette será.

El bicho se paró para ir a pagar la comida y dejó al cubo pensativo.
Estaba valorando donde iba a quedarse a estudiar, pensó en decirle a su compañero que lo llevara hasta el centro de Atenas, donde se encontraba la universidad, sería un largo camino pero suponía que Zaphiri no era tan mala compañía, así que planeó bien su proyecto de vida y cuando regresó le explicó su plan que aceptó con un asentimiento.

—Bueno... ¿Y qué piensas estudiar?

El moreno tamborileaba sus dedos en la mesa al ritmo de las canciones de las bocinas.

—Me gustaría estudiar literatura o letras.

—¿Te gusta escribir?

Levantó las cejas con interés.

—Sí, bueno... me gustan mucho los libros son el mejor escape que pude encontrar, me fascinan las letras y como son capaces de trasmitirte sentimientos indescriptibles, la forma de la redacción es un arte tan... tan...—La mirada tierna de Zaphiri lo avergonzó y causó su fuerte sonrojo. —Uy, perdóname, hablé mucho.

El bicho frunció el ceño; le pareció adorable la forma en la que a Krest le brillaron los ojos con emoción, como su voz cambió de tono volviéndose muy suave y alegre, no cabía duda que era un sueño que ya venía arrastrando desde antes mas lo que dijo al último le dió rabia ¿Cuántas personas que él admiraba lo habían mandado callar sobre algo que le gustaba?

—Krest, no seas idiota— el castaño lo miró sorprendido —No tienes nada de que disculparte, a mí me interesa saber sobre tus gustos y metas... aparte no debes frenarte cuando hablas de todo eso, es hermoso la manera en que te expresas así que no lo desperdicies callándote, deja que el mundo sepa lo que vas a hacer.

Antes de que el cubo pudiera siquiera responder, la camarera se acercó con su comida. Le pareció admirable la forma de pensar de Zaphiri, sin prejuicios y atento y dedujo que también esperaba conocer a las personas para poder crearse un juicio sobre estas, eso... le gustó.

Comieron en silencio y cuando terminaron, empezaron a planificar su viaje en carretera: Zaphiri quería recorrer todo el estado, para aquí y acá, visitar museos y teatros, ya hasta había hecho una lista de los lugares que pensaba visitar y Krest únicamente asentía, después de todo él era el dueño del coche... aunque tuvo miedo de objetar cuando mencionó que deseaba bricar en paracaídas.

—Bien y... si quieres podemos parar en bibliotecas o librerías, incluso he oído que hay un bazar que son únicamente, libros antiguos.

Algo en el interior de Krest burbujeó con emoción y sus mejillas se tiñieron de carmín, por suere el bicho estaba concentrado en un pequeño cuadernillo de notas.

—Sí, me gustaría eso.

—Por cierto, ¿trajiste libros de tu casa?

—Bueno... la mayoría los tomaba de la biblioteca y solamente compré unos 4 que fueron los que más me gustaron.

Zaphiri lo veía fijamente y cuando terminó de hablar, tomó nerviosamente la pluma de su mano y le dió varias vueltas antes de hablar.

—Bu-bueno... estaba... pensando que... ¿si te gustaría leerme un poco? No soy muy bueno para leer pero si escuchando y...

La mirada del cubo se suavizó y le regaló una pequeña sonrisa.

—Claro, digo, son libros algo... extraños pero puedo leerte si te interesa.

Ambos se miraron a los ojos y sonrieron.

—Bueno, deberíamos dormir un poco antes de irnos para siempre de aquí, podemos acondicionar el auto. Tú puedes irte al asiento de atrás, eres más pequeño que yo, así que cabes perfectamente.

—¡Oye! No soy pequeño, mido 1.67

El moreno lo vió con burla.

—Bueno, disculpa que te desilusione, Gulliver pero la estatura promedio em hombres de 20 años es de 1.76 y además... te he visto comer, pareces conejo con razón estás tan enano.

Zaphiri se burló de él mientras caminaban a la salida del local.

—Bueno, que importan 9 centímetros, estoy bien de salud.

—De puro milagro, poco te falta para ser anemico, deberías comer más.

Así se enfrascaron en una discusión infantil donde a pesar de tener la misma edad, Zaphiri lo molestaba con parecerse a un niño de secundaria.

Krest, a pesar de tener el orgullo herido, se recostó  en el asiento trasero y Zaphiri en el de piloto recorriendolo un poco para poder descansar mejor.

Ambos se durmieron con una sonrisa burlona en la cara.

Parece que si congeniaban después de todo.

Carretera (ZaphirixKrest)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora