Aventón

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—Como temía... sí es el motor.

Cerró con fuerza el frente del auto y se talló la frente quitándose los restos de sudor que se resbalaban por su frente.

—¿Qué haremos ahora?

Estaban angustiados, a mitad de el camino el auto se había jodido por completo porque al parecer uno de los pistones estaba atrofiado el sistema de refrigeración no estaba funcionando correctamente causando que la cabeza del pistón se recalentara. Krest no sabía nada de mecánica y Zaphiri valoró los daños y dedujo que debía reemplazar la pieza dañada pero para eso debían tener la pieza a la mano y... pues, estaban a la mitad de la nada.

—Diablos, recoge tus cosas... vamos a tener que caminar.

Se puso la camisa y se lavó rápidamente la cara. Cada quien sacó sus pertenencias que se encontraban dentro y después de casi desmantelar el auto de cabo a rabo, emprendieron su caminata hacia algún poblado que quedara más cerca, pues no era una opción regresar a la ciudad anterior ya que casi se los lleva la policía por andar metiéndose en fuentes públicas... aunque iban muy animados, hablando y haciendo bromas de cualquier estupidez que se les venía a la mente pese a las constantes quejas del moreno sobre la actividad física.

—En serio ¿Qué clase de monstruo le pone ketchup a las palomitas? O peor ¿Qué tan mal te debe de ir en la vida como para mezclar las palomitas saladas con las dulces?

—¡Oye! Las palomitas con ketchup son una delicia.

—Es asqueroso Krest ¿Cómo puede gustarte esa porquería?

—¡Así como a tí te gusta el aguacate!

—¡Oye, con los aguacates no te metas!

Después de esa pequeña discusión ambos soltaron una carcajada y continuaron caminando unos cuantos kilómetros más. De verdad que tenían demasiado tiempo libre, ya hasta sabían lo que al otro le molestaba, aunque no únicamente en gustos culinarios.

Krest era un perfeccionista, no toleraba el desorden o que las cosas se salieran de control, le gustaba admirar los atardeceres, las palabras y definiciones poéticas, le gustaba mucho escuchar a las personas, saber todo de ellas y entrar en lo más profundo de su alma para quedarse ahí, era justo aunque a veces exigente y mandón, amaba con locura los libros y el chocolate. A veces Zaphiri le decía que era un viejo de 50 años atrapado en el cuerpo de un adolescente.

Por otro lado, el escorpión era mucho más relajado: no le importaba si las cosas no salían como él planeaba al contrario, consideraba que eso lo hacía más interesante, le gustaban las aventuras, el cielo y el helado; era un fiel creyente de que el fin justifica los medios* y le facinaba discutir temas controversiales para el colmo de Krest que varias veces tuvo que recurrir al "solo estoy opinando" porque el otro casi se le hechaba encima. 

Después de caminar otro gran tramo de distancia, su pequeña azaña fue interrumpida por una pequeña combi color rojo muy vintage que se paró a su lado sonando la bocina con fuerza.

—¡Agh! Detesto los claxons.

El moreno se cubrió las orejas con las manos mirando con infinito desprecio al conductor.

—¡Ey! Amigos ¿a dónde se dirigen?

Un adorable chico de cabello corto color miel y unos amables ojos del mismo color se asomó por la ventana... aunque demasiado grande para la pequeña combi.

—No sabemos, nuestro auto se estropeó atrás y tuvimos que caminar hasta...

—¿Era ese viejo golf azul marino?

Zaphiri arrugó el ceño.

—Lo dice el tipo que trae una...

—Ese mismo

Krest logró taparle la boca antes de que lo arruinara todo pues de acuerdo a las historias que le contó el heleno, podía ser demasiado cruel y sarcástico, tirandole a sádico si se lo proponía.

—Bueno... Podemos ofrecerles un aventón si quieren, vamos a una fiesta cerca de aquí, en la ciudad que sigue.

—¿De verdad? ¡Muchas gracias con gusto aceptamos!

Antes de que Krest pudiera dar un paso si quiera Zaphiri lo sujetó del brazo con fuerza y volteó a ver al chico de la combi.

—¿Nos darías unos segundos?

Y sin darle tiempo de contestar, arrastró al cubo detrás de la camioneta.

—¿Podemos confiar en él?- lo miraba angustiado y el timbre de su voz hacia más visible la preocupación del escorpión.

—Deja de preocuparte tanto, parece una buena persona, después de todo nos ofreció su auto.

—Si pero ¿Qué tal si trata de hacernos daño?- Krest alzó una ceja.

—¿No crees que si quisiera hacerlo, se hubiera limitado a hecharnos la combi encima?

El bicho lo meditó unos cuantos minutos, tal vez Krest tenía razón, debía aprender a confiar mas en la gente, después de todo los ojos de ese chico estaban demasiado iluminados... soltó un suspiro derrotado y alargó la mano para dejarlo pasar.

Uno al lado del otro caminaron a donde se encontraba el chico esperándolos.

—Perdona la demora... ¿crees que puedas llevarnos?

—¡Claro que sí!- giró la cabeza a la parte de a atrás —Chicos, tenemos compañía, por favor, comportense.

Abrió la puerta y al salir, Krest no supo si encogerse o pedir que la tierra lo tragase ¡el chico era un mastodonte! Puede que midiera al rededor de 1.75 pero era muy ancho aunque no tan musculoso. A Zaphiri le dió gracia, le cerró la boca con la mano, provocando que la mirada del cubo se posara en él.

—Te vas a tragar una mosca si sigues así.

Antes de que Krest pudiera objetar algo más el chico abrió la puerta trasera dejando ver a un par de chicos más que estaban muy ocupados jugando cartas.

Dentro se asomaban un pelirrojo muy hermoso con la piel tan blanca como la nieve y una sonrisa bastante atrallente que le causó un poco de rubor a las mejillas de Zaphiri por tan hermosa acción, a lado de él estaba un chico de piel acanelada y cabello esponjado cual algodón con unos ojos tan amables que les parecieron empalagosos a ambos y para terminar, había un pelirosa sentado a lado del pelirrojo, parecía de la misma estatura que Krest, sus ojos eran casi tan fríos como un tempano y sus labios de torcieron en lo que parecia ser una sonrisa cuando los saludó.

—Bueno chicos, sé que no me presenté a su debido tiempo. Mi nombre es Francisca y estos son Lugonis, Avenir y Gateguard.

Señaló a cada uno mientras los nombraba.

—Un gusto, yo soy Krest y él es Zaphiri.— sus ojos no se despegaban del pelirrojo mirándolo con cierta curiosidad pues le había llamado la atención el carmín de su compañero al verlo cosa que no pasó desapercibida para Lugonis que desde luego dedujo porqué esa muestra tan territorial.

Parece que iba a divertirse un poco.

—Bueno, amigos, hagan espacio para estos chicos, por favor y... por lo que más quieran— los miró suplicante —No los incomoden ¿quieren?

El cabello alborotado levantó los hombros para restarle importancia.

—No prometemos nada, Pancha.

—¡Que no me digas así!

Todos soltaron una risilla, hasta Zaphiri que estaba a raya de la situación concentrado en las pequeñas ojeras que se asomaban en los ojos del pelirrojo.

Al parecer ese viaje se tornaría aun mas extraño de lo que planeó.

Tsk! ¿Qué más daba? como bien dicen, al mal paso darle prisa, subieron con todo y sus cosas que parecían más paracaídas que simples mochilas y emprendieron un nuevo rumbo con ese quinteto de desconocidos.

¿Qué podría salir mal?

Carretera (ZaphirixKrest)Where stories live. Discover now