Resoluciones claras y espirituales.

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El gran local rebosaba con una elegancia que no era muy común en la ciudad, los meseros caminaban con delicadeza y distinción que parecían garzas danzando en el agua, el Hostess estaba justo en la entrada explicando los platos principales del día y el Maitre discutía con el Chef sobre las actividades programadas para esa noche.

—¿Ya saben que van a ordenar?

Uno de los meseros se acerco a los comensales que para su gusto le parecían tan... impropios de ese lugar.

Después del inesperado encuentro con la causante de sus problemas internos, la mujer actuó amable y le habló a su hijo como si fuera un viejo amigo que no veía hace años, algo que sin duda lo sorprendió, la bella morena azabache les hizo una invitación a cenar mas Zaphiri estaba tan anonadado que no pensó en la respuesta que le dio hasta que llegaron a ese lugar.

Krest estaba igual de sorprendido, por lo que el bicho le había contado con anterioridad pensó que simplemente evitaría cualquier contacto con esa mujer pero se llevó una gran sorpresa cuando sin ningún miramiento aceptó la invitación e iba a replicar que lo esperaba en el auto cuando la mujer le insistió en que los acompañara... algo de lo que desde luego se arrepintió, todo el ambiente a su al rededor estaba completamente cargado de tensión y molestia por parte de todos los presentes de la mesa.

—Ordenaré lo de siempre, Rasgado.— le sonrió al gran chico de cabello plateado y se giró a mirar a los dos chicos que rehuían su mirada, husmeando en la carta de comida. —Solo que... el triple.

La incomodidad no tardó en ser aspirada por el toro que desde luego no perdió ni un segundo para salir disparado a la cocina.

—Bien... dime, Zaphiri ¿Cómo está tu padre?

—Como lo dejaste, madre.

El bicho había reaccionado hace cinco minutos y no tardó en reprenderse mentalmente por no haberla mandado a freir espárragos en cuanto tuvo la oportunidad y ahora estaba seguro que no le reclamaría cada noche en vela repasando su mirada una y otra vez, no lo haría por respeto a su cubito mas su tono de voz ya lo había dejado en claro que no toleraría ninguna falta y no dudaría en sacar todas sus verdades si hacia por lo menos un solo gesto despectivo hacia su cubo.

—Bueno, me alegra escucharlo.

No había rastros de la mujer simple y amorosa que alguna vez fue, ahora solo tenia una máscara de hipocresía y un tono demasiado prepotente en su voz. Después de lo que parecieron dos milenios y tres decadas (veintitrés minutos) su comida llegó a la mesa.

—Espero que les guste este Risotto al pesto, es la especialidad de la casa.— con una sonrisa, comenzaron a comer todos. —Oh cariño, ¿Cómo ha estado todo en casa?

Zaphiri enfureció y apretó el tenedor con fuerza.

—Esa ya no es tu casa, madre.

La palabra le sonó a veneno en los labios del azabache, así que con esa advertencia indirecta todos volvieron a guardar silencio.

—Oh bueno... y tú...— miró a Krest de arriba a abajo —¿Qué relación tienes con Zaphiri?

Krest se aclaró la garganta y lo valoró un segundo, con claridad no habían clasificado su relación con un nombre porque realmente no lo necesitaban pues no había una correcta denominación para lo que ellos tenían.

—Ehh... pues...

—Es mi prometido.

Su madre abrió los ojos con sorpresa e hizo una mueca de disgusto.

—Tu... prometido— rió con falsedad e ignoró la precencia de Krest que solamente agachó la cabeza y se encogió en el asiento cosa que no pasó  desapercibida por el moreno —Cariño, esas cosas no existen y lo sabes por lo que me parece que es más tu amante que prometido ya que... pues, jamás podrán casarse.

Zaphiri hirvió con furia y estaba a punto de replicarle cuando una mano se posó en su rodilla tratando de tranquilizarlo, solo gruñó y no dijo más. La velada prosiguió con mucha tensión en el ambiente y Rasgado se sorprendió de que la morena no ordenara su tipica tarta de manzana como postre.

