veintidós;

398 50 104
                                    

-¡¿Cómo que no te quedan?!

El color acudió a las mejillas de Nerea, cuyo corazón empezó a latir con fuerza, y la maga agachó la cabeza. Pocas veces la había visto tan apocada.

-Lo siento. He tratado de contactar con comerciantes de muchos sitios, pero nadie tiene...

-Joder, Tamara... Joder. ¿Y ahora qué hago? ¡Si no tengo forma de comunicarme con Aitana!

Habían pasado ya la mitad del verano juntas. Nerea y Aitana se quedaron un par de semanas en Barcelona antes de regresar a Biarritz, donde habían seguido haciendo planes juntas casi a diario. Con lo que Nerea no había contado era con que eso provocara que sus piedras se le gastaran a una velocidad vertiginosa. Y lo que menos se había llegado a esperar de todo aquello era que a la maga se le agotara el suministro de piedras terrestres.

-A ver... -La sirena de piel oscura suspiró-. Sobre eso sí que he pensado. Sí que puedes volver a pasar tiempo con ella. -Se perdió un momento entre las estanterías del almacén, y Nerea la esperó en silencio, agitando su aleta con evidente nerviosismo-. Solo tienes que convencerla de que se trague esta alga. Entonces... será ella quien se convierta en sirena.

Nerea abrió tanto los ojos que casi se le salieron de sus órbitas.

-Pero yo... no puedo hacerle eso.

-Es eso o no volver a verla, Nerea...

La perspectiva de que eso pasase casi le dio vértigo. Respiró hondo.

-¿Y cómo se lo voy a decir? Tiene que haber otra manera...

La maga negó.

-No hay otra manera porque no se lo puedes decir. -Volvió a buscar entre su mercancía y sacó un guijarro de color naranja que le mostró enseguida-. Esto es lo único que tienes para subir ahora, pero no es como las piedras terrestres. Tendrás cuerpo de humana únicamente hasta que se te seque el pelo. Y, Nerea... perderás tu voz mientras estés fuera del agua.

La rubia tragó saliva. Muda... como la sirena de la película que tanto le gustaba a Aitana. Si Ariel había podido, ¿por qué ella no?

-Está bien. ¿Cuánto me saldría? -Pero su jefa negó.

-Nada. Te lo regalo. Es lo mínimo que puedo hacer...

Nerea asintió y aceptó el regalo.

-Gracias, Tamara.

Cogió el alga y el guijarro, y pasó por su casa solamente para coger una parte inferior de bikini. Nadó hacia la superficie lo más deprisa que pudo, se acercó a la orilla y se tragó el guijarro. Inmediatamente su cola se dividió en dos piernas y sus branquias desaparecieron, haciéndosele imposible respirar. Sacó la cabeza a la superficie y tomó aire mientras se ponía las bragas a toda prisa, sujetando el alga mientras como si le fuera la vida en ello. Nadó hacia la playa y todavía hundió la cabeza en el agua una vez más, para ganar tiempo, antes de salir corriendo.

Llegó a la carrera al edificio de Aitana. Tocó el timbre de su piso y esperó hasta que su voz sonó por el telefonillo:

-¿Quién es?

Nerea, trató de decirle, pero de su voz no salió ningún sonido. ¡Joder! Aitana colgó sin abrir y Nerea dio una patada en el suelo, frustrada. ¿Qué podía hacer? ¿Trepar por el edificio sería una solución muy desesperada?

Afortunadamente, no le dio tiempo a comprobarlo, pues un vecino abrió la puerta desde dentro. El corazón de Nerea se disparó y aprovechó para entrar, sin poder darle las gracias al hombre aunque hubiera querido.

Where the ocean meets the sky | iFridgeWhere stories live. Discover now