cuatro;

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Llevaba tres tardes seguidas yendo a merendar a la misma cafetería. Los mismos tres días que esa chica rubia llevaba sin salir de su cabeza, y las mismas tres veces que había vuelto a su casa sin volver a verla.

Aunque le desanimaba volver con las manos vacías, no quería rendirse tan pronto. Esa chica la había dejado tan encandilada que no paraba de imaginar cómo sería acercarse a hablar con ella. Tenía que hacerlo. Tenía que verla de nuevo y hablarle.

Era el cuarto día que lo intentaba. Estaba caminando por la avenida con la carpeta de láminas bajo el brazo, en dirección a la cafetería donde había visto a la rubia, cuando vio algo que le aceleró el corazón: la silueta de una chica a la altura del establecimiento, de melena rubia, poca ropa y piel pálida.

¿Sería ella? Aitana frunció el ceño, intentando distinguir los rasgos de la chica que la había cautivado, y apretó el paso. De pronto, tenía miedo de no llegar a tiempo, de que desapareciera y ella perdiera, por segunda vez, la oportunidad de hablar con ella.

Cada vez estaba más cerca, y Aitana cada vez estaba más segura de que se trataba de esa chica. Justo cuando estuvo lo suficientemente cerca para confirmar que era ella, una gota le cayó en el hombro. El resto del chaparrón no tardó en llegar.

En vez de preocuparse por sí misma, Aitana siguió observando a la rubia, la cual miró al cielo con los ojos desorbitados y empezó a mirar a su alrededor, evidentemente nerviosa. Eso hizo que Aitana recorriera lo más deprisa posible la distancia que quedaba entre ellas, mientras sacaba su paraguas de su bolsa y lo abría torpemente. Al llegar a su encuentro, le tocó el brazo, ante lo que la rubia se sobresaltó y la miró, asustada.

-Excuse-moi, mademoiselle -se disculpó la morena-. J'ai pensé que tu voudrais vous défendre de la pluie.

-¿Qué? -musitó la rubia.

-La pluie -repitió Aitana, nerviosa. Era ella, ahora estaba segura. La chica era aún más bonita de cerca, el corazón le iba a mil por hora, y su cara de confusión le estaba llegando a doler-. Il pleut et il fait froid, je pense que tu...

-No te entiendo...

-¿Hablas... español? -preguntó la morena, alzando las cejas con sorpresa. La chica se quedó mirándola con la misma expresión confusa, así que Aitana volvió a hablar-: T-te decía que... Hace frío y está lloviendo, pensaba que querrías... Ya sabes... -Señaló el paraguas con el que las estaba cubriendo a ambas con un movimiento de las cejas.

-¡Ah! Muchas gracias -le sonrió, y el corazón de Aitana se aceleró más si era posible-. Sí, yo... Me ha pillado por sorpresa.

-Ya... -Sonrió, embelesada-. Mi nombre es Aitana. Encantada.

-Nerea, igualmente.

Nerea, repitió la morena para sí misma. Era un nombre precioso.

-Perdón por haberte asustado, es que...

-No pasa nada -le quitó importancia la rubia con un gesto de la mano-. No creo que nadie más me fuera a prestar ayuda...

Nadie más te ha estado dibujando como una acosadora los tres últimos días, pensó la otra, avergonzada.

-Pues deberían... ¿No tienes frío?

Mientras Aitana iba enfundada en varias capas de abrigo, Nerea llevaba ropa de playa y, al igual que su pelo, estaba empapada. Pero lo más sorprendente era que su piel no parecía erizada.

-¿Frío? Bueno...

-Estamos en otoño y en nada llega el invierno... Te puedes poner mala. Yo te puedo prestar ropa, si quieres, vivo un par de calles más arriba.

Where the ocean meets the sky | iFridgeWhere stories live. Discover now