Al salir del establecimiento, ya era muy tarde y la luna se alzaba firme y brillante como la marca en el brazo de Krest, la madre de Zaphiri suspiró y negó con la cabeza.

—Intenté hacerlo como una persona civilizada pero veo que no resultó, así que...— se volvió a su hijo y lo miró a los ojos como cuando lo reprendía por el desorden de su habitación. —Quiero decirte que te perdono, hijo.

Zaphiri la miró sorprendido y soltó una fuerte carcajada, provocando que su progenitora arrugara el ceño en forma despectiva.

—¿De qué tienes que perdonarme?— con mucho esfuerzo, logró controlar su ataque de risa y una sonrisa burlona quedó como rastro de ello.

—Pues... de esas extrañas y antinaturales preferencias que solías tener en tu adolescencia, de hecho, tengo una gran amiga que su hija está buscando marido, puedo hablar con ella para...

—Escúchame bien madre, si es que aún me atrevo a llamarte así— el tono fuerte de su hijo la interrumpió y se acercó a ella amenazante. —Estás preferencias "antinaturales" como las llamas son lo que yo elegí ser y lo que siempre seré, este chico de aquí es mi pareja y el amor de mi vida aunque te moleste o te cause conflicto, me importa un comino si te pierdo de nuevo... aunque técnicamente el día en que te fuiste, tu dejaste de ser mi madre.

La morena le miraba perprelaja y no tardó en retirarse sin decir una palabra más mientras que Zaphiri resoplaba y refurfuñaba con molestia ¿Cómo tenía siquiera cara para reclamarle sobre algo que le había costado tanto aceptar y de lo que ahora estaba orgulloso? Ni siquiera escuchaba a Krest como corría detrás de él con premura y cuando por fin llegaron al auto Zaphiri no se dió cuenta que su cubo no lo seguía hasta que estuvo dentro del coche, salió para adentrarse unas 2 o 3 cuadras arriba donde el castaño estaba comprando una docena de donas y un par de cafés.

—Pensé que te animarían.

Solamente le sonrió con dulzura y le dio un tierno beso en los labios mientras lo abrazaba por los hombros, cargando la caja de donas.

—Vamos al auto.

Esa noche una fuerte lluva se desplomó sobre ellos y en la suave compañía del café y un par de postres escuchaban el golpeteo de el agua sobre el Ford verde 2000.

—Creo que fuiste un poco duro con ella.

Zaphiri frunció el ceño.

—¿Hablas en serio? No le iba a perdonar que te mirara de esa forma y mucho menos la forma tan despreciable en la que te trató, podrá humillarme y hacerme menos a mí pero se atrevió a meterse contigo y eso es algo que no voy a consentir jamás.

Los inesperados labios calientes del galo hicieron contacto con los suyos y poco a poco se fundieron en esa tierna muestra de amor. Krest estaba muy conmovido por las palabras del bicho pues no imaginaba el alcance de las promesas de madrugada que le había hecho durante todo ese tiempo.

Las palabras comenzaron a sobrar, al igual que la ropa y piel contra piel se fundieron en una sola alma.

Como bien dice la leyenda de las almas gemelas, volvieron a pertenecerse el uno al otro, completando el hueco que tenían al no haber coincidido antes empañando los cristales del auto y soltando gemidos y suspiros que a los oídos de los dos les sonaban como la canción más hermosa que alguna vez escucharon.

Esa noche luna y lobo lograron unirse por una vez en la eternidad.

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Holaa! 😄
¿Cómo están? Espero que bien ❤

Algo muy gracioso que pasó cuando escribí este capítulo fue que cuando escribí lo de: es mi prometido, me sorprendí de Zaphiri y empecé a fangirlear como la loca que soy... en una clínica dental 😂

Solo quería compartirles esto jaja me pareció muy gracioso.

Espero que les guste
Nos leemos luego, los quiero.

Bye ❤

Carretera (ZaphirixKrest)Where stories live. Discover